En marzo de 2018, un astrónomo aficionado captó una gran mancha blanca y brillante cerca del polo norte de Saturno. Dos meses después aparecieron una segunda, una tercera y una cuarta, lo nunca visto. Ahora, un estudio ha revelado que fueron cuatro tormentas aisladas que acabaron afectando a todo el planeta.
El trabajo, publicado en Nature Astronomy, es resultado de una investigación internacional liderada por el catedrático de Física de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), Agustín Sánchez Lavega, y en la que han colaborado investigadores del Grupo de Ciencias Planetarias de la misma universidad y científicos de la NASA, de la Universidad de Berkeley (California) y de la Sociedad Astronómica de Francia, entre otras.
En Saturno, que es un planeta gaseoso diez veces más grande que la Tierra, hay dos tipos de tormentas: las pequeñas, que surgen de vez en cuando, y las grandes manchas blancas, que son unas tormentas gigantescas que solo se han visto en unas cinco o seis ocasiones en los más de cien años de observación de Saturno.
Pero en 2018, entre marzo y septiembre, el planeta albergó un fenómeno que nunca se había visto antes: una sucesión de tormentas secuenciales que se iniciaron de manera inesperada, como focos aislados que arrancaron en distintas latitudes del planeta y en momentos distintos.
En esos meses, las manchas se desplazaron a distintas velocidades arrastradas por los vientos atmosféricos de Saturno, y mientras que la primera tormenta -la situada más al sur- se movía a unos 220 kilómetros por hora hacia el este, la más norteña se dirigía al oeste a 20 kilómetros por hora.
Al moverse a distintas velocidades, las cuatro tormentas acabaron interaccionando entre ellas hasta provocar “una gran perturbación en toda la banda que cubre el planeta justo por debajo del polo”, explica Sánchez-Lavega en declaraciones a Efe.
Al final, la sucesión de las cuatro tormentas -la primera con una extensión equivalente a los Estados Unidos, unos 4.000 kilómetros- dejó una perturbación conjunta tan grande que ha dado la vuelta al planeta, “algo que una mancha blanca hace por sí sola y que en esta ocasión lo han logrado entre cuatro”, detalla el físico.
Las tormentas de Saturno, las pequeñas, las intermedias y las manchas blancas, tienen algo en común: son de convección de vapor de agua, y son muy parecidas a las de la Tierra.
Esos eventos se originan en las profundidades de Saturno, “a unos 200 kilómetros por debajo de las nubes superiores se observan desde la Tierra, hay vapor de agua. Cuando se concentra y se condensa, libera mucho calor, en un proceso similar al de una tormenta de verano. Entonces, el aire poco denso sube vigorosamente y llega a las nubes superiores, que es donde se manifiestan las tormentas y la gran mancha blanca”, explica el catedrático vasco.
El proceso, que se parece bastante a una gota fría del Mediterráneo, termina generando una tormenta convectiva, algo muy interesante de observar porque “este tipo de fenómenos ocurren también en la Tierra pero en un ambiente distinto”.
“Somos un poco como el Meteosat de otros planetas”, bromea el catedrático, porque “estudiamos fenómenos meteorológicos muy semejantes a los de la Tierra pero en otros planetas. Estudiar sus atmósferas es como tener laboratorios naturales que son sumamente interesantes para aprender qué mecanismos están detrás de estos eventos y mejorar las predicciones futuras”, destaca Sánchez-Lavega.
Además, el trabajo es un gran ejemplo de “ciencia ciudadana”, ya que los investigadores pudieron analizar este fenómeno gracias a las imágenes que los aficionados de todo el mundo captaron con sus telescopios, “algunas de ellas excepcionales”, subraya.
Esas imágenes, combinadas con las del telescopio espacial Hubble, las enviadas por la sonda Cassini de la NASA y la cámara PlanetCam del Observatorio de Calar Alto (Almería) han permitido llevar a cabo las observaciones necesarias para esta investigación.