Un establecimiento de Barcelona compartió en redes sociales el final feliz tras sufrir un caso de "come y corre" el primer día que abrieron sus puertas tras varios meses de para. | Crédito: RESTAURANT CAPICUA / Facebook / Instagram
Un establecimiento de Barcelona compartió en redes sociales el final feliz tras sufrir un caso de "come y corre" el primer día que abrieron sus puertas tras varios meses de para. | Crédito: RESTAURANT CAPICUA / Facebook / Instagram
Ronie Bautista

¿Te imaginas reabrir tu negocio después de varios meses de para a causa de la y que tus primeros clientes se vayan sin pagar la cuenta? Eso fue lo que le ocurrió a Isaac Gómez y Aina Gabriel, gerentes del restaurante ubicado en , , después que unos comensales decidieron hacerles un el primer día que volvieron a atender al público; sin embargo, gracias al apoyo recibido en más de una , esta tuvo un inesperado final que dejó contento a más de uno.

Se trata de un hecho que tuvo lugar en junio de 2020 y que volvió a cobrar relevancia después que el diario español hiciera eco de esta terrible experiencia que más de un propietario de un establecimiento ha vivido experimento. De acuerdo al testimonio compartido por los propietarios del lugar, se trataba del primer pedido que recibían desde que el Ayuntamiento de Sardañola del Vallés les permitió habilitar dos mesas en la terraza, de las cuales no disponían antes de decretarse la crisis sanitaria.

“En 10 años de alguien ha decidido que no valemos ni un euro, que no somos dignos de pagar el precio acordado a la hora de hacer una comanda. Estamos tristes, muy tristes”, fueron las palabras con las que denunciaron en a unos jóvenes que, aprovechando un momento en el que el camarero ingresó al local y la poca visibilidad que ofrecía la noche, para irse sin ser vistos ni abonar los 45,20 euros del entrecot, un bistec y cuatro refrescos que habían consumido previamente.

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“Lo que nos molestó no fue perder ese dinero, cualquiera que tenga un negocio sabe que se trata de una cifra asumible, sino la falta de respeto hacia nuestro trabajo”, explicó Isaac Gómez al mencionado periódico español, al tiempo que aseguró que fue “tal el disgusto que no dudaron en compartir la experiencia en sus redes sociales” ya que la filosofía del negocio que administra junto a su socia Aina Gabriel es la de “ofrecer un producto de calidad, a buen precio y de la mayor proximidad posible”.

El local de Capicua no es muy grande, ya que apenas cuentan con 11 mesas en el interior de las cuales solo pueden usar 7 debido a la limitación de aforo como parte de los protocolos de bioseguridad decretados por el gobierno español para frenar el avance del , y en redes sociales su base de seguidores tampoco es muy amplio, pero gracias a su publicación de Instagram explicando la desagradable experiencia del come y corre del que fueron víctimas, las interacciones crecieron exponencialmente.

Pero lo que realmente estos restauranteros rescatan del lamentable episodio que les tocó vivir en aquel momento es que, al día de siguiente cuando recogían el menaje de una de las mesas que habían atendido, encontraron un misterioso obsequio escondido en una de las sillas. Era un sobre anónimo que contenía la cantidad exacta de dinero que habían perdido y un esperanzador mensaje escrito a mano que decía: “Esto lo remontaremos entre todos. Os merecéis lo mejor. ¡Muchos ánimos!”.

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Si bien el presente no tenía remitente, Isaac Gómez y Aina Gabriel pudieron descubrir la identidad de los “buenos samaritanos” al revisar los nombres a quienes se les había hecho la reserva de la mesa y les agradecieron personalmente por el tremendo gesto. Nuevamente, a través de su cuenta de , dieron cuenta de la sorpresa que recibieron y que los animo a seguir ofreciendo lo mejor de ellos pese a las adversidades con las que puedan enfrentarse en el desarrollo de sus actividades.

“Muchos dirán que seguramente fueron los chicos que hicieron el ‘simpa’ (término que se usa en para “comer y correr”) el día anterior, pero no fue así. Se trata de una familia que, aunque no son clientes habituales, suelen venir seguro una vez al año. Tienen hijos, pero no son de la misma edad que los que se habían ido sin pagar el día anterior. Fue un gesto muy bonito por su parte”, precisó a La Vanguardia un muy agradecido Isaac Gómez a sus “benefactores anónimos”.

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