Nicolas Jaar, el prodigio de la electrónica llega a Lima
Nicolas Jaar, el prodigio de la electrónica llega a Lima
Czar Gutiérrez

Mientras todos los demás estudiantes duermen en un campus bajo cero, la luz fosforescente arde en una habitación de la facultad de literatura de la Universidad de Brown, la más ‘fashion’ de la élite norteamericana. El joven estudiante tiene 17 años y junto a una ruma de libros de artes plásticas, filosofía, historia y mitología, manipula un artefacto que emite destellos. El dulce sonido del silencio gobierna el campus, pero en los audífonos del electricista cantan los ángeles de metal. Y el cielo de la red es un arco iris de estrobos. Nubes artificiales brillan tras billones de bits y un horizonte de nieve. Mientras todos duermen bajo el frío, el estudiante de filología celebra un ritual. Es su manera de ascender y besar la frente del viejo y buen Dios.

DEUS EX MACHINA
2007. No ha cumplido aún la mayoría de edad, ha lanzado una serie de singles (“Early Works”) y en su coctelera ya tenía el “Space Is Only Noise”, álbum debut que finalmente editaría el 2011 mientras estudiaba literatura comparada en Providence, la ciudad de Lovecraft. (Nueva York, 1990) es, sin ninguna duda, la estrella más temprana que ha alumbrado la electrónica del nuevo siglo. Un pequeño astro que ya encabezaba festivales y comandaba las mejores fiestas del planeta. Mucho antes de que él mismo estuviese autorizado a beber licor.

¿Te crees realmente el niño prodigio de la electrónica? Jaar no contesta. Hijo del cineasta palestino-chileno Alfredo Jaar y de la franco-chilena Evelyne Meynard, Nicolas nació en Manhattan bajo la sombra de un exilio provocado por Pinochet. Cuando tuvo 2 años sus padres se separaron y regresó con su madre a Chile. Esa estancia lo marcó a fuego. Siete años después regresó a la Gran Manzana y procesó la experiencia manipulando los cerebros de las máquinas infernales del siglo XXI: techno modulado con soul, acid house, house progresivo. Fue del endemoniado redoble del jungle a los martillazos del drum and bass. Así hasta ubicarse junto a James Blake y Francesco Tristano como uno de los DJ independientes más importante del mundo.

E inundó el globo con algo que suena a house, a funk. A algo que no se parece a nada. Perito en la improvisación, después de tanta electrónica buscó un refugio sicodélico lanzando “Darkside” (2011) junto al guitarrista Dave Harrington. Luego traviesamente remezcló a Daft Punk (“Daftside”, 2013) mientras emitía la poderosa trilogía de LP que lo consolidó en el espectro: “Space Is Only Noise” (2011), “Pomegranates” (2015) y “Sirens” (2016), granadas de arte abstracto oscurecido por un electricista tan brillante como políticamente incorrecto.

EL ARTE EN FLOR

—Hablas de la nostalgia familiar como un combustible de tu música. Nostalgia que parece mezclada con el dolor de Chile pos-Pinochet, ¿me equivoco?

Tienes razón. De alguna manera mi generación todavía vive en el mundo de nuestros padres. Lo podemos ver en el ‘brexit’, en Trump, etc. Un nuevo triunfo de la derecha. La idea que teníamos de “progreso” casi ya no tiene sentido. El dolor de la dictadura de Pinochet es algo muy específico, pero dentro de ese dolor también está el dolor del capitalismo. El dolor del imperialismo americano, el dolor del triunfo militar. Creo que el mundo de la cultura tiene que crear un espacio de oposición contra ese dolor. El arte tiene que ser la flor que crece en el desierto.

—¿Y cómo internalizas el sufrimiento palestino, que te toca por línea paterna? 

Es la primera vez que un periodista me hace esta pregunta. Nadie quiere hablar de este tema. Es una situación muy difícil y complicada. Me gustaría poder escribir una canción sobre Palestina, pero la realidad no se puede describir con palabras. 

—¿La música de baile puede ser un lugar de protesta?

No lo sé. Es una pregunta que trato de responder cada vez que hago un concierto. Pero como dice Víctor Jara, la música es el producto de un contexto económico y social. Hasta la música que no es política es política. Hoy en día, ¿cómo puede uno pretender que un festival con diez sponsors sea un lugar de protesta? Aun si uno puede crear un momento de oposición, es solo un momento. La fuerza del sistema es impresionante.  

—¿Qué conoces de la música peruana?

Me gusta mucho la cumbia, por ejemplo Juaneco y su Combo. Es un sonido único, muy psicodélico.

—¿Puedes contarnos acerca del arsenal electrónico que manejas? ¿Qué aparatos te acompañan?

Una drum machine Tempest, un Minitaur de Moog para los bajos, un sistema modular, un MS20, unos loopers, un prophet y unos controllers midi.

—Tu música en una sola palabra.

‘Work in progress’​​.

MAS INFORMACIÓN

Lugar: Centro de Convenciones de Barranco. Dirección: Rep. de Panamá 220, Barranco. Fecha: martes 24 de enero, 9 p.m. Entradas: Joinnus.

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