Ruth Buendía, activista asháninca.
Ruth Buendía, activista asháninca.
Juan Diego Rodriguez Bazalar

Mi historia también la han vivido mis hermanas, hermanos, contemporáneos a mí y menores, y por eso nuestras comunidades siempre tienen presente que esas experiencias no deben volver”. Ruth Buendía, lideresa amazónica de origen asháninca, tiene muy presente la tragedia que Sendero Luminoso le causo a su pueblo y a ella. En una reciente charla organizada por el Lugar de la Memoria, que recuerda que se cumplen 40 años desde que el grupo terrorista inició acciones quemando las ánforas en Chuschi, ella dio detalles de lo que tuvo que superar.

Con doce años, Buendía decidió que su familia debía esconderse en la selva. Con su padre muerto (asesinado) y con su comunidad (Cutivireni) tomada por Sendero Luminoso, la gran vegetación podría servirle de refugio. La selva, sin embargo, sería otro gran reto: allí, en medio de la nada, su madre estuvo al borde de la muerte por una infección, en tanto sus hermanos estaban desnutridos. Lo único que tenía en mente era proteger a sus seres queridos, así que pescó y consiguió raíces para alimentarlos, y cargó a su madre por un gran tramo hasta llevarla a la base militar más cercana.

Su madre, una vez recuperada, le propuso ir a Satipo. Allí vivía un familiar que los podía hospedar, y quizás ayudar a hacer una nueva vida. Pero dejar la comunidad no sería sencillo. “En la asamblea la amenazaron. ¿Sabe quién? Su propio ahijado. Para muchos eso sería algo impensado, pero él sacó su pistola y le dijo ‘si usted quiere irse, se irá muerta’. Ella respondió: ‘¿Y por qué? ¿Por qué me amenazas?’. Y luego habló fuerte: ‘En esta comunidad no hay solidaridad. Nadie me atiende. Por eso me tengo que ir a Satipo. Si quieres matarme, hazlo ahorita, con toda mi familia, a todas mis hijas’. Yo estaba detrás de ella y eso me enseñó a ser lideresa, a enfrentar las cosas, a responder en el momento que hay que responder”, sostuvo Buendía en la conferencia.

Satipo tampoco fue la tierra prometida. En ese lugar desconocido, Buendía tuvo que ingeniárselas para comunicarse, pues no sabía hablar en español, pero ni eso la detuvo. Ahora, tantos años después y habiendo superado muchas barreras, ella se dedica a la defensa los derechos de los pueblos indígenas. “He aprendido a perdonar, y también a presentar propuestas a los gobiernos locales para poder hacer algo por mi pueblo”, anotó.

¿Por qué se dio el brote del terrorismo? Justamente por esto que estamos pasando ahora, por la invisibilización, por no considerar al Perú profundo, a nosotros los pueblos indígenas amazónicos y andinos, como peruanos. No hay justificación para lo que hicieron los grupos terroristas, pero también hay que reflexionar sobre el papel del Estado, del sistema político del país. Pensemos en los programas como Reactiva Perú, en los que no se ha considerado a los pequeños, a los campesinos nativos. Para mí, el perdón tiene que traducirse en atenciones, en educación de calidad, en infraestructura, en tener acceso a servicios básicos en nuestras comunidades”, anotó Buendía.

-En nombre del padre-

Soy hijo del desaparecido Martín Cayllahua Galindo. Uno de los pocos recuerdos de mi papá es que se juntaba en casa con sus ahijados, y que le gustaba cocinar con ellos. Compartir la comida y ver la casa llena era muy bonito”. Santos Cayllahua nació en Chuschi, pueblo en el que su padre desapareció en 1991. Fue durante una noche de la temporada de ferias cuando una patrulla de militares entró a su casa sin pedir permiso. Gritaron su nombre, subieron al segundo piso, lo cogieron, apagaron las velas y se fueron. No lo volvería a ver.

A los 16 años, Santos llegaría a Lima para pedir justicia.

Durante la conferencia organizada por el LUM, Santos aprovechó para hablar de las reparaciones simbólicas que da el Estado a los familiares de víctimas de la violencia del terrorismo y el mismo Estado. “Son muy importantes para nosotros, y también para la comunidad, que tiene que conocer estas historias. Pero lo que me preocupa es que no estén funcionando bien”, anota.

