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Una gata sobre el tejado caliente de zinc
Eduardo Lores

Primera imagen, el torso desnudo de Brick (Rodrigo Palacios) bajo la ducha de la alcoba donde sucederá la acción; Maggie, su esposa, en ropa interior, se alista para la cena de cumpleaños de su suegro (Papá). Están en su casa. El tiempo y el espacio han sido modificados: ni son los cincuenta ni el Deep South de Tennessee Williams, la decoración es contemporánea y el lenguaje limeño. Brick, lesionado de la pierna, tiene que andar con muletas y está alcoholizado; Maggie intenta llevarlo a la cama, no se sabe si lo que quiere es recuperarlo –ya que él no quiere nada con ella desde que sucedió el incidente– o simplemente que la preñe para garantizar la herencia que les intenta arrebatar su cuñado, el leguleyo Gooper (Diego Lombardi), atizado por su mujer, la codiciosa Edith (Annelise Fiedler). Papá (Gustavo Bueno), en fase terminal, cumple 70 años y, para que la pase bien, le mienten diciéndole que el diagnóstico estaba errado, que tiene muchos años por delante. Se la cree y cambia su actitud de convaleciente pasivo por la del macho dominante que lo caracterizaba, soltándose a decir las cosas sin tapujos, tal como le sale del forro. Es duro con su esposa (Grapa Paola), con sus hijos y nueras, dejando en claro que deplora las maquinaciones de Gooper para quedarse con su fábrica dejando a Brick en la calle. Como en "Gato Pardo", el cura que lo ronda (Chipi Proaño) es simplemente decorativo y servil, sabe que él también está detrás de su plata.

Maggie es quien más se parece a Papá, viene de abajo, sabe lo que es la pobreza y le rehúye con todo su ser. Ella no puede admitir que su exitoso y atlético marido haya caído en la depresión, rehúye aceptar que ha sido ella la causante. Como una gata en celo, ronronea a su alrededor, está convencida de que un hijo suyo garantizaría la herencia y lograría restañar las heridas matrimoniales. Brick, frío como un témpano, la mantendrá a raya, le cuesta perdonar a la causante del incidente que provocó su desmoronamiento.

Papá es un self made man, que se ha hecho rico y preferiría dejarle su fortuna a Brick, si lograse desatar el nudo que lo amarra a la dipsomanía. En el diálogo descarnado pero liberador que logra entablar con él, Gustavo Bueno logra en las tablas la altura que ha alcanzado en la pantalla. El resultado de esa chocante polémica es la catarsis que esclarece la oscuridad trágica de la pieza.

La historia de Caín y Abel no termina nunca (la vemos groseramente en el doloso pleito entre Keiko y Kenji), pero el arte del dramaturgo convierte esos conflictos intestinos por el poder en objeto de delectación estética.

La cineasta Joanna Lombardi arranca con pie derecho su camino en la dirección teatral. Con la asistencia de su experimentado hermano Diego, ha logrado una puesta sólida en la que el elenco funciona como un cuerpo articulado, ritmado por las palpitaciones de Wendy Vásquez en una interpretación muy personal y convincente de Maggie, el corazón de la pieza.

AL DETALLE
Título: "Una gata sobre el tejado caliente de zinc"
Puntaje: 3/5 estrellas 
Dramaturgia: Tennessee Williams.
Dirección: Joanna Lombardi.
Dirección adjunta: Diego Lombardi.
Actúan: Wendy Vásquez, Rodrigo Palacios, Gustavo Bueno, Grapa Paola.
Lugar: Teatro CCPUCP (Av. Camino Real 1075, San Isidro). Hasta el 16 de julio.

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