Hermano andino, hermano negro, hermano amarillo, hermano blanco/ hermano blanco, hermano amarillo, hermano negro, hermano andino/ si no nos unimos, si no comprendemos/ dentro de poco tiempo, todos pereceremos. / Basta ya”, entonaba en sus espectáculos , una de las mujeres que mejor representó la lucha de la mujer afrodescendiente en nuestro país, dejando claro que para ella la patria, la solidaridad, la fuerza, vibraban desde el arte. Victoria le hizo honor al espíritu que procedía de su nombre durante los 92 años que duró su presencia en este mundo, aprendiendo a sobreponerse a los obstáculos. Victoria fue talento, fue creatividad, potencia, carácter, cariño, humor, ironía, inteligencia. Fue una mujer negra empoderada, en tiempos en que reunir esas dos palabras era solo una utopía.

Yo nazco en 1973, cuando Victoria está formando el Conjunto Nacional de Folklore. Estaba en su apogeo creativo”, nos cuenta Alina Santa Cruz, hija de Octavio, talentoso sobrino de la impetuosa artista. Ante la ausencia de su abuela, fallecida antes de que naciera, Victoria se erigió como una suerte de “abue” postiza, con todo lo que eso conllevaba en la vida de la pequeña. “Recuerdo que la acompañaba a los ensayos en La Casona de Jesús María, donde ensayaba el Conjunto Nacional de Folklore. También iba con ella al Teatro La Cabaña o al Teatro Municipal a ver los espectáculos. Era un privilegio verla trabajar tan de cerca”.

Alina recuerda que, así como Victoria sabía dirigir sus espectáculos e involucrarse con su elenco más allá de los ensayos, profundizando ritmo, vínculos y emociones, del mismo modo se vinculaba con ella, en una relación llena de sonrisas y cariño. Aunque no tuvo hijos, siempre fue muy cariñosa con los niños, les inventaba juegos, los bañaba en creatividad e inspiración.

Ella recuerda que, hacia 1979, mientras Victoria preparaba el espectáculo “Negro es mi color” –que se estrenaría al año siguiente-, en una de esas tardes familiares de fin de semana, encontraron una caja turquesa y, con ella, hicieron un teatrín. Alina tenía solo 6 años; Victoria, 57. Dejaron de lado los usuales dominó o cartas para hacer un escenario con tules y marionetas y representaron a sus personajes cual si fuera un show. “Para un niño era algo especial. Victoria tenía una agenda vertiginosa, llena de actividades, pero se tomaba el tiempo igual para jugar conmigo. En ese momento era una oportunidad de vivir algo cerca de ella. Sí lo viví con intensidad en ese momento y por eso lo recuerdo y hablo de eso ahora. No fue algo vacuo. Me ha marcado. Su influencia se sentí incluso allí”.

Ella parte en 1982, cuando Alina tenía 9 años. Casi toda la década de los 80 enseña en la Universidad Carnegie Mellon de Pensilvania. “A esa edad recibí su primera carta. Pensé que eso solo pasaba entre los adultos, pero también lo hizo conmigo”, recuerda su sobrina nieta. Aunque su elenco tenía el respaldo del INC (Instituto Nacional de Cultura, predecesor del Mincul) y mucho éxito en sus presentaciones en el extranjero - Estados Unidos, Canadá, El Salvador, Guatemala, Francia, Bélgica, Suiza o Mónaco los aplaudieron- fue desmantelado por el ex ministro de Educación Patricio Ricketts Rey de Castro, cuya frase “El Estado no canta ni baila” es de tristísima recordación para la cultura peruana. Victoria siguió adelante con su Teatro y Danzas Negros del Perú, en una carrera maravillosa que replanteó la manera como el arte afroperuano debe ser entendido.

“Me gritaron negra”, decía ella. “Y odié mis cabellos y mis labios gruesos. Y miré apenada mi carne tostada. Y retrocedí. ¡Negra!”, pronunciaba Victoria, mientras desgarraba el alma de una sociedad que, aún hoy, 50 años después, discrimina sin tapujos. Nos dice Alina: “Victoria tampoco tenía tapujos, pero para su honestidad. Lo que ella llamaba sus “juguetes cómicos”, obras cortas, ayudaban al público a entablar un diálogo sobre la situación de los afroperuanos, a quienes aún no se les llamaba así. “Ella era consciente de que tenía un legado, y no solo para los afrodescendientes. Ella misma dijo: “Yo lucho por la familia humana”.

