"Hamilton", una obra audaz y provocadora [Crítica]
"Hamilton", una obra audaz y provocadora [Crítica]

No son pocos los musicales que han pasado del llamado off Broadway a las grandes ligas de las artes escénicas. Pero algunos de ellos no solo han logrado instalarse en la Vía Láctea de Broadway, sino que han revolucionado el género mismo. Los casos más recientes fueron “A Chorus Line” (1975) y “Rent” (1996). Ahora es el turno de “Hamilton”.

Si bien es cierto que las últimas temporadas de Broadway han tenido una buena dosis de talento e ingenio, algo les faltaba: novedad. No había nada nuevo. Solo repeticiones al infinito de las mismas fórmulas que hemos visto hasta el cansancio y que son respaldadas por los aplausos de los entusiasmados turistas.

Entonces, aparece alguien y las cosas cambian. Y cuando eso sucede es como si se tratara de una fuerza de la naturaleza. Es lo que sucede actualmente con “Hamilton”, que se presenta en el teatro Richard Rodgers. Todos se rinden ante su talento. Y no solo se refleja en la aprobación de los críticos y la acogida del público. Va más allá. The New York Times, acostumbrado a traer abajo los shows más aplaudidos, lo celebra sin condiciones y, lo más inesperado, Anna Wintour le abre las puertas de su inaccesible dominio, la revista Vogue. Si esto no es una conspiración de talentos e influencias, ¿qué es?

Afortunadamente, a veces las conspiraciones son para bien. Porque “Hamilton” es la respuesta a nuestras oraciones en términos teatrales.

“Hamilton” se estructura como una pieza musical de ritmos alternativos, como el rap o el hip hop, que ya se habían incorporado al teatro aunque no de manera integral. Su autor y estrella, Lin-Manuel Miranda, cuenta la historia de la Independencia de Estados Unidos y, desafiando todas las reglas, reparte los papeles de los padres de la patria entre actores negros e hispanos. El tono irónico del montaje, sumado a aspectos muy logrados como la coreografía y los elementos visuales de la producción, otorgan un prodigio escénico. En “Hamilton”, más allá de las virtudes escénicas, hay una reinterpretación histórica que sacude todas las reglas. En esta historia no hay ídolos, sino una serie de personajes que se enfrentan al poder totalitario para crear una identidad nacional. Y en esa lucha hay intereses personales, enfrentamientos, intrigas y una buena dosis de sentimientos enfrentados. La dirección va por cuenta de Thomas Kail, un realizador hábil y con propuestas muy ingeniosas.

Pero el principal talento en “Hamiltom” es Lin-Manuel Miranda, autor del texto y compositor de la partitura musical, además de dar vida al protagonista de la obra: Alexander Hamilton (1755- 1804), brazo derecho de George Washington. No es la primera vez que Miranda seduce a Broadway. Triunfó por todo lo alto con “In the Heights” (2008), un poema musical que puso en el mapa de Broadway a la sociedad hispana de Nueva York. Algo que no sucedía con éxito desde los tiempos de “West Side Story” (1957). Luego se integró a la constelación de estrellas del teatro musical y ahora nos sorprende con “Hamilton”. Audaz y provocadora, esta obra será recordada por siempre como una inusual lección de historia. Interpretada por esas minorías raciales que hoy luchan por reivindicar sus derechos. Los mismos por los que Hamilton, Washington y el resto de padres de América hicieron una revolución en 1776.

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