Oksana Masters es una figura emblemática en el mundo del deporte paralímpico, un ejemplo de resiliencia y superación. Su historia es una mezcla de dificultades personales, logros deportivos y un profundo amor por sus raíces ucranianas. Desde sus inicios marcados por la tragedia del desastre nuclear de Chernóbil hasta sus triunfos en los más altos niveles del deporte, su vida es un testimonio de lo que significa nunca rendirse.
Una infancia marcada por la tragedia
Nacida en 1989 en Khmelnitski, Ucrania, a pocos cientos de kilómetros de Chernóbil, Oksana llegó al mundo en un contexto de devastación. Apenas tres años antes, la explosión de la planta nuclear de Chernóbil había liberado una gran cantidad de radiación en la región, afectando a miles de personas y dejando una huella imborrable en la salud de muchos niños. Oksana nació con graves malformaciones: defectos en los dedos de las manos y los pies, sin tibias y con una pierna más corta que la otra. Estas condiciones, probablemente derivadas de la exposición a la radiación, resultaron en la amputación de ambas piernas a una edad temprana.
Abandonada al nacer debido a sus necesidades médicas, Oksana pasó los primeros siete años de su vida en orfanatos ucranianos, donde experimentó violencia y abusos. Sin embargo, su vida cambió drásticamente cuando fue adoptada por Gay Masters, una estadounidense que se convertiría en su salvadora y apoyo incondicional.
El comienzo de una carrera legendaria en el deporte paralímpico
Oksana encontró en el deporte una vía para transformar su vida. Comenzó en el remo y obtuvo su primera medalla paralímpica en los Juegos de Londres 2012, donde ganó un bronce. Desde entonces, su carrera ha sido un constante ascenso, logrando competir tanto en deportes de invierno como de verano, algo que pocos atletas paralímpicos han conseguido.
Masters ha ganado 19 medallas paralímpicas en cuatro deportes diferentes, incluyendo el ski de fondo en Pyeongchang 2018 y el ciclismo en Tokio 2020. En los Juegos de Invierno en Pekín 2022, se coronó con dos oros y una plata en biatlón, compitiendo apenas unos días después de que Rusia invadiera Ucrania.
Una victoria en París con el corazón dividido
En los recientes Juegos Paralímpicos, Oksana volvió a demostrar su indomable espíritu al revalidar su título en la categoría de ciclismo para deportistas con lesiones medulares o amputaciones, usando bicicletas de mano. Compitiendo en la prueba en ruta H5 y en el relevo por equipos, Masters se impuso por seis segundos a la neerlandesa Chantal Haenen, consolidándose como una de las grandes figuras del deporte paralímpico.
“No pensé que fuera posible el estar aquí y con mi prometido presente”, expresó emocionada tras cruzar la meta, donde los gritos de apoyo casi la dejan sorda. Esta victoria no solo fue para ella; Oksana lleva siempre en su mente y en su corazón los colores amarillo y azul de Ucrania, un país que sigue enfrentando desafíos devastadores.
Un compromiso que trasciende el deporte
Más allá de sus logros deportivos, Oksana nunca ha olvidado sus raíces. “Voy a donar las ganancias de mis premios a un orfanato en Ucrania; cuando tienes una motivación tan grande detrás, nada puede hacerte daño”, afirmó Masters, demostrando que su compromiso con Ucrania va mucho más allá de las palabras.
Desde su perfil en Instagram, Oksana mantiene viva su conexión con ambos países: Estados Unidos, su hogar adoptivo, y Ucrania, el lugar de sus orígenes y de sus primeras luchas. “Estoy muy orgullosa de ser ucraniana. Todo lo que aprendí como atleta, resiliencia, lucha y trabajo duro, lo aprendí de Ucrania”, declaró durante los Juegos de Invierno, destacando siempre la importancia de sus raíces.
Periodista. Estudió Comunicación en la Universidad de Lima. Diez años de experiencia en medios digitales. Actualmente se desempeña como redactor del Núcleo de Audiencias de El Comercio.