"Todo me es inclusive", la columna de Maki Miró Quesada
"Todo me es inclusive", la columna de Maki Miró Quesada
Maki Miró Quesada

Treinta años atrás le comenté a un amigo inteligente, culto analista, buen escritor, eminente politólogo y promesa segura en un panorama mediocre –como muchas promesas la cosa se quedó allí nomás– que tenía una amiga, un poco mayor, que me provocaba oleadas de sana envidia. “Es regia. Una cara linda. Un marido que le mira la cara linda. NNN hijos. Una vida llena. Y además en medio de todo irradia tal serenidad. ¿Tú que opinas? ¿Qué come?” (Como ya habrá adivinado el paciente lector mi vida era exactamente lo opuesto. De allí mi curiosidad, sana también). “¿Será serenidad o… cansancio?”, fue su respuesta fina y aguda como él mismo. Con esas cuatro palabras le dio vuelta a mi universo y me dejó mirando para el lado correcto. Mi amiga no era serena –bueno quizás un poquito tranquila, en todo caso más que yo– mi amiga lo que estaba era resignada. Resignada a que su vida transcurriera ese año igual a todos los anteriores y a todos los que tenía entonces por delante. Entiendo que así fue. Nada de los ecos que me llegaron a lo largo de todo este tiempo me hace pensar otra cosa.

Este episodio me regresa a la memoria porque hace días recibí una llamada de alguien que está pasándola muy mal. Un tema de amor, pasión, ruptura y dolor con el corolario de suceder cuando empiezan a cerrarse las ventanas, a escasear las oportunidades. Como diría mi hermana a los treinta rompes con el fulano, abres la puerta, y afuera hay una larga cola esperando.

“Next!”, dices, chasqueando gitana los dedos, y voilà: al segundo de nuevo cartón lleno. A partir de los cuarenta la cola se hace más chica y después de los cincuenta se vuelve colita de a uno y si hay suerte de a dos. Rehúso especular más allá porque se vuelve un asunto de mal gusto, aunque ¡ojo! hay notables excepciones.

En la existencia sin cambios de mi amiga de antaño todo era predecible, “el discurrir de un largo río tranquilo” dicen en Francia –o si prefieren “todo le era inclusive”, una fórmula caribeña más aggiornata que adopto. En la vida de mi amigo de hoy, porque sí señoras en este caso se trata de un hombre, todo es aflicción. Las personas felices se parecen entre ellas, pero cada uno es desgraciado a su manera. Si en la vida todo es literatura, enfrentados al amor-pasión hay que escoger bien lo que uno dice. Busco como sabueso, el hocico pegado al suelo, una pista que lo ayude. Afloran los recuerdos, todo lo aprendido del pasado, y lo que pensé olvidado también.

“Algún día extrañarás este momento. Extrañarás tener la piel en carne viva, no soportar ni las sábanas. Voltearás hacia atrás y la cola, puff: desaparecida. Pensarás “todo me es inclusive”. Recordarás con nostalgia tu dolor de hoy”. Mi amigo responde, “Yo buscaba paz y me toca este infierno”. “No, le contesto, te tocó vivir”.

La siguiente entrega será el sábado 24 de octubre.

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