Santos no entiende porque el Estado no quiere dedicarles presupuesto a estas reparaciones. Si se quiere hacer una, contó, tiene que ser iniciativa de un particular, lo que incluye sus transportes y estadías en los lugares que visite. “Sucede lo mismo con la búsqueda de personas desaparecidas. Todo recae en los familiares. Por eso digo que no está funcionando bien. ¿Qué cosa está pasando? ¿Qué sucede con los familiares que no tienen contacto directo con el Ministerio de Justicia?”.

-Conocer para entender-

Tanto ella como mi papá nos ensañaron a valorar a todas las personas, y a todas las riquezas que tenemos en este país”. Daina D’Achille recuerda que su mamá, la periodista Bárbara D´Achille, solía vivir algunos días en las comunidades que visitaba. Allí, recogía información y trataba de entender su forma de mirar el mundo, y, solo cuando tenía esa información, regresaba a Lima a escribir.

Bárbara D´Achille (quien cambió su apellido, Bistevins, por el de su esposo) trabajó para El Comercio y llegó a ser editora de la página de ecología, a mediados de los 80. El oficio la llevaría, en mayo de 1989, a Huancavelica, donde fue apresada por Sendero Luminoso. Los terroristas le exigieron hacerles un reportaje, y ella se negó, y por eso perdió la vida.

Por mucho tiempo no quise saber lo que había pasado, hasta que un día, escuché a José Carlos Agûero, cuando presentó su libro ‘Los rendidos’, que me propuse hablar con él. Si bien no sigo los pasos de mi mamá, me queda esa inquietud por saber, por comprender qué pasó. La memoria para que no se repita. Es importante que se enseñe qué es lo que ocurrió en esos años del conflicto armado interno, y lo más importante, qué nos llevó a ese punto, cuáles fueron los detonantes, para comprender, para que los jóvenes se pongan a pensar qué pueden hacer para que no se repita”, afirmó Daina D’Achille.

-Un recuerdo doloroso-

Tengo recuerdos hermosos de ella, de lo que compartimos, de lo vital y necesaria que fue en nuestras vidas, pero para el país, desgraciadamente, lo que se necesita recordar es el peor de día de su vida. Mi hermana es una de las víctimas de ese caso emblemático llamado La Cantuta”. Carolina Oyague habla de Dora Oyague, estudiante de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle que desapareció en la madrugada del 18 de julio de 1992. Ella fue una de las estudiantes y un profesor que fueron secuestrados, torturados, ejecutados extrajudicialmente, calcinados y desaparecidos en fosas clandestinas, víctimas del Destacamento Colina, grupo conformado por miembros activos del Servicio de Inteligencia del Ejército del Perú.

Carolina Oyague también aprovechó para hablar de la Dirección Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, que existe desde el 2016. “Hay un reporte de organizaciones de derechos humanos que dan cuenta de las miles de fosas clandestinas existentes, pero tras más de cuatro años, no hay un plan de búsqueda que determine en cuanto tiempo se van a abrir ni cuando nuestros desaparecidos volverán a casa para ser enterrados dignamente”, apuntó.

De igual forma, Oyague aprovechó para hablar sobre la amnistía a los violadores de derechos humanos. Ella sostuvo: “Solo hubo una, en 1995, durante el gobierno de facto de Fujimori y con un congreso amañado que la decreto para el grupo Colina. Pero hoy, frente a los tratados de derechos humanos y a la universalidad de la justicia, son inadmisibles. Todos los casos deben ser condenados, sin edad ni condición que excluya a nadie del cumplimiento de la penalidad. Creo que es vital que seamos capaces de construir el camino de la sanación, pero eso significaría que como sociedad decidiéramos dejar la indiferencia de tantos años, la marginación, de tener ciudadanos de primera y segunda categoría. Las causas que dieron origen a este conflicto se han perpetuado, siguen hasta el día de hoy, y es difícil que podamos construir un país mejor si no nos vemos en el otro, si no edificamos reconociendo el dolor del otro. Solo así podremos recuperar la humanidad perdida durante el periodo de violencia”.

DATOS

PRÓXIMAS CONFERENCIAS

-“Diálogos por una nueva convivencia”

Martes 9, diálogo introductorio. Participantes: Víctor Zamora (ministro de Salud), Manuel Burga (LUM), Felipe Portocarrero y Aldo Panfichi. Modera: Pilar Collantes.

-Por el mes de la cultura afroperuana

Viernes 12, Situación de la población afroperuana en el contexto del Covid-19. Participantes: Susana Matute, Ana Lucía Mosquera y Owan Lay.

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