Un "Huracán" que no llega [CRÍTICA TEATRAL]
Un "Huracán" que no llega [CRÍTICA TEATRAL]

La búsqueda de una dramaturgia nacional es una tarea que compromete a todos los amantes del teatro. Principalmente porque el drama, al igual que las artes en general, son elementos claves en la construcción de esa identidad que tanto necesitamos. De manera que cada estreno de una obra escrita por un autor peruano constituye un paso más hacia esa meta. 

En “Huracán”, escrita y dirigida por Chiara Roggero, se intuye una búsqueda de emociones universales que pueden tocar a todas las personas que han amado, perdido y vuelto a amar. Sus protagonistas son dos hombres, padre e hijo, que comparten un mismo dolor. Ambos perdieron en el mismo accidente a sus respectivas esposas. Y la acción se sitúa en Nueva York, durante la llegada a la ciudad del huracán Sandy. Jack y Collin han decidido pasar juntos la noche y de manera intempestiva acogen a una joven mujer que ha perdido las llaves de su propio departamento. Como es de esperarse, la visita inesperada se convierte en una fuerza capaz de liberarlos de sus cadenas con el pasado.

Construida con elementos típicos de una comedia dramática, “Huracán” me llama la atención no solo por estar ambientada en Nueva York, sino porque sus protagonistas son estadounidenses. No quiero decir que un autor peruano no pueda escribir una obra ambientada en París o en la Patagonia. De ninguna manera. Decir lo contrario significaría limitar la creatividad y la libertad artísticas. Lo que sí creo y esto se aplica para los dramaturgos en general, más allá de sus nacionalidades, es que deben imprimir verdad y preocupaciones reales en sus obras. No hacer un calco de una fórmula probada hasta el cansancio y bajo la apariencia de ingeniosa presentarnos una obra que finalmente nos deja indiferentes. Y me temo que “Huracán” va por allí.  

La obra de Roggero explora en la fórmula del ingenio para sorprender a medias a un auditorio con ganas de entretenerse. Coloca a sus personajes en una situación extrema y nos conduce por un despertar emocional artificial. Las escenas se desarrollan de tal manera que evidencian un esquema de elaboración de guion mecánico. La frase oportuna, la indirecta perfecta, la palabra clave. Todo contribuye a la creación de una situación que fácilmente podemos prever. Tiene rigor en la forma pero carece de creatividad y, sobre todo, de un motivo real de fondo. Y, claro, gran parte de los diálogos pueden resultar divertidos en el papel impreso pero no sobre el escenario. Una verdadera pena porque el esfuerzo es enorme y se puede ver en un nivel de producción muy logrado.  

El reparto no logra levantar el pulso de la obra. Solamente Omar García consigue ubicarse al margen de tanta banalidad. Lo hace apostando por una naturalidad que lo mantiene a flote con cierta dignidad. Hay una evolución muy efectiva en la manera de aproximarse a Collin y resulta interesante observarlo a medida que su personaje fluye. No podemos decir lo mismo de Sergio Paris, en el papel de Jack, que luce débil y poco convincente. Tampoco Fiorella Pennano logra despegar con un personaje tan poco original que incluso se llama Lola. Intenta ser audaz en su seducción pero nada en su rol resulta creíble. Si el título de la obra se refiere no solamente al huracán que azota la ciudad, sino a los efectos que esta mujer produce en sus anfitriones, me temo que no cumple con ello. Lola, tal como está construida, no pasa de ser una simple brisa. 

Para explorar en las relaciones familiares, el dolor de la pérdida o el descubrimiento de nuevas maneras de amar no hace falta ir hasta Nueva York. El capricho termina siendo un viaje caro e inútil. Por eso, no debemos perder de vista la gran lección que nos dejaron los clásicos. Shakespeare y Racine escribieron dramas sobre países a los que nunca viajaron. Pero no se trataba de caprichos escénicos porque supieron imprimir allí sus ideas sobre el mundo que conocían. Encontraron también allí las raíces de una civilización que les seguía pasando factura y que al revisarla podían entender finalmente el presente que les tocó vivir.

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