Durante el 2017, María, hija de Elizabeth Jiménez, murió en un accidente de tránsito producido en marzo de dicho año. Nicholas Tay, quien en ese entonces salía con la muchacha, fue encontrado responsable de su fallecimiento siendo enviado a prisión, pero en 2019 saldría en libertad. Durante el juicio del joven, la mamá de la chica hizo hasta lo posible para que el hombre no vaya a prisión. La historia de ambos se hizo conocida alrededor del mundo.
“Tuvimos que esperar en el hospital un montón de tiempo para ver el cuerpo y recuerdo que me puse a pensar: ‘MI hija está muerta, pero ¿Y dónde estará el muchacho? ¿Qué le estará pasando? Él me necesita, él está vivo’”, dijo Elizabeth al recordar el momento en que ocurrió el accidente de su hija hace 4 años.
Ambos personajes narraron su historia a la BBC, ella desde su hogar ubicado en Inglaterra, mientras que él en Singapur, su país de origen.
Elizabeth recuerda que María, su hija, fue un sueño realidad porque ella siempre quiso tener una mujercita en casa: “Era mi niña querida, la mimaba mucho. Éramos muy unidas, éramos amigas”.
María tenía mucha facilidad para los idiomas (llegó a vivir un tiempo en Costa Rica, la tierra de sus padres), al punto que estudió lingüística en la Universidad de Brighton y, entre sus planes, tenía pensado viajar a Corea del Sur para enseñar inglés, pero también para aprender de la cultura de dicho país.
Cuando tuvo 24 años conoció a ‘Nick’ (Nicholas Tay) en la iglesia donde servía y en la cual era miembro del coro, pero también líder de grupo juvenil. Ambos se gustaron y con el tiempo comenzaron una relación.
El día del accidente, la pareja no tenía ni un mes de haber comenzado su romance. Ella salía de una práctica del coro, para luego ir a comer con él. Tomó un poco de vino, por lo que le pidió a Nick que fuera quien conduzca de vuelta hacia su casa.
Pero antes de llegar, se desviaron para dar una vuelta y conversar. El muchacho, queriendo impresionarla, comenzó a manejar a altas velocidades, pero no conocía las calles, pues era oriundo de Singapur quien se encontraba en Inglaterra estudiando en la Universidad de Surrey.
En una curva, el muchacho no supo como maniobrar el vehículo y sucedió el accidente que le costó la vida a María.
A la BBC, Nick reveló que comenzó a salir con María en 2017: “Lo primero que nos unió fue la música. Yo le hablé de mi pasión y ella me motivó a unirme a la banda de la iglesia”, detalló.
“La noche del accidente bebimos bastante. Ella me preguntó si quería conducir. El plan era ir a su casa porque en la mañana nos íbamos a levantar temprano para ir a pasear por las colinas de Survey, pero por alguna razón seguí conduciendo”.
Nick aseguró que llegó a alcanzar los 200 kilómetros por hora, fue entonces cuando notó la curva, redujo la velocidad, pero esto no bastó para que perdiese el control del vehículo. El impacto produjo que salieran las bolsas de aire, pero perdió la conciencia.
“Recobré la conciencia, pero me encontraba muy desorientado. Buscaba a María a mi lado y no estaba. Logré salir gateando por la ventana del asiento del copiloto. Todos los cristales estaban hecho añicos, todo estaba destrozado (…) Cuando subí la mirada, vi a un grupo de personas rodeando a alguien que estaba en el suelo (…) me di cuenta que era María. Me agaché, la besé en la frente y le dije ‘no te preocupes, todo estará bien’”, relató.
Una vez que la policía llegó al lugar del accidente, Nick fue sometido a diversas preguntas como a una prueba de alcohol dando positivo, lo cual le pareció increíble.
De pronto, María es transportada por helicóptero y un paramédico le dice a Nick que ambos no serían llevados al mismo hospital. ¿La razón? La muchacha estaba muy grave.
“Cuando supe que había muerto, los sentimientos de dolor, culpa y vergüenza me hundieron. No me podía mover, estaba en el piso de la ambulancia (…) Me llevaron a un hospital. Creo que me sedaron porque gritaba desesperado, no recuerdo qué pasó. Cuando desperté en una cama un policía me dijo ‘lamento mucho su pérdida’, y me arrestaron bajo la sospecha de haber causado una muerte por conducción temeraria”, comentó.
María falleció a la 1:13 de la madrugada, pero la policía recién lo informó a las 6 del día. Elizabeth explica que, en ese entonces vivían temporalmente separados en casas de amigos “esperando encontrar un lugar definitivo para mudarnos. Por eso no estábamos registrados y tardaron en dar con nosotros”.
La madre de la joven relató, desde su perspectiva, lo que se siente al perder a un hijo: “Es lo peor que te puede pasar. Nada te prepara para eso, ninguna experiencia dura del pasado se compara (…) ¿Sabes cuando uno se lleva un susto que siente que se le baja el alma a los pies? Yo estuve así más de un año. No podía retener información, tenía que apuntarlo todo, me tenían que explicar las cosas muchas veces”.
Asimismo, detalló que una vez llegados al hospital esperaron por mucho rato para recién poder reclamar el cuerpo de María: “Fue ahí donde comencé a pensar que mi hija estaba muerta, pero Nick estaba vivo y, seguramente, necesitaba apoyo”, narra Elizabeth, además que recordar que los padres de Nicholas vivían en Singapur.
La madre de María apenas conocía a Nick, tan solo por lo que su hija le contaba: “Ella me había compartido cómo se estaba sintiendo con él, nunca le tuve ningún resentimiento. Mi esposo sí, al punto de decir, de la cólera que tenía: ‘Yo a este lo mato’”.
