EDUARDO LAVADO GAGLIARDI SOMOS

Durante los últimos dos años, muchos han estado detrás de Pedro Suárez-Vértiz intentando que dé detalles sobre ese desorden en el habla (disartria) que apareció de pronto para reescribir por completo el guion de su vida. Ahora, si sale al cine con su esposa, el hecho se convierte en Pedro se dejó ver en público en los medios, como si se tratara de El hombre elefante. Quieren saber qué tiene, qué le pasa, qué tan grave es, con el mismo interés con el que se arremolinan las personas ante un cadáver sobre la pista. Pero Pedro se siente más vivo que nunca. Lo quiere demostrar con el libro que está por publicar y que representa para él ese nuevo camino que hoy le toca transitar en la vida. Por lo demás, en la intimidad de su casa todo sigue igual. Ayuda a sus hijos con las tareas, posa para las fotos de su hija universitaria y ama más que nunca a Cinthya. Porque en casa no hay preguntas que responder.

Hay que dejar que se consuma hasta la última ceniza, dices en tu libro con relación a tu alejamiento de la escena pública. Hoy estás de vuelta. ¿Cómo te diste cuenta de que era el momento adecuado? Me refería a las cenizas de lo que fueron semanas intensas de especulaciones periodísticas sobre qué enfermedad podía tener. Al no salir en cámaras dejaba la cancha limpia para que se explote la duda desmedidamente. Se pusieron de moda los reportajes de ¿Qué tiene Pedrito?, con doctores barajando miles de males. Sé que esas tormentas se deben dejar pasar, es un principio en la política y siempre lo aconsejo. Pero debo admitir que cuando me ocurrió, la tentación de salir y enfrentarlo era irresistible. Aun así me mantuve al margen.

Pero tú mismo luego empezaste a dar explicaciones en tu cuenta de Facebook… Valió la pena publicar mi diagnóstico completo en Facebook y aguantar las exageraciones de la prensa un rato. El sensacionalismo se deshincha con las semanas y al final queda la verdad. Siempre.

Dices en tu libro que una vez que te enteraste del problema que tenías lo asumiste y que no hubo espacio para la depresión. Pero hoy, cuatro meses después de que nos reuniéramos para proponerte una columna en Somos, tu mirada ha recuperado luminosidad. Tiene que haber sido una etapa oscura por más que no quieras admitirlo. ¿Cómo te vas a deprimir con dos hijos en el colegio, una hija en la universidad, hipotecas, seguros por pagar, inversiones en la música y miles de responsabilidades más? Por suerte Movistar siempre siguió auspiciándome, las regalías siempre caían, luego vino Somos, en fin, trabajo había. Quizás mi mirada cambió de la inseguridad de no saber qué escribir cuando me propusiste hacerlo a ya sentirme más ubicado haciéndolo. Porque siempre he disparado y disparado reflexiones y me han adulado por eso. Es más, así es mi libro. Pero en una labor de columnista no puedes ser tan sicodélico. Quizás la etapa oscura haya existido, pero digamos que esa cosa negra la utilicé como petróleo para encender los motores de mi continuidad. Tengo mucha motivación hoy en día y creo que no hay mejor alimento que ese.

Uno puede temer en algún momento una enfermedad mortal, pero quizás resulte más duro sobrellevar un problema motoro que afectó tu bien más preciado: la voz. ¿Cuántas veces repetiste en silencio Por qué justo eso? Más se lo preguntaba mi esposa. Yo jamás. En eso, como buen hipocondriaco, soy bien absurdo. Es decir, más me angustiaba antes cuando creía que estaba enfermo y buscaba los síntomas en Internet. Eso es algo que no entiendo. Además, desde chico tomé la decisión de que nada ni nadie me iba a hacer infeliz. Siempre siento que, si sufro, le estoy dando gusto a alguna fuerza maligna y me resisto. Además, una enfermedad neuromuscular puede haberte atacado con más agresividad y en mi caso hoy solo se manifiesta en los músculos del habla. Dentro de todo, he tenido suerte.

¿Es injusto, es paradójico, es una prueba? ¿Cómo lo sientes? Buena pregunta, no me creo eso de las pruebas. Me parece muy cruel decirle a un enfermo terminal de cáncer que lo que está pasando es una prueba. Eso es prácticamente culparlo de falta de fe si no se cura. Es paradójico, sí. Irónico, no. Es mi destino, lo que me tocó y no le doy más bola. Trato de mantener mi ánimo independiente al problema. Pensé que era un acto mitómano, un disfraz sicológico, un acto de negación, pero no. Ya tengo el problema desde hace más de cuatro años y no me ha dado ningún patatúz. De hecho, Dios me ayuda mucho. No veo otra explicación. Creo que si no hubiera sido creyente, y soltero y sin hijos, la historia hubiera sido completamente distinta. Eso sí, necesito más comodidad que antes. La fama me está fastidiando mucho. Siento la exposición mediática como algo banal ahora. Encima no hablo en cámaras. No tiene sentido enfrentarlas.

Reniegas mucho de la fama en tu libro. Pero sabías que era parte de este juego en el que estás montado desde que decidiste ser cantante

Para la foto de Somos cogiste una guitarra luego de dos años. ¿Qué viene ahora? Ok, no podrás cantar, ¿pero no puedes formar una banda como Santana, tú en la guitarra y un cantante poniendo voz a tus composiciones? Lo hemos estado evaluando y lo seguimos haciendo. Todavía hay un álbum enterito que nadie conoce y que saldrá este año o el próximo. Decidimos no sacarlo porque los medios estaban muy distraídos conmigo y no se iban a concentrar en mi música. Pero además debo reacostumbrame al ojo público. Hoy, las multitudes me chocan. Últimamente en todos los matrimonios a los que voy siempre ponen canciones mías y la recepción entera me rodea y me canta. Lo aprecio y agradezco, pero me he desacostumbrado mucho. A veces ni sé cómo reaccionar. No quiero apurar las cosas, salen mal. Si me pusiera a hacer música ahorita apagaría la atención que hay sobre mi libro. Creo que la vida es muy sabia y por eso hay que seguirla, y eso hago.

Puedes ver la entrevista completa en la edición impresa de Somos (pág. 56).:https://elcomercio.quioscodigital.pe/?ref=ecb

Además, lee en exclusiva un extracto de su novela en la misma revista