Por Luis Pacora

El estrépito resonó en toda la explanada. Minutos antes, un grupo de ágiles adolescentes habían saltado de esa ficción musical, llevada al cine bajo el título de “Camp Rock”, para dar una coreográfica bienvenida a las miles de fanáticas que, con o sin sus padres, esperaban con ansias la aparición de sus ‘príncipes azules’ del pop.

Segundos de angustioso silencio precedieron al gran estallido. En otros tiempos, cuatro muchachones de Liverpool provocaron una ola de euforia y delirio entre las más jóvenes. Muchas décadas después –y con un estilo musical más prefabricado- tres hermanos estadounidenses desataron la histeria colectiva al aparecer en el escenario del Estadio Monumental.

Los Jonas Brothers habían vuelto a Lima para ofrecer lo mejor de su repertorio musical y promocionar la nueva película ‘Camp Rock 2: The Jam Final’. El concierto fue efectivo y convincente. Mucho movimiento escénico, bailarines saltando de aquí para allá, bailes coreográficos, luces doradas y laser multicolores, trataron de recrear la escenografía creada para la película.

Pero el show era de los Jonas y estos se encargaron de demostrar por qué son la banda juvenil de pop rock más exitosa de estos tiempos. Rara vez se puede escuchar a tanta gente coreando la totalidad de las canciones como en este recital. “A little bit longer”, “Burning up”, “SOS” o “Who i am?” fueron los platos fuertes de la noche mientras las niñas y púberes no dejaban de gritar ante cada gesto o movimiento de sus ídolos.

El momento más desatado ocurrió cuando un atlético Joe Jonas se quitó el saco y bajó del escenario para reunirse con sus seguidoras que no dejaban de tocarlo porque era realidad.

Dos horas después, con las mismas revoluciones del inicio, los tres hermanos de Nueva Jersey se despidieron del público y volvieron a la ficción. La conmoción estaba hecha. Probablemente alguien en Orlando debe estar sonriendo.