El pasado 29 de septiembre, Netflix cerró su cronograma de estrenos del mes con la publicación de “La emperatriz”o “Die Kaiserin” en su idioma original, una serie alemana que repasa la vida de Elisabeth von Wittelsbach “Sisi”, esposa del emperador Franz Joseph.
La serie de Netflix, basada en el libro de Gigi Griffis, repasa la relación de Isabel de Baviera y emperador Francisco José, una pareja que no solo se vio enfrentada a polémicas en una corte que añoraba su poder, sino también con conflictos que moldearon Europa a mitad del siglo XIX.
En términos generales, la producción protagonizada por Devrim Lingnau ha recibido críticas positivas, destacando el gran uso del vestuario y adaptación de los elementos de época, los cuales le han permitido colocarse entre las más vistas de la plataforma de streaming, aunque no se ha salvado de ser criticada por sus “licencias creativas”.
LA RELACIÓN DE ISABEL DE BAVIERA Y LA ARCHIDUQUESA SOFÍA
En el cuarto episodio de la serie de Netflix se ve cómo la condesa Esterházy le revela a la archiduquesa Sophie sus sospechas sobre un posible embarazo de la emperatriz Sisi, algo que la sorprende, pues esta posee un cortesano encargado de monitorear los ciclos menstruales de su nuera.
Este no sería más que otro momento en el que la archiduquesa demuestra su poder sobre Sisi, a quien ordena cómo vestirse, relacionarse y comportarse, destacando el momento en el que minimizó la opinión de su nuera en la corte, indicando que su única función es proporcionar un heredero.
Esta afrenta las terminó por colocar en lados opuestos de la trama, algo que no sería tan alejado de la historia real.
De acuerdo con algunos registros, la archiduquesa Sofía fue una gran aliada tanto de Isabel como de su hijo, pues convenció a esposo de ceder el trono a su hijo Francisco José, a quien apoyó como estadista y consejera, siendo considerada “El único hombre de la corte”.
Sin embargo, su influencia no llegaría solo ahí, sino que propondría a Isabel para que su joven hijo le pida matrimonio, moldeando a la joven como una imagen de poder dentro de la dinastía Habsburgo. “La archiduquesa Sophie subió a bordo del barco justo detrás de su hijo para saludar a la futura novia. A partir de ese momento, la hermanita fue un personaje de estado, observada por mil ojos críticos”, se lee en una investigación del linaje.
Una vez asentada su influencia, se encargó de escoger a cada miembro del séquito de Elisabeth, la cuales le reportaban cada suceso a la archiduquesa, algo que llenaba a la joven de desconfianza, sintiéndose aislada y sola, pues tampoco pasaba tiempo con su esposo, debido a que su suegra dispuso una escolta cuando paseaban por el palacio.
“Los conflictos con la emperatriz secreta, la archiduquesa Sofía, solían convertirse, en opinión de Sisi, en trivialidades, y la dolían aún más por ser tan triviales”, indicó Brigitte Hamann, autora de “The Reluctant Empress”.
Si bien para Sisi esto podía parecer insignificante, lo cierto es que por momentos la archiduquesa llegó a hostigarla con pequeños pero dolorosos actos, como cuando se deshizo de sus loros, pues estos podrían afectar la atención que la joven le dedicaba a sus hijos.
Aunque no sería hasta el nacimiento de sus hijos que el poder de Isabel fue más notorio, armando una guardería en la que la propia madre casi no podía ver a su hijo, luchando para tener acceso al pequeño por unos pocos minutos, mientras llevaba su segundo embarazo, que vino poco después del primero.
Aun con todo esto, es probable que la propia Isabel haya permitido todo esto para no entrar en conflicto con su esposo, quien no era capaz de limitar la influencia de su madre, además de, posiblemente, considerar que la presencia de la archiduquesa era clave para mantenerlos en el poder.
Con el tiempo, el poder de Sofía empezó a decaer, mientras que el de la pareja inició su ascenso, algo que, en palabra de Hamman, hizo reconocer a Sissi “que la archiduquesa seguramente tenía muy buenas intenciones en todo, pero que los caminos eran arduos y la manera dura”.