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Diana Mery Quiroz Galvan

Desde los albores de la humanidad, la luna ha sido objeto de culto y protagonista de un sinnúmero de misterios. Pueblos polinesios, tribus africanas y amazónicas la imaginaban como un ser vivo. En diversas culturas del orbe, como la egipcia o fenicia, ocupaba un lugar importante entre las divinidades.

En el Perú, específicamente en la costa norte, fue la deidad mayor de los pueblos que allí habitaron. Hoy, a 50 años de la llegada del hombre a la Luna, hacemos un breve repaso de las evidencias que existen sobre la estrecha relación entre este cuerpo celeste y los antiguos habitantes de Lambayeque.

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–De la toponimia a las evidencias–

Según la lengua muchik, los mochicas llamaban ‘si’ a la luna, palabra que asociada al vocablo ‘an’ (que significa ‘casa’) ha dado origen a nombres como Sicán o Sipán. Aunque con pequeñas variantes en su escritura, estos términos se traducen, según consenso de los investigadores, como ‘casa de la luna’. Sin duda alguna, este significado nos habla de la extendida adoración en la zona hacia el único satélite natural de la tierra.

Al respecto, Carlos Wester La Torre, director del Museo Arqueológico Nacional Brüning y del Complejo Arqueológico Chotuna – Chornancap, ubicado en el distrito de San José (Lambayeque), señala que “la toponimia de estos lugares está construida en relación directa con la luna. Estos términos aluden a la tierra lunar como escenario geográfico”.Hace ocho años, precisamente en Chornancap, se hizo un hallazgo extraordinario que reafirma la fuerte conexión de las culturas prehispánicas de la costa norte con la luna: el contexto funerario de un personaje de alta jerarquía de la cultura Lambayeque perteneciente al siglo XII o XIII.

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Se trata de una sacerdotisa sepultada con lujosos ornamentos, los cuales dejan en claro su investidura y poder. La acompañan los fardos de otras ocho mujeres. Este fue el inicio de un descubrimiento único. Al retirar la máscara funeraria se encontró una corona de oro que muestra una escena sobrenatural: una mujer sentada, de perfil izquierdo, sobre la luna creciente. Las extremidades de esta figura femenina tienen cabezas de felinos. Frente a ella un telar en forma de cruz completa el enigma. Para Wester, teniendo en cuenta que la arqueología es una ciencia que hace una interpretación de los restos materiales, “los bienes que aparecen junto a la sacerdotisa aluden sin duda al tema lunar. Los frisos circulares que aparecen en las fachadas de la construcción donde fue hallada son categóricos, al igual que la representación de este personaje central en la corona”, sostiene.

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En la tumba también fueron hallados algunos mantos de tela. Los bordes de estos grafican la famosa ola antropomorfa asociada al culto lunar y en el centro ostentan docenas de discos que son interpretados como un mensaje a la luna y al mar. Todos estos elementos permiten concluir, como afirma Wester, que la mujer tejedora representada en un escenario de poder, sentada sobre la luna creciente –con la cual se asocia– y con características del felino lunar ya reconocido desde la cultura Recuay es la “representación de la deidad lunar o diosa de la luna y el mar”, divinidad que hasta antes de este descubrimiento se desconocía, arqueológicamente hablando.

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–Recurrencia de elementos–

Cuenta Wester que en una de las tumbas de Sipán que fueron saqueadas, Walter Alva halló un cetro de cobre de unos ocho kilos. Este tenía en la parte superior un templo y allí una imagen de un ser felínico que estaría en cópula con una mujer. La fémina estaba posada sobre una forma lunar. Otro registro directo de la luna en las culturas prehispánicas ocurrió en San José de Moro, donde se hallaron una serie de cerámicas con una figura recurrente, la representación de una mujer haciendo una travesía marítima en una embarcación que tiene la forma de una media luna. A este ícono, la arqueóloga Alana Cordy Collins lo denominó “La luna es un barco”. También destaca el llamado animal o felino lunar pintado en el recinto de la sepultura de la Dama de Cao.

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No parece casualidad que todos estos elementos asociados a la luna aparezcan en contextos funerarios femeninos. El lazo de poder y jerarquía entre la luna y la mujer hacen pensar en el importante rol del género femenino en las sociedades antiguas. “Los ídolos femeninos de barro en Vichama son la evidencia más remota y contundente sobre la presencia de la mujer con roles muy altos. En ciertas circunstancias, por ejemplo un fenómeno de El Niño, la actuación de la mujer podría generar todo un reordenamiento en medio del caos. Lo que aún queda por definir es si ante los fracasos de los hombres el resurgimiento de la figura femenina fue solo temporal o permanente”, concluye.

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