Yohann Turbet, director de la Alianza Francesa de Lima. (Foto: Alessandro Currarino/ El Comercio)
Yohann Turbet, director de la Alianza Francesa de Lima. (Foto: Alessandro Currarino/ El Comercio)

Yohann Turbet Delof, director de la Alianza Francesa, comenzó a radicar en Lima hace tres años. En paralelo, organizó el festival Temporada Alta (cuya tercera edición termina hoy), evento que entre su primera edición (del 2016) y la actual ha duplicado el número de obras que ofrece. Tras un tiempo más que prudente para dar un comentario certero sobre la movida cultural limeña, conversamos con él.

—En una entrevista, afirmó que en el Perú no se considera la cultura como algo esencial para construirnos como nación. ¿A qué cree que se deba eso?
Es que, efectivamente, los políticos se concentran en las necesidades básicas de la población como comida, vivienda, salud y, eventualmente, la educación. Mucho después está la cultura. En ese sentido, el Perú no es un caso particular. Muchos países nos olvidamos que la cultura responde a necesidades vitales del ser humano. Nos olvidamos también que es un derecho fundamental y una necesidad vital, porque nos ayuda a relacionarnos con otros, a dar nuestros puntos de vista y escuchar otras maneras de pensar y ver el mundo. También nos olvidamos de que la cultura es un factor de crecimiento económico muy fuerte. Ahí está el turismo, la creación de empleos en hoteles, etc. Aunque debo decir que los peruanos están tomando conciencia de la importancia de la cultura. Hace ocho años se creó el Ministerio de Cultura, que hace unos meses diseñó una política para el Estado, pero nunca es suficiente.

—Entre tanta turbulencia política, ¿no habría que dudar de la continuidad de ese plan?
Efectivamente, la situación política que vivimos podría generar dudas. Pero lo que hemos visto es que hay voluntad del presidente de asumir cierta continuidad con la gestión anterior del Ministerio de Cultura, porque no nombró a un político, sino a un especialista que se comprometió en mantener el mismo equipo y fortalecer las líneas y objetivos planteados por Salvador del Solar. Nosotros, como actores culturales, tenemos la esperanza de que esas metas, que por fin fueron planteadas, sean cumplidas. A pesar de la coyuntura, tenemos la esperanza de que no volveremos a cero.

—En una de sus columnas, usted habló de la Fiesta de la Música y su carácter subversivo. ¿Será que aquí se necesita algo que rompa esquemas y que tome las calles?
Todas las ciudades necesitan algo así porque hemos olvidado que son un lugar de encuentro. Tenemos autopistas, edificios, negocios, lo que hace que muchos crean que las ciudades son una acumulación de desplazamientos materiales. Me refiero a que las personas van a la farmacia, al trabajo, a la escuela, a sus casas, pero olvidan que la ciudad es más que eso. Por eso siempre insisto en que la calle es una escuela en donde vemos a nuestros pares, pero con sus diferencias, y que el urbanismo debe tomar en cuenta la cultura; es decir, que es necesario crear espacios como plazas, anfiteatros, calles con veredas, etc. De lo contrario, será un lugar individualista, mercantil y materialista.

—Usted ha hablado de la importancia de sacar el teatro a espacios poco convencionales como calles u hospitales. ¿Por alguna razón Temporada Alta no se desarrolla en ellos?
El objetivo de Temporada Alta es mostrar formas de teatro experimentales y disruptivas, y en esta edición hemos tenido teatro gestual, circo, danza contemporánea, y hasta ahora, en efecto, ha ocurrido en espacios cerrados. Sin embargo, en nuestro pequeño nivel, no solo montamos obras en teatros, sino también en salones en donde el público se sube al escenario o galerías de arte en donde interactúa con el artista. La idea es hacer que los espectáculos sean lo menos intimidantes posibles. Pero sí, creo que salir a parques, calles y plazas sería una evolución pertinente y lógica. Eso sería un logro inmenso y creo que sería un gran éxito en Lima.

—En poco tiempo, Temporada Alta ha duplicado el número de obras que ofrece. ¿A qué cree que se deba?
Hace tres años, cuando lanzamos el festival, teníamos muchas ilusiones y mucho estrés porque sabíamos que era una propuesta artística jamás vista en Lima. Pero como siempre le digo a mi equipo, prefiero tener salas con propuestas innovadoras que se van llenando poco a poco, a otras que se llenan en un solo día con propuestas tradicionales. Nosotros no estamos para sacar superávits, sino para crear espacios de diálogo en los que la gente pueda descubrir nuevas cosas. Felizmente, en Lima hay un público fantástico que quiere ver estas novedades: hay quienes buscan descubrir nuevos lenguajes

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