A sus 95 años, la reina Isabel II del Reino Unido sigue siendo una fuente inagotable de anécdotas e historias. Las redes sociales recordaron un incidente en particular que pudo haber terminado con la vida de la soberana. Grant Tucker, columnista de The Times, reveló hace un tiempo la vez que la monarca británica estuvo a poco de ser disparada por un guardia durante una caminata nocturna por su jardín.
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Al parecer, la reinagustaba de hacer paseos nocturnos cuando padecía de insomnio. Una de esas noches, la monarca paseaba por los jardines de Buckingham cuando un guardia, que desconocía de ese hábito de la soberana, oyó un ruido alrededor de las tres de la madrugada y preguntó alterado: “¿Quién anda ahí?”. Para su sorpresa, resultó ser Isabel II.
“Maldita sea, Su Majestad, casi le disparo”, increpó el guardia, que ya no trabaja para la Casa Real británica y quiso mantener su identidad en reserva. A lo que la reina contestó fiel a su estilo: “Eso es absolutamente correcto. La próxima vez llamaré de antemano para que no tenga que dispararme”.
El artículo de Tucker no revela cuando tuvo lugar este incidente, pero debido a la avanzada edad de la monarca y su deteriorado estado de salud registrado en los últimos meses, no parece probable que ocurriera recientemente. El Palacio de Buckingham se negó a comentar la anécdota.
La anécdota de Isabel II con un obrero
Fue el programa Secrets Of The Royal Palaces, emitido por el canal de televisión Channel 5 en el Reino Unido y presentado por Kevin Andrews, el encargado de revelar la divertida anécdota que vivió un albañil mientras realizaba unos trabajos de mantenimiento al interior del Palacio de Buckingham.
Una vez, un obrero se encontraba en la residencia oficial de la monarca británica en Londres haciendo unos trabajos de desmontaje de un escritorio que había en uno de los tantos despachos. De repente, el trabajador escuchó una voz a su espalda que le preguntó si le gustaría tomar una taza de té.
El albañil, que estaba muy concentrado en su trabajo, ni siquiera volteó para ver quién le dirigió la palabra. “Sí. Dos de azúcar, por favor”, respondió antes de añadir que no quería “ninguna de esas tonterías que tuve la última vez que estuve aquí, toda esa porcelana fina y esas cosas de platillos”.
La persona que le había hecho el ofrecimiento se marchó sin decir nada más y regresó a los minutos con la taza de té. La dejó sobre la mesa y se marchó. La sorpresa se la llevó el obrero al voltear y percatarse en ese momento de que la mujer que le acababa de traer la bebida era la reina Isabel II.