LILIA CÓRDOBA TÁBORI
Tengo 46 años. Soy actor, locutor, conductor de televisión, esposo de Viviana y padre de Maurice. Interpretar a Raúl Pereyra en “Natacha” marcó mi carrera. En estos días estoy grabando la serie “Cholo Power” y ensayando para una comedia musical ambientada en los años 80. Además, está por estrenarse la película “Sueños de gloria”, en la que interpreto al malo de la historia. Es bacán serlo. ¿Mi mayor virtud? Soy apasionado y comprometido con mi trabajo. ¿Mi peor defecto? Soy obsesivo. Además, soy chocolatero. Me encantan los postres.
Si se da un salto por YouTube encontrará a un joven Paul Martin bailando con una guitarra imaginaria la canción “Scuttle Buttin” de Stevie Ray Vaughan en un comercial ochentero de Pepsi. “Me muñequeé un poco porque era el único personaje y recién estaba ingresando a la actuación”, recuerda.
— Hablemos de esa época de adolescente. ¿En qué lugar vivías? Hasta los 17 años viví en San Antonio, Miraflores. Desde los 18 hasta los 21 paraba en Balconcillo. Salía con Toño Vega. En el 87 conocí a Carlos Alcántara en la novela “Paloma”. Fue mi primer protagónico.
— Antes de dedicarte completamente a la actuación estudiaste Psicología. ¿Por qué? Para la tranquilidad de mi papá y para aplicarla a los personajes que podía interpretar. En ese entonces tenía la actuación en la mira porque sentía que era lo mío. Paralelamente empecé a trabajar en la notaría Gálvez de Sáenz Peña (Callao).
— ¿Qué hacías allí? Legalizaciones, ponía sellos y me iba a Registros Públicos. Mi rutina era muy agitada. Trabajaba en las mañanas y almorzaba en el ómnibus camino a la universidad. Por la noche iba a los ensayos del grupo de teatro. Hasta que en un momento el trabajo en el teatro y la tele aumentó y tuve que dedicarme de lleno a la actuación. Siempre me gustó el teatro, pero a los 16 años empecé a acercarme a través de lecturas y con unos amigos formamos un grupo amateur.
— ¿Qué significó para tu carrera actuar en “Natacha”? Para entrar en la memoria colectiva tienes que hacer algo que pegue muchísimo. “Natacha” era una novela blanca. No había escenas violentas ni de sexo. Cuando el productor Humberto Polar me llamó para ofrecerme el papel protagónico estaba por viajar a Huaraz. Iba a actuar en la película “El Pistaco”. Me dijo que esta era mi gran oportunidad.
— A partir de allí te etiquetaron como el galán de galanes. Nunca me consideré así. Hacer papeles de un hombre seductor te permite explorar una de las aristas del personaje. Pero es maravilloso cuando te dan la oportunidad de interpretar roles distintos como el virrey en “Eva del Edén”, que era explosivo, apasionado e intenso. Fue divertídisimo interpretarlo.
— ¿Qué transformaciones has hecho para crear un personaje? Para interpretar a Raúl Pereyra tuve que dejarme crecer el bigote a fin de parecer mayor. En ese entonces tenía 23 años. En Ecuador subí 12 kilos para interpretar al dueño de un canal de televisión. El personaje requería no solo el peso actoral sino físico.
— ¿Qué sacrificios hiciste para trabajar en Ecuador? Separarme de mi hijo recién nacido. El primer mes fue un sufrimiento terrible. Solo lo veía a través de Internet. Fue duro, pero luego vinieron a vivir conmigo.
— Tu papá murió de cáncer cuándo estabas allá. ¿Cómo fue tu relación con él? Al ser el menor de cinco hermanos, no teníamos tanto tiempo para compartir. A los 17 años le dije: “Vámonos a tomar unas cervezas”. Hablamos de las cosas de la vida y de lo que nos estábamos perdiendo. A partir de ese momento fuimos patísimas.
— ¿Cómo te ha cambiado ser papá? Me siento mejor ser humano, hijo, hermano, amigo, esposo e incluso actor. Te mueve muchas fibras que desconocías.
— ¿Cómo es la relación con tu hijo Maurice? Tiene casi 7 años. Es muy cariñoso. Le trato de contar cosas. El otro día le explicaba cómo se hacen los hijos.
— ¿Qué opina Maurice de tu trabajo como actor? Le encanta. La primera vez que me vio en el teatro fue cantando en la obra “Viaje a la luna”. Esperaba que me saludara, pero se quedó pasmado. Después empezó a sonreír. La vio como 20 veces. Para un niño es mágico el mundo de la tele. Cuando era chico conocí a Martínez Morosini. Fue impactante. Estoy tratando de convencerlo para que sea geriatra y me atienda cuando sea mayor. Pero quiere ser actor. No lo incentivo. No me gusta llevarlo a los sets de televisión o al teatro. Aunque siempre me acompaña cuando hago locuciones. Un día me dijeron si él podía grabar una. Lo hizo muy bien. Tenía 4 años. Su talento es mayor al que yo tenía a su edad.
— ¿Ser padre te incentivó a trabajar en “La buena vida“? Antes de que naciera mi hijo decidí empezar a comer sano y dejar de tomar en reuniones. Cuando comencé a hacer locuciones para Media Networks, les comenté que tenía el proyecto de un programa de salud. En ese momento estaban reestructurando uno de ese corte. Se incluyeron temas deportivos y nutricionales. Voy año y medio conduciéndolo con Pepe Recoba.
— ¿Crees que un actor se hace a los 40 años? A esa edad la experiencia de vida te da más elementos para componer a los personajes.
— Te mueves como pez en el agua tanto en el cine, el teatro y la televisión. ¿Podrías escoger a uno de ellos? Bueno, me quedó con la magia del teatro, el sueldo de la televisión y lo impresionante del cine.