Julio Cajas. (Foto: Anthony Niño de Guzmán/ El Comercio)
Julio Cajas. (Foto: Anthony Niño de Guzmán/ El Comercio)
Gabriela Ezeta

Eran tiempos de esplendor de los café concert, el Palace Atenea con sus funciones nocturnas a tope, las madrugadas repletas en el restaurante Nautilus de la avenida Ricardo Palma, el apogeo de las revistas musicales en el teatro Leguía y los elencos esperando impacientes sus vestuarios "listos para ayer". Julio Cajas se llama aquel hombre detrás de espectaculares trajes de plumas y lentejuelas; el vestuarista que guarda en su memoria los secretos de noches luminosas y que ha sido testigo de mil historias jamás contadas. Aquel cuya discreción y silencio no tienen precio.

Julio Cajas creció con una madre costurera que le enseñó a confeccionar su propia ropa desde que cumplió 15 años. Cada prenda nueva era una salida obligada a la tienda Singer de la avenida Diagonal, en Miraflores, para comprar los moldes Simplicity que calzaban perfectos en cualquier cuerpo.

Trazando su propia ropa aprendió un oficio al que no pensaba dedicarse. Julio quería ser profesor o arqueólogo. Se hizo maestro de Historia y Geografía, y postergó la arqueología para estudiar primero actuación en la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD), allá por los años setenta.

Siendo aún estudiante, su promoción llevó a escena "Prometeo encadenado" y a falta de presupuesto le encargaron el vestuario. Así comenzó su incursión tras bastidores.

Julio Cajas. (Foto: Anthony Niño de Guzmán/ El Comercio)
Julio Cajas. (Foto: Anthony Niño de Guzmán/ El Comercio)

Corría de las aulas del colegio Fe y Alegría (donde enseñaba) a los ensayos y pruebas de vestuario. No dejó la docencia hasta que se jubiló, aunque sí cambió de cursos agobiado por el poco entusiasmo de sus alumnos. "Soy un apasionado de la lectura y la investigación, la falta de interés de mis alumnos por la historia era para mí muy frustrante. Un día le pedí a la directora cambiar de materia para evitar jalarme al salón completo, y elegí Educación Física. Por suerte, mis estudios de danza con la prima ballerina del Ballet Nacional Hilda Riveros, en la ENAD, fueron extraordinarios".

HILVANAR LA HISTORIA
Julio Cajas ha cosido trajes de todo para todos: desde personajes de teatro clásico, de época, magia y circo, hasta actrices, bailarinas y drag queens. Su trabajo más reciente son los trajes de Simón Bolívar, Bernardo Monteagudo y el pícaro Lucero para la obra "La visita de Bolívar" en el Centro Español del Perú. Sus alfileres han rodeado los cuerpos de las reconocidas Amparo Brambilla, Nancy Cavagnari, Gisela Valcárcel, Analí Cabrera, Teddy Guzmán, Atala... Hace memoria y la lista sigue interminable.

En su solitario taller cerca de la huaca Palao (en Lima norte) conjuga sus amores: la música clásica, la lectura, las telas, las agujas y la historia. "Siempre pienso que no es casual que terminara viviendo tan cerca de la huaca Palao, de la que tanto me habló mi profesor de Historia, discípulo de Julio C. Tello".

En los 90 se fue una temporada a Ginebra para vestir al elenco de una compañía suiza de teatro, que puso en escena "Atahualpa, el fin del imperio". La obra muda tuvo una secuencia de imágenes con vestuario de Cajas, por lo que requerían su presencia para los detalles y cambios durante la temporada. Después de nueve meses de trabajo y de cumplir su sueño de conocer París, el vestuarista regresó a su taller y a su huaca. "Es extraño pero cuando el corazón manda, la lógica de lo conveniente no encuentra lugar".

Entre sus recuerdos aparecen Mocha Graña –cuyo reconocimiento a su trabajo fue inmediato– y dos bailarinas a las que él llama "mujeres-motor": Yvonne von Mollendorf y Vania Masías. De los hombres de teatro, Cajas se declara admirador incondicional de Edgard Guillén. "Puedo mencionarte a otros, pero en Edgard se conjugan lo minucioso, la investigación, la exigencia, lo detallista". Estas características casualmente describen al propio Cajas, quien podría pasar horas contando anécdotas teatrales, aunque secretos, ni uno solo. Vestir –y desvestir– implica una intimidad particular, cierta vulnerabilidad que algunos manejan con más confianza que otros. Cajas sabe que lo escuchado en esos momentos de probar, medir, cortar e hilvanar se acerca mucho al secreto de confesión. Soltar prenda sería traicionar su arte de hilar fino.

​Puntadas con arte: Mocha Graña

Menuda, risueña y aguda; autodidacta y poseedora de un talento innato, Mocha Graña Garland fue la primera diseñadora del Perú. De sus comienzos solitarios cortando y diseñando a punta de intuición, sin patrón, molde ni guía, llegó a supervisar un taller con 30 costureras. No había celebración ni evento social o cultural sin la presencia de Mocha ni persona que no se rindiera ante su personalidad franca y directa. Lo mismo podía diseñar un vestido de novia que un vestuario de época. Generaciones de diseñadores la admiraron, entre ellos Julio Cajas, quien temblaba ante la posibilidad de un encuentro con ella. Felizmente, de ellos salió siempre airoso y reconocido.

MÁS INFORMACIÓN
Obra: "La visita de Bolívar".
Lugar: teatro Federico García Lorca del Centro Español del Perú (Av. Salaverry 1910, Jesús María).
Horario: de jueves a domingo a las 8 p.m.
Hasta el 3 de junio.

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