“Tuvimos reacciones muy opuestas, pero yo pensaba: ‘Si detrás de este volantes hubiera estado yo, o mi hijo, o mi esposo, si hubiésemos sido nosotros los que cometimos ese error, porque fue un error, no fue que Nick, deliberadamente, la mató ¿Cómo me gustaría que el mundo reaccionara?’”, expresó Elizabeth Jiménez.
Elizabeth confiesa que pidió ver a Nick, pero asegura que no quería este fuese otra víctima, no quería que quede mal por dentro por lo que había sucedido con su hija.
“Sí, esto es durísimo, pero aquí a nadie se le va desgraciar la vida. En mi casa y a mi alrededor, eso no está permitido. Ya la desgracia pasó y ahí se acabó, ahí quedó”, confesó.
Ambos se conocieron dos días después del accidente en una reunión organizada por el líder de la iglesia. Elizabeth revela que en dicha ocasión fue cuando el rencor que sentía su esposo por Nick, desapareció.
Nick, por su parte, confesó que no sabía si podría continuar viviendo tras lo sucedido, a la vez que no deseaba que otra persona le contara lo sucedido a la familia de María: “Cuando vi a Fernando y a Elizabeth, los abracé y les dije: ‘Lo siento, lo siento muchísimo’. Se los repetía una y otra vez, Necesitaba que me perdonaran”.
Pero cuando la policía presentó cargos contra Nick, este tuvo que dejar la residencia estudiantil y, sorprendentemente, se mudó con los Jiménez, con quienes vivió por un mes y medio: “Llorábamos juntos, hablábamos de María, de cosas que él quería saber, cosas que yo quería saber. Comenzamos a sanarnos entre los dos”, confiesa Elizabeth.
Asimismo, Nick también logró a formar un cercano lazo con Fernando, el padre de María: “Estuve con Nick en todas las reuniones con la policía, con los abogados, en las cortes. Leí cualquier cantidad de papeles, leyes, de todo, para conseguir la forma de evitar que fuera a prisión. ¿Qué no hice? Encontré en la ley algo que decía que si yo, como víctima, pedía misericordia, el juez podría considerar la petición”, detalló Elizabeth.
Los padres de María hicieron saber a las autoridades que tanto Elizabeth como Fernando habían perdonado a Nick por la muerte de su hija que, por raro que pueda sonar, querían que el muchacho continúe con sus estudios, de hacer una vida normal, asegurando que no se trataba de un criminal, sino de alguien que cometió un error.
Elizabeth cree que la cárcel no es la solución para este tipo de problemas, pues asegura que la terapia sería mucho más eficaz, porque ponerlos en una celda conllevaría a que se “depriman más y eso es muy peligroso”.
“Me parecía injusto que, encima de estar sufriendo por la muerte de mi hija, tuviera que sentir la angustia de verlo a él en esas agonías. En lugar de ayudarme en mi tristeza, me estaban añadiendo más. Me molestó mucho, pero bueno, la ley es la ley”.
Elizabeth confiesa que lloró cuando la corte dio la sentencia de cárcel a Nick, pero se puso un objetivo claro: impedir que el muchacho se deprimiera en prisión, buscar siempre tenerlo motivado.
¿Qué hizo? Le envió cartas, libros, lo visitaban constantemente, le recordaban que no pertenecía a dicho lugar: la cárcel. Lo mantenían animado sobre sus sueños a futuro, sobre lo “bonito de la vida”.
“Con Elizabeth y Fernando aprendí lo que es el amor incondicional”, aseguró Nicholas Tay a la BBC: “Una cosa es perdonar a alguien, tomas tu camino y le deseas que le vaya bien. Pero, amar a alguien es muy diferente y más en nuestro caso”.
“Cuando salió el veredicto, fue como si se hubiese roto en pedacitos (…) aún así no dejó de apoyarme”, expresó el muchacho sobre la madre de María.
Para cuando estuvo cerca a cumplirse su condena, la familia de María lo visitó tres veces en la última semana, sabían que una vez fuera puesto en libertad, de inmediato, sería deportado hacia Singapur.
Pero, cuando regresó a su país de origen, el contacto con Fernando y Elizabeth se mantuvo intacto, al punto que Nick viajó a Costa Rica con Fernando: “Fue maravilloso, amo ese país, la gente, los paisajes, la comida, especialmente, los chicharrones (…) Estoy esperando que pase la COVID-19 para que vengan a verme a Singapur. Ya tienen los pasajes comprados”.
En la actualidad, Elizabeth ha contado que su familia, Nick y sus padres han visitado la tumba de María. “Le pusieron flores, nos llevaron a comer. Tenemos una relación muy bonita, los queremos mucho. Con Nick hablo todos los días”.
Elizabeth, a cuatro años de la muerte de María reflexiona sobre todo lo que sucedió tras este trágico suceso: “Yo nunca sentí que tenía que perdonarlo, pero sí se lo dije porque él necesitaba oírlo. El perdón es solo una puerta, la de la reconciliación (…) Lo más bonito que me ha dicho Nick es ‘mami’. Esa relación es un regalo para mí, cada vez que me dice esa palabra es muy significativo”.
Sin embargo, la señora Jiménez nunca aparta de su mente el recuerdo de su hija: “Siempre tengo la carita de María conmigo, en todo lo que hago. No puedo negar que el dolor todavía es muy fuerte, pero me doy un tiempo límite para sentirlo, porque si no empiezo a sentir que se me va a acabar el mundo”.
“Digo, por ejemplo, que por 10 minutos voy a dejar que ese dolor salga. La lloro y después me pongo a recordar las cosas bonitas de ella. Le doy gracias a Dios por haberme permitido ser mamá de una hija, me seco las lágrimas y sigo adelante”, sentenció.
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