Marina Vella, profesora titular del Seminario de Urbanismo de la Universidad de Lima, aboga por una ciudad policéntrica con un plan global de acción a largo plazo (Foto: César Campos)
Maribel De Paz

Están ahí, circulando en la web, aguardando para nuestro aprendizaje, las aleccionadoras imágenes del italiano Francesco Tonucci. En ellas, los niños reclaman algo que hoy forma parte de la prehistoria citadina: calles donde jugar. También, las escuelas como trituradoras de libertades y sueños. A Tonucci, precisamente, la arquitecta y urbanista Marina Vella lo señala como un referente para tomar en cuenta a la hora de repensar la ciudad y convertir a en un espacio más amable, vivible, disfrutable. El espacio público como lugar de interacción que nos enseña a cohabitar.

— Con los grandes problemas y soluciones pendientes para esta ciudad, ¿por dónde empezar?
El problema de Lima es un tema administrativo, con una gestión fragmentada donde la ciudad está dividida en 43 distritos más la provincia del Callao con sus siete distritos, lo que quiere decir que hay dos gobiernos autónomos en una misma área metropolitana, cada uno con administraciones, visiones y planes distintos.

— Es el desgobierno.
Claro, se genera una fragmentación en el gobierno, porque no hay un plan general para Lima Metropolitana. La gestión de Susana Villarán hizo el plan Lima 2035, pero la siguiente gestión no lo sacó. Actualmente, cada uno de los 43 distritos tiene sus ideas, sus planes, y eso genera un problema que puedes ver bien claro en la Costa Verde, que no se llega a organizar porque está dividida. Eso es un primer problema para Lima. Y a la vez tienes la informalidad, sobre todo en los distritos más poblados y con pocos recursos.

— Hemos vivido acostumbrados a esto. ¿Cómo debería ser?
Si ves el caso de Nueva York, por ejemplo, tiene una población de más de ocho millones de habitantes y está conformada por cinco distritos, el Bronx, Brooklyn, Manhattan, Queens y State Island, pero cada distrito es representado por un presidente con poderes ejecutivos reducidos y sin poder legislativo. El verdadero poder ejecutivo lo tiene el alcalde de Nueva York, y el poder legislativo lo tiene el consejo municipal de Nueva York. Entonces, en primer lugar está menos dividido, y a la vez el poder más fuerte lo tiene la municipalidad principal de Nueva York, que es la que da todos los proyectos y los otros los ejecutan de acuerdo con esta idea global que se tiene de ciudad.

— ¿Es una añoranza boba pensar que la Lima antigua fue mejor?
Esa Lima antigua, la que añoramos, es una Lima que ya dejó de existir. Ahora es otra ciudad, otra gente, otra población. [El arquitecto] Manuel de Rivero habla de tres etapas de Lima: la de la abuela, la tía y la joven. Las dos primeras ya fueron y ahora estamos en una ciudad relativamente joven que creció tremendamente a partir de los años 50 y 60. Es una ciudad que está aprendiendo a ser ciudad.

— Otro de los puntos pendientes es el de las áreas verdes. Leí la triste cifra de 3,7 metros cuadrados por habitante.
Y debería ser entre ocho y trece, sí. Pero vamos por partes. Acá tenemos un tema administrativo, que es lo primero, y a esto se le suma el tema de la corrupción, que no va a permitir nunca que se desarrollen las cosas como se tienen que desarrollar. Se tiene que tener un gobierno transparente y un ciudadano fiscalizador. Y luego aparece otro tema: si el ciudadano no sabe cómo debería ser la ciudad, no exige nada porque no piensa que podría ser mejor. Lo primero es informar cómo debería ser la ciudad, cuáles son los derechos del ciudadano, qué es la calidad de vida, y a partir de eso el ciudadano comenzará a exigir más a las autoridades. La movilidad, por ejemplo, es un aspecto importantísimo para la calidad de vida. No hay espacios de recreación, la gente está encerrada en su casa, no tienes dónde ir. Se están generando ciudades para la delincuencia.