No creo que cada individuo deba llevar a cuestas su fardo de sufrimiento por el resto de sus días –dijo Victoria en 1981-. Creo, por el contrario, que el sufrimiento tiene la virtud de hacernos intuir cuan valiosa puede ser la vida si aprendemos a forjarnos en una lucha tenaz e inteligente para lograr estar más allá de una vida cómoda”.

Victoria Santa Cruz en su casa de Breña en jirón Pastaza, 1967.
Victoria Santa Cruz en su casa de Breña en jirón Pastaza, 1967.
/ Archivo Familia Santa Cruz

La ruta de Victoria

“La historia de Victoria es ejemplar e inspiradora. Nació en el contexto del centenario de la Independencia, cuando la población afroperuana no era considerada dentro del proyecto de país (un país, por lo general, sin proyecto), en circunstancias sumamente adversas: el ser mujer, ser afrodescendiente y ser pobre, prácticamente una condena”, sostiene Luis Rodríguez Pastor, amigo de Victoria Santa Cruz, su último percusionista y tenaz difusor de su obra. Para él, la artista y difusora cultural fue superando cada obstáculo, “templando el acero, consolidando una personalidad firme y ética, gestando una experiencia que buscó compartir a lo largo de su vida, no solo a nivel artístico sino, sobre todo, a nivel humano”.

Para el también curador de la muestra “Primera llamada: Cien años de Victoria Santa Cruz”, que se presentó en el verano del 2022 en la Galería Pancho Fierro de la Municipalidad de Lima, y autor de “Las palabras de Victoria” (2016), libro que reúne las entrevistas que dio a lo largo de cincuenta años, es importante recordarla en su centenario porque inspira a mucha gente en el mundo, por diversas razones: sea como compositora, coreógrafa, investigadora, directora, maestra, pero, sobre todo, por imponer el coraje y la dignidad en todo lo que quiso e hizo. “Es un ser que cautiva e interpela, que no pasa desapercibido y que, por el contrario, nos sumerge en un viaje que se gesta en el terreno del arte, pero se consolida en “la vida cotidiana, ese medio tan a nuestro alcance”, como decía ella”.

“Para mí, es importante recordar y reivindicar el legado de Victoria porque está presente, pero no la conocemos”.

Alina Santa Cruz

En este sentido, puede resultar interesante establecer un paralelo entre Victoria Santa Cruz y la cantante norteamericana Nina Simone, nacida en 1933, solo 11 años después que la artista peruana. Más allá del evidente parecido físico, notable en diversas etapas de la vida de ambas, también en cuanto a su carácter comprometido, luchador, con letras que generaban reflexiones en quienes las oyeran, además de las similitudes en las circunstancias adversas que superaron –la discriminación entre ellas- y en cómo remecieron a sociedades que aún no parecían preparadas para sus palabras y su voz. Mientras Victoria representaba con danzas y coreografías en “Me gritaron negra”, “Hay que barrer” o “Basta ya”, Nina lo hacía interpretando temas como “To Be Young, Gifted and Black”, “Four Women” o “Ain’t Got No (I Got Life)”. Una lo hizo sumergiéndose en las raíces negras del Perú, a través del festejo, el landó o el alcatraz; la otra, revitalizando géneros afroamericanos como el blues, el jazz, el soul o el rhythm and blues, hasta ser llamada “La sacerdotisa del Soul”. A pesar de que pudieron cruzar sus caminos en Paris o Estados Unidos en algún momento, no hay pruebas de que se hayan conocido. Sus vibraciones, sin embargo, latieron paralelas.

Rodríguez Pastor, quien estuvo con ella en agosto del 2007, en su última presentación pública, destaca también que Victoria logró una sucesión de hitos desde el inicio de su carrera. En 1959, fue invitada por su hermano Nicomedes a codirigir la compañía Cumanana, que coloca los cimientos del teatro negro en el Perú con un elenco integrado por “negros y mestizos de negro”, según sus propias palabras. Por esos días le compone la música a una letra de Nicomedes –cosa que se haría usual entre los hermanos- “Callejón de un solo caño”, que sería su tema más conocido y más tarde daría pie a un musical. En poco tiempo, Victoria se convertirá en la primera afroperuana en dirigir un grupo teatral, en protagonizar un montaje y en ser la voz solista de producciones musicales de larga duración, como con “Nicomedes Santa Cruz y su conjunto Cumanana” (1959) o “Ingá” (1960), con temas y composiciones del folklore tradicional afroperuano. Por esos mismos años escribe y protagoniza también obras para la televisión, como “Cierta servidumbre” (1962), es la primera afroperuana que estudia teatro en Europa y, a su regreso, se presenta junto a su compañía Teatro y Danzas Negras del Perú en las Olimpiadas Culturales de México 1968 ante una audiencia de 400 millones de personas en el mundo. Como pueden ver, todo sucedió en menos de una década.

