La señora Gao ha visto los cambios más radicales que experimentó China en las últimas décadas. (Foto: Efe)
La señora Gao ha visto los cambios más radicales que experimentó China en las últimas décadas. (Foto: Efe)
Agencia EFE


La señora Gao no da su nombre de pila y se acuerda lo justo de su infancia: “Era una sociedad antigua en la que no había nada”, dice a Efe la anciana en una galería del parque pekinés de Tuanjiehu en la que sus amigos, otros jubilados, se han reunido para jugar a las cartas.

A sus 101 años, es historia viva de , de una China que tiene 31 menos que ella, ya que el 1 de octubre se celebrará el septuagésimo aniversario desde que Mao Zedong declarara la fundación de la República Popular desde la Puerta de Tiananmen.

Pero la historia de Mao y de Gao se entrelazó antes de esa fecha, ya que la mujer es natural de Yanan, en el centro de China, donde Mao y sus seguidores se refugiaron tras la Larga Marcha (1934-1935), la retirada del Ejército Rojo que se convirtió en el mito fundacional del comunismo chino.

Para cuando los comunistas llegaron a su pueblo, la señora Gao ya tenía probado y comprobado que allí no tenían nada de comer: “¡No había más que montañas!”. La agricultura, practicada de manera muy rudimentaria, se encargaba de dar las únicas satisfacciones a los estómagos de los lugareños.

Contable de profesión y casada con un soldado del Ejército de Liberación Popular (el sucesor del Ejército Rojo), la señora Gao vivió un tiempo en Corea del Norte, durante la guerra con Estados Unidos (1950-1953).

“Ahora todo funciona bien. Tenemos ropa, comida, juegos con los que divertirnos. Antes decíamos que no había nada. ¡Qué buena es la sociedad actual! Cuando era joven no había nada de comer...”, explica la anciana.

A su nieta, que tiene 37 años, no le ha contado historias de las décadas de la escasez. “Disfrutamos mucho la vida, ahora”, sentencia la señora Gao, que piensa que la futura China será “mejor cada día en todos los aspectos”.

Unos metros más allá, sentada sobre la rocalla que se asoma al estanque central del parque, toca el “erhu” -una especie de violín tradicional chino de dos cuerdas- Gao Guiqi, una mujer “en la sesentena” que se mudó a Pekín hace cinco años para ayudar a su única hija en la crianza de su nieta.

Antes, siempre había trabajado como funcionaria en su natal Heilongjiang, en el noreste del país,, “un lugar muy bonito, pero entonces muy poco desarrollado”, circunstancia que cambió “con el inicio del proceso de reforma y apertura” impulsado por Deng Xiaoping en los años ochenta.

“El cambio más reseñable de mi infancia hasta ahora es la vivienda, que eran todas de planta baja y con una estufa de carbón, no como ahora, que vivimos en bloques de pisos con calefacción central. Y también, que ahora tengo coche”, relata Gao Guiqi.

“Cuando era pequeña -continúa-, no había verdura o fruta fresca, porque en esa región hace mucho frío y no se crían con ese clima”. Las verduras de las que la gente se alimentaba antes eran silvestres, y se iban a recoger al monte.

¿Las echa de menos? “¡Claro! Porque ahora ya no hay...”

La mujer asegura que su hija no se puede imaginar que entonces hubiera escasez, dada la abundancia actual.

Esta abundancia material propiciada por el actual régimen comunista es lo más destacado para la señora Gao y para Gao Guiqi, que evitan entrar en temas espinosos, como la independencia judicial o la violación de los derechos humanos por parte del Estado.

“Sobre cuestiones de Gobierno -apunta la segunda-, no doy opiniones. Estoy satisfecha”.

La música que toca Gao Guiqi es muy distinta de la que escucha Jocelynn en su iPhone a través de unos auriculares inalámbricos: el tema “Rose”, de la cantante filipina Jereena Montemayor.

Jocelynn da su nombre inglés en vez del chino, idioma este último en el que se siente más cómoda para la entrevista, aunque esta estudiante de Comunicación Audiovisual de 21 años también sabe hablar el idioma de James Bond.

La chica es de Pekín y vive con sus abuelos. “No me han dado detalles de cómo era China antes, pero me han dicho que ha cambiado muchísimo”, comenta la universitaria.

Para ella, “lo más importante es que China es cada vez más internacional”. Por eso quiere disfrutar de las oportunidades de esa mayor “internacionalización” y le gustaría ampliar sus estudios en el extranjero, en Europa o en Estados Unidos, pero recalca que después regresaría al país asiático.

Además, es una de las nativas digitales del país, hecha al uso de los teléfonos móviles desde la escuela primaria. “La tecnología ha cambiado China”, apunta, enfundada en una sudadera negra de la marca Balenciaga (o en una copia china de ésta).

Cuando se le pregunta por el futuro su país, Jocelynn se toma unos segundos antes de responder.

“A nivel tecnológico -pronostica-, China va a ser la primera del mundo, y va a ser muy fuerte militarmente. Pero no va a invadir ningún país, porque la filosofía de China es la paz”.

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