Recientemente, el mundo de la televisión ha sido sacudido por el éxito de la serie de “Cien años de soledad”, basada en la obra maestra de Gabriel García Márquez, que se estrenó en Netflix. La adaptación de esta novela emblemática ha atraído la atención de miles de espectadores alrededor del mundo, llevando la historia de Macondo a nuevas generaciones y a públicos más amplios, a pesar de haber sido escrita hace más de medio siglo. La producción ha sido muy bien recibida por la crítica, destacándose por su fidelidad al estilo literario único del autor, su representación del realismo mágico y, por supuesto, su exploración de temas universales como el amor, el poder, la familia y el destino.
La influencia de “Cien años de soledad” en la literatura y la cultura mundial sigue siendo incuestionable, y esta nueva versión televisiva solo viene a reafirmar el legado de García Márquez. Si bien muchos elementos de la obra continúan siendo objeto de debate y reflexión, hay uno en particular que sigue desconcertando tanto a los lectores como a los estudiosos de su obra: la extraña costumbre de Rebeca Buendía de comer tierra. Este detalle, que aparece en las primeras páginas del libro, ha suscitado numerosas interpretaciones y explicaciones, siendo un claro ejemplo del estilo literario de García Márquez, que combina lo absurdo con lo profundo, lo real con lo mágico.
¿POR QUÉ REBECA COMÍA TIERRA?
En este sentido, entender el significado de la geofagia de Rebeca requiere una exploración que va más allá de una mera excentricidad o una simple curiosidad de la trama. La costumbre no solo refleja una condición de pobreza extrema, sino que también se puede interpretar como un símbolo de la relación entre la tierra y la identidad en “Cien años de soledad”. En este análisis, abordaremos tanto los aspectos biológicos como los simbólicos que subyacen en este peculiar comportamiento, con el fin de entender mejor qué nos quería transmitir García Márquez a través de este enigmático hábito de la joven Buendía.
Uno de los aspectos más inmediatos para entender por qué come tierra tiene que ver con las condiciones de vida en Macondo, el pueblo ficticio que es escenario de la novela. En un contexto marcado por la pobreza y la desnutrición, Rebeca es una niña que llega a la casa de los Buendía después de haber sufrido las penurias de una vida muy difícil. Esta situación de carencia puede ser vista como una posible causa biológica de su hábito de comer tierra, lo que en la literatura y en la antropología se conoce como “geofagia”. Esta práctica, que consiste en consumir tierra o arcilla, ha sido documentada en diversas culturas y contextos, especialmente en comunidades que carecen de una dieta adecuada y equilibrada.
En el caso de Rebeca, la geofagia podría explicarse como un intento del cuerpo por compensar deficiencias minerales. Se sabe que ciertos tipos de tierra, como la arcilla, contienen elementos como hierro y calcio que pueden ser absorbidos por el organismo en situaciones de hambre extrema o desnutrición. La tierra, entonces, podría haber sido vista como una fuente desesperada de nutrición en medio de la pobreza que afecta a Macondo. De acuerdo con estudios históricos sobre la desnutrición en Colombia en los primeros años del siglo XX, muchas zonas rurales padecían una tasa de desnutrición infantil superior al 50%, lo que hace plausible que recurra a la tierra como último recurso para satisfacer una necesidad biológica.
No obstante, la explicación biológica de la geofagia no es suficiente para entender por completo el significado de este acto en la obra de García Márquez. En la novela, la tierra no es solo un recurso físico, sino un símbolo cargado de significados profundos. A lo largo de “Cien años de soledad”, la tierra tiene una relación simbólica directa con Macondo y con los Buendía. La tierra es, en cierto sentido, la base de su existencia, el elemento primordial que conecta a los personajes con su historia, su cultura y sus raíces. Rebeca, al comer tierra, establece una conexión visceral con Macondo, una conexión que va más allá de la mera supervivencia. De hecho, como señala el propio García Márquez, “la tierra era su único alimento, su única pasión, su único amor”. Esta frase encapsula la obsesión por la tierra, que, aunque aparentemente irracional, refleja un vínculo profundo y complejo con el lugar y con su propia identidad.
A través de este comportamiento, busca algo más que saciar su hambre: está intentando encontrar un lugar en el mundo. En la novela, los personajes están constantemente en busca de un sentido de pertenencia y de identidad. Rebeca, quien llega a Macondo de forma misteriosa y con un pasado incierto, utiliza la tierra como una forma de establecerse en ese espacio, de sentirse parte de una historia más grande y de enfrentar las sombras de su propio origen. La tierra, entonces, no es solo un sustento material, sino un símbolo de la identidad y el caos que caracteriza a los Buendía.
El realismo mágico, característico de la obra de García Márquez, también juega un papel crucial en la interpretación de la geofagia de Rebeca. En este estilo literario, lo maravilloso y lo cotidiano se entrelazan, lo sobrenatural se presenta como algo natural y lo imposible como algo verosímil. Así, la manía en cuestión no se presenta como un acto extraño o irracional, sino como una manifestación de su conexión con el entorno y su búsqueda de identidad en un mundo caótico. La tierra, en este contexto, se convierte en una metáfora del origen, de lo ancestral y de lo primitivo, en un universo donde las fronteras entre lo real y lo mágico se desdibujan.
Además, el hecho de que persista en este comportamiento a lo largo de la novela, incluso después de su muerte, subraya la naturaleza casi mítica de su conexión con la tierra. La geofagia se convierte en una anomalía que, más que ofrecer una explicación lógica, invita a la reflexión sobre los aspectos más oscuros y misteriosos de la existencia humana. Rebeca, al igual que otros personajes de la novela, representa una forma de caos y desconcierto, pero también una lucha constante por encontrar significado en medio de la adversidad.
Finalmente, la geofagia de este personaje, lejos de ser un simple hábito excéntrico, es una parte integral de su personaje y de la estructura simbólica de “Cien años de soledad”. Este acto, aparentemente extraño, habla de la pobreza y la desesperación de Macondo, pero también de la búsqueda de identidad, del amor por la tierra y de la necesidad de pertenecer a algo más grande que uno mismo. La figura de Rebeca, como tantos otros personajes de García Márquez, es un reflejo de las contradicciones humanas: un ser atrapado entre lo físico y lo simbólico, lo real y lo mágico, lo individual y lo colectivo. A través de la geofagia, García Márquez nos ofrece una metáfora compleja y profunda de la lucha por encontrar un lugar en el mundo, un lugar que, en el caso de Rebeca, solo puede ser hallado en la tierra misma.
Bachiller en Periodismo de la Universidad Jaime Bausate y Meza. Con siete años de experiencia en medios de comunicación escritos, tanto en ediciones impresas como digitales. Actualmente redacto para el Núcleo de Audiencias del Grupo El Comercio.