Victoria frente al Sena. París, 1965.
Victoria frente al Sena. París, 1965.
/ Archivo Familia Santa Cruz

Legado victorioso

“Es de vital importancia su rol como directora y maestra, por ejemplo, en el Conjunto Nacional de Folklore, institución que fundó y dirigió durante una década, un periodo en el que tuvo que sortear numerosas trabas y oposiciones, pero sobre todo una época gloriosa para la cultura nacional, que bajo su dirección mostró su riqueza en teatros del Perú y del mundo, recibiendo elogios y reconocimientos”, nos dice Rodríguez Pastor, quien también fue editor de la segunda y tercera edición de “Ritmo: el eterno organizador”, el libro de Victoria que reunió su legado tan polifacético como profundo.

“Para mí, es importante recordar y reivindicar el legado de Victoria porque está presente, pero no la conocemos”, nos dice Alina Santa Cruz. “Está presente porque el que conoce solo “Me gritaron negra”, sabe que hay una señora que dice eso, está impactado. Sin embargo, no conoce toda su obra, no conoce todo su legado y ese legado puede aportarnos porque nos interpela, nos llama a conocernos a nosotros mismos. Y ahí hablo de sus guiones, su música, sus canciones, sus composiciones. Sus letras pueden parecer incluso cándidas, pero sin embargo con palabras simples sabe levantar y generar la pregunta en uno. Y son preguntas que normalmente nos llevan a nuestra propia construcción en un país con mucha diversidad”. Bien lo dijo la propia Victoria en una entrevista con Marco Aurelio Denegri, a principios de este siglo: “Si no estamos conectados con nosotros mismos, no podemos conectarnos con los otros”.

Para la sobrina nieta de la artista, “Necesitamos conocernos a nosotros mismos, pero necesitamos conocer también al otro que se supone forma parte de la misma nación, aunque, aparentemente, no se me parece: tiene una expresión distinta, color distinto, otras costumbres y otras músicas y danzas”. Finalmente, nos deja una reflexión que sintetiza el carácter ecuménico en la obra de Victoria Santa Cruz: “Su legado nos sirve a todos y es importante en un país en el que hablamos de los aportes, no de los afroperuanos solo para los afroperuanos, sino de los afroperuanos como elementos constructores de nuestra nación, de nuestro país, de nuestra cultura. Victoria, con su presencia actual, lo vuelve presente y visible. Ella deja un legado para los afroperuanos, para todos los peruanos y para toda la humanidad”.

Su presencia es tan fuerte hoy, que tiene ritmo, tiene fuerza, pasión, percusión y voz, cuyo eco aún suena, como en “Me gritaron negra”: “De hoy en adelante no quiero/ Laciar mi cabello/ No quiero/ Y voy a reírme de aquellos/ Que por evitar -según ellos-/ Que por evitarnos algún sinsabor/ Llaman a los negros gente de color/ ¡Y de qué color! / Negro/ ¡Y qué lindo suena!”

Voz viva

El Ministerio de Cultura declaró el año 2022 como el “Año del Centenario de Victoria Santa Cruz Gamarra”. Como parte de las actividades programadas, el día de hoy se le realizará un homenaje titulado “Victoria Santa Cruz, legado para la humanidad”, desde las 6.30 p.m. Será transmitido por Facebook Live a través de la página del Mincul

Tras los pasos de Victoria


En el centenario de su nacimiento, Luis Rodríguez Pastor lanza 'Ven a mi encuentro. La Ruta de Victoria Santa Cruz', un tour de tres horas que atraviesa los lugares del centro de Lima que fueron fundamentales en la vida y obra de la versátil artista. Entre ellos, el Teatro Municipal, el Teatro Segura o la calle Quilca, mientras cuenta sus más suculentas anécdotas. Va en cinco fechas: jueves 27, viernes 28, sábado 29, domingo 30 y lunes 31 de octubre, de 10 a.m. a 1 p.m. Costo: 30 soles.

Para más información: https://fb.me/e/20MOtIPwq

Victoria tras Victoria

Para mayor información sobre la vida y trayectoria artística de Victoria Santa Cruz, puede consultar aquí: https://www.familiasantacruzgamarra.org/el-centenario-de-victoria