Marina Vella (Foto: César Campos)
Marina Vella (Foto: César Campos)

— ¿Cómo debería ser una ciudad hecha para el ciudadano?
Con espacios donde estar, actividades para hacer, con iluminación, con facilidad de movilidad. Y pensada para los niños, lo que es fundamental. Una ciudad con calidad de vida tiene que generar espacios donde la gente se pueda desenvolver y ser libre. La conexión con la naturaleza, por ejemplo, es muy importante, la conexión consigo mismo, el ocio, la recreación.

—¿Qué sinsentidos urbanos podrías mencionar de esta ciudad?
Bueno, estoy furiosa con el paseo peatonal en la Costa Verde, con estas farolas amarillas que han puesto cada cinco metros… es una despedida cruel. Justo ayer llegaba del norte y vas por la Costa Verde y ves toda esta franja de palitos amarillos y te preguntas “¿por qué?”. Está bien que haya iluminación, pero hay un tema de diseño. Todo debería ser por concursos y abierto a la sociedad. Debemos tener una opinión. No puede ser que malogren la Costa Verde así. El paisaje es patrimonio de todos.

— ¿Cuál es el gran pensador que deberíamos revisar para esta ciudad?
Hay diversas teorías, como las de Jane Jacobs, Jan Gehl o Francesco Tonucci, que habla de la ciudad para los niños. Se deben diseñar las ciudades a partir de comprender las necesidades de las personas, para generar así espacios públicos activos. Y hay que ver lo que han hecho en Medellín, por ejemplo, o el caso de Bogotá, o Santiago. El año pasado estuve en Ciudad de México, y la diferencia es abismal. Sí, estamos atrasados, y en aspectos como la movilidad y la gestión de residuos hay un abandono. La imagen de Lima es la de los perros comiendo basura en las calles.

— ¿Es una ciudad malvada con sus habitantes?
Las personas, tanto las autoridades como los ciudadanos, han transformado el territorio en esto que tenemos. La ciudad no es malvada en sí. Hemos sido malos con el territorio, más bien. Y siempre está el tema de Lima la gris, Lima la fea, cuando Lima es maravillosa. Tenemos toda esta zona de lomas que es un milagro, uno de los sitios más lindos del mundo, que no lo aprovechamos. ¿Cuántos limeños han visitado las lomas? No somos conscientes de nuestro patrimonio, no conocemos nuestros restos arqueológicos, tiramos desmonte en los ríos. Tenemos un desconocimiento de nuestro territorio. Creo que ese es el principal problema. Hay un teórico que dice que la ciudad es la representación física de cómo han sido gestionados los recursos de un territorio, y esto es claro en Lima.

— ¿Cómo es tu Lima soñada?
A mí me interesa mucho el tema del paisaje, y en Lima tenemos las lomas que vienen desde arriba y se deberían articular por los ríos y canales; o sea, revalorizar toda la parte de valle que queda y llegar hasta el mar; tener una red de espacios públicos articulados, una Lima integrada. La gente de San Isidro, por ejemplo, no va a Lima norte, y eso está mal: solo usa una parte de la ciudad. Y otra de las lacras es cuando te dicen "¡ay, pero esto no es Ámsterdam!", y eso denota que no saben nada, porque Ámsterdam tuvo un proceso y una lucha de ciudadanía para tener las ciclovías que tiene, una ciudad más sana, donde la gente está más tranquila. A una persona que está en un bus dos horas para llegar a un trabajo mal pagado, sin futuro, que sale a la ciudad y no tiene ninguna banca dónde sentarse, que almorzó parada porque no tuvo derecho a sentarse, y luego le toma dos horas regresar a su casa, está, pues, con rabia. La ciudad tiene que dar espacio para que puedas salir a caminar, y sentarte y contemplar, y hacer deporte y montar bicicleta con tu hijo el domingo. Eso reduce la violencia dentro de uno mismo.

—Última pregunta: tu padre es arquitecto, ¿cómo te hizo vivir la ciudad de niña?
Yo tengo pasión por el espacio público y por el paisaje, y creo que eso viene de él. Siempre hemos caminado por la ciudad, hemos ido a espacios culturales, hemos estado en el parque, viajado, en conexión con la naturaleza. Creo que podríamos ser paisajísticamente una ciudad a reconocer y visitar.

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