No cabe duda que el perro es el mejor amigo del hombre y, en contadas ocasiones, lo demuestran hasta después de la muerte. Esta cualidad se ve reflejada en la historia viral de Tommy, un can de raza pastor alemán que desató toda clase de reacciones en las redes sociales porque frecuentaba la iglesia a la que solía asistir su difunta dueña para buscarla.
Tommy, como se llamaba este perro, solía vivir en la población de San Donaci, al sur de Italia. Tras sufrir un abandono, el can consiguió una nueva familia: María Margherita Lochi apareció como su ángel guardián y lo rescató de la calle. Desde entonces, ambos formaron una amistad que perduraría para siempre.
Asimismo, María siempre evitaba que Tommy se quedara solo en casa. Cada vez que ella acudía a una misa, prefería llevarlo. Este gesto provocó que el adorable can gane popularidad entre los fieles de la Iglesia de Santa Maria degli Angeli.
El cambio drástico en la vida de Tommy
Sin embargo, Margherita Lochi falleció en 2012 y la vida de Tommy cambió, pues la buscaba por todos lados. Incluso, el perro frecuentaba la iglesia donde siempre asistía con ella. Por ello, decidió quedarse para siempre dentro de sus instalaciones. En este mismo lugar, María fue velada.
“Tommy hace cola en todas las procesiones fúnebres, le dejamos entrar, sobre todo cuando llueve y hace frío. Sería bueno que alguien lo adoptara. Es un mestizo de 12 años, muy parecido a un pastor alemán”, indicó en ese momento Antonio de Marco, párroco adjunto de la Iglesia de Santa Maria degli Angeli.
Qué pasó con Tommy
Lamentablemente, Tommy no aguantó el dolor y falleció solo unos meses después a la edad de 13 años. Según el medio italiano La Repubblica, el perro mestizo murió el 12 de febrero de 2013 en una clínica veterinaria.
Un antecedente similar
La historia de Tommy es similar a la de trama de la película de 2009 Hachi protagonizada por Richard Gere, que cuenta cómo un leal perro de raza Akita espera pacientemente a su amo que también perdió la vida. Esta narración está basada en un caso de la vida real de un Akita japonés llamado Hachiko, cuyo dueño falleció en 1925, pero que por los siguientes nueve años aguardó en una estación de tren a que regresara como solía hacerlo a diario.