Carlos Modonese

Aunque Robert Plant no había tenido buenas experiencias como vocalista en sus primeras agrupaciones, una noche cantaba para una banda llamada Hobbstweedle, y el guitarrista Jimmy Page lo fue a ver. En ese momento, Page era la cabeza visible de los Yardbirds; sin embargo, en 1968 la historia era muy diferente: Eric Clapton y Jeff Beck hacía tiempo que ya no estaban y los Yardbirds estaban a punto de disolverse.

Page, que ya tenía en mente a John Paul Jones (piano/bajo) para formar una nueva banda, quería cumplir con una gira que los Yardbirds aún tenía comprometida en Escandinavia. A Page solo le faltaba un baterista, porque aquella noche, al ver a Robert Plant, quedó sorprendido con su voz. Pero sobre todo con sus movimientos de cadera, secuelas que le habían quedado desde que era niño, cuando Plant imitaba a Elvis frente al espejo. De hecho, su afición por El Rey, Joan Baez, Chuck Berry y Muddy Waters encajó con los gustos musicales con Page. De inmediato conectaron y Robert Plant sugirió como baterista a su gran amigo John Bonham, con quien había coincidido en Band of Joy. Pero Bonham, en ese momento, ganaba dinero suficiente y ya tenía propuestas para tocar en la banda de Joe Coker. “Tienes que venir, tío”, le dijo Plant. “¡Viajaremos en una gira a Escandinavia como los Nuevos Yardbirds!”. Al escuchar esto, Bonham no lo dudó.

( “In My Time of Dying”: Fuente: YouTube)

Por primera vez la banda completa se reunió en una habitación pequeña de una tienda de discos, en la londinense Gerard Street. La potencia sutil en los golpes de Bonham y la sensual voz de Plant sumaban al engranaje musical que Page buscaba: rock duro con alma de blues. El 14 de setiembre de 1968 la banda partió a Escandinavia como los Nuevos Yardbirds con “toneladas de ilusión”, en palabras de Plant. Esos 10 días marcarían el inicio de Led Zeppelin, nombre que tomaron al final del tour, y que había sido sugerido, meses atrás, por Keith Moon y John Entwistle de The Who, cuando entre copas, en un bar neoyorquino llamado Salvation, comentaban entre ellos sobre lo lindo que sería formar una banda con Jimmy Page de los Yardbirds y Steve Winwood de Traffic. La llamaremos Lead Zeppelin, dijeron, insinuando que esa banda volaría muy alto, como el portentoso globo. El presagio de la leyenda había sido sembrado.

LOS PRIMEROS DISCOS
Antes de “Physical Graffiti” (1975), la banda grabó cinco discos, casi uno por año, un promedio insólito si se tiene en cuenta que la calidad entre uno y otro mejoraba. Después de aquella gira por Escandinavia regresaron a Londres y se internaron en los estudios Olympic a grabar su primer disco, “Led Zeppelin” (1969).

Aunque la prensa ya los comparaba con Cream y Ten Years After, la indiferencia del público inglés ofuscó a Peter Grant, mánager de la banda, que voló a Nueva York y consiguió un contrato inmejorable con Atlantic Records. A partir de ahí, la historia de Led Zeppelin cambiaría para siempre. Su hambre de gloria los llevó a publicar, ese mismo año, el “Led Zeppelin II” (1969). La “mano” de Eddie Kramer (conocido ingeniero de sonido de Jimi Hendrix y David Bowie), los riffs de guitarra de Page y el carácter que ganó la batería de Bonham asentaron el estilo de la banda. Pero fue su himno “Whole Lotta Love” el responsable de que “Led Zeppelin II” destronara del primer puesto de las listas estadounidenses a nada menos que el “Abbey Road” de los Beatles.

En los años de “Led Zeppelin III” (1970), “Led Zeppelin IV” (1971) y “Houses of the Holy” (1973), Estados Unidos le abrió “las puertas del cielo” a la banda, por la potencia que imprimía a sus presentaciones en vivo. Es conocida la historia de una de sus primeras giras americanas, en la que Iron Butterfly se negó a salir a tocar al escenario ante la avalancha eléctrica de sus teloneros. Esa conexión única que tenía con el público inspiraba a Led Zeppelin a hacer vibrar estadios llenos con versiones en directo de más de 30 minutos de duración.

CIMA CREATIVA
Aun cuando Led Zeppelin había alcanzado la madurez musical con sus primeros cinco discos, la ambición creativa de Page no tenía límites. Hacía mucho que quería grabar un disco doble y experimental, como el “White Album” de los Beatles, “Beggars Banquet” de los Rolling Stones o “The Wall” de Pink Floyd. Luego, ante la negativa de Atlantic Records de renovar el contrato a la banda por la excesiva cantidad de dinero que pedía Peter Grant, Led Zeppelin lanzó su sello discográfico propio: Swan Song. Fue con este que publicó el trabajo que marcaría la cima creativa de su carrera, el “Physical Graffiti” (1975): un álbum completo, sin grietas ni lados débiles. El punto más alto de una trayectoria que, sin embargo, a partir de ese momento se desinflaría. Los accidentes de carretera, el cansancio por las giras y los gruesos escándalos de sexo y drogas les pasaría la factura. Los discos que le siguieron dejaron algunas buenas canciones, pero su calidad era irregular. Además, la sorpresiva muerte del baterista John Bonham, en 1980, ahogándose en su propio vómito, fue un golpe del que nunca se recuperaron. ‘Bonzo’ Bonham, como le llamaban, era irreemplazable.

(“Kashmir”, épico tema de la agrupación. Fuente: YouTube)

La historia de Led Zeppelin, como banda, llegaba a su fin, como si un velo negro hubiese cubierto para siempre una brillante y prolífica carrera de 12 años, un camino que pareció tocar el fondo del infierno, pero también saborear la gloria terrenal, la misma que le ha reservado un sitio en el Olimpo del rock.

EDICIÓN ESPECIAL
BOX 1: La versatilidad del “physical graffiti”

Temas imprescindibles: “In My Time of Dying”, “Houses of the Holy” y la épica “Kashmir”. El tema hipnótico de texturas orientales que abre el segundo disco, “In the Light”, es la rúbrica de los famosos cambios de ritmo zeppelinianos.

BOX 2: 40 años después

Por el aniversario 40 del álbum, el sello Warner lanzó este año una reedición que, además de incluir las 15 canciones emblemáticas, contiene primeras versiones de clásicos y la versión orquestal de “Kashmir”. Acompaña la edición un libro de 96 páginas con fotos .

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