El elenco: Magaly Luque, Anaí Padilla, Karina Jordán, Gabriel Baltuano, Irene Eyzaguirre, Jorge Villanueva y Carlos Victoria. (Fotografía: Juan Diego Rodríguez Bazalar)
El elenco: Magaly Luque, Anaí Padilla, Karina Jordán, Gabriel Baltuano, Irene Eyzaguirre, Jorge Villanueva y Carlos Victoria. (Fotografía: Juan Diego Rodríguez Bazalar)

Un narrador que se desdobla en seis actores y actrices. Un texto que declama la vida y pone la lupa sobre un par de pueblos unidos por un puente. No importa dónde están, el Roland Schimmelpfennig presenta “El gran fuego” (2018) a través de una alegoría, recurso que marca distancia entre los temas que toca y la actualidad. Esa distancia, que pronto se acorta, la aprovechó Ópalo, cuya versión ágil y emocionante se vio en el Goethe-Institut.

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Fiorella Díaz, directora de la obra, tradujo la poética del texto a una coreografía potente que dialogó con música en vivo. Magaly Luque se encargó de eso último con una propuesta que se hizo protagonista desde los primeros segundos de iniciarse la puesta en escena. La hora y 20 minutos que duró “El gran fuego” no podrían haberse sostenido sin Luque.

Lo mismo se podría decir de los seis intérpretes en escena. El ensamble operó casi con la precisión de un reloj -un par de desconcentraciones se hicieron muy evidentes, aunque por la dificultad del texto, se comprenden- y sus cuerpos, como solía decir Jimmy Gamonet sobre el ballet, dibujaron música en el espacio. Carlos Victoria, Irene Eyzaguirre, Karina Jordán, Anaí Padilla y Jorge Villanueva regularon bien la intensidad de sus personajes y supieron mantener un flujo constante de emociones -felicidad, amor, drama, desencuentro, muerte-. A ellos se les sumó Gabriel Baltuano, de la cosecha de Ópalo, quien demostró que su selección fue una buena decisión.

Montar “El gran fuego” parece ser necesario. Se podría pensar que la obra de Schimmelpfennig -uno de los autores favoritos de Ópalo- calza perfecto dentro de la polarización actual -que el escenario (a veces puente, a veces río) divida en dos el auditorio lo confirmaría- y nos muestra que la vida tiene matices. Sin embargo, es justamente la propia actualidad la que nos hace perder de vista que estamos frente a posible un clásico; que, en esa lógica, se trata de una pieza atemporal; y que, quizás, más que una crítica a lo contemporáneo sea el fiel retrato de lo que somos y hemos sido. El dramaturgo plantea una especie de “” que narra historias de desacuerdos a través de declamaciones -muy atinadamente Díaz las distribuyó en todo el elenco- que se suceden durante las cuatro estaciones del año; pensando en los adultos como destinatarios, la pieza termina por ser una fábula sobre la humanidad y su inagotable capacidad para tropezar con las mismas piedras. Los incendios e inundaciones que plantea Schimmelpfennig parecen ser inevitables.


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Obra: “El gran fuego”

Autor: Roland Schimmelpfennig

Traducción: Albert Tola

Elenco: Carlos Victoria, Irene Eyzaguirre, Karina Jordán, Anaí Padilla, Jorge Villanueva y Gabriel Baltuano.

Dirección: Fiorella Díaz Paz

En: Goethe-Institut

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