Agencia EFE

| Ranjeeth, de 27 años, se emborracha cada vez que tiene que limpiar una fosa séptica repleta de heces humanas a mano, una práctica todavía muy difundida en toda la India a pesar de su prohibición y que recae en los que se encuentran en lo más bajo del rígido sistema social.

El joven residente en Nueva Delhi y sus compañeros de trabajo normalmente salen al abrigo de la noche a limpiar fosas, desagües y letrinas tanto públicas como privadas bajo la influencia del alcohol para ayudarles a soportar de algún modo el fuerte olor a excrementos, a pesar de que la práctica aumenta aún más los riesgos de la profesión.

“Uno de nosotros se introduce en la fosa séptica y llena un cubo atado a una cuerda. Otra persona tira del cubo desde la superficie, nos deshacemos de los excrementos y repetimos el proceso. Tardamos entre seis y ocho horas en limpiar una fosa”, explica Ranjeet a Efe desde su casa de una sola habitación situada en un barrio chabolista de la capital.

Uno de los familiares de Ranjeet, que trabaja desde hace décadas en esta profesión considerada como indigna por las castas más altas de la jerarquía hindú, dijo a Efe que “el olor del pozo es demasiado fuerte, se mete en nuestras cabezas”.

En teoría, la práctica está prohibida por la ley desde 1993 y el Gobierno ha puesto en marcha varios programas de rehabilitación para los trabajadores, además de haber construido más de 90 millones de letrinas en los últimos cinco años que permiten la transformación de los excrementos en compost y eliminan buena parte de los riegos asociados con la limpieza manual.

Pero en vez de erradicarla, una implementación deficiente de las leyes y la noción hindú de impureza han obligado a los trabajadores a limpiar letrinas de forma clandestina, según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicado el pasado noviembre.

“No tenemos ningún tipo de (elementos de seguridad como) guantes o máscaras, descendemos en ropa interior. Debía tener 16 o 17 años cuando entré en una fosa séptica por primera vez”, asegura Ranjeet.

Como él mismo, su familia está compuesta por trabajadores sanitarios no cualificados que deben enfrentarse diariamente al estigma social y a la discriminación por ejercer un trabajo del que no tienen muchas posibilidades de escapar.

“Antes solía acompañar a mi padre, pero ahora está enfermo y hago esto por mi propia cuenta. Alguna vez mi hermano pequeño me acompaña”, explica.

Bizwada Wilson, el director de la ONG Safai Karamchari Andolon que trabaja para erradicar la limpieza manual de letrinas, explica a Efe que el “rígido” sistema de castas hindú obliga claramente a una parte de la población “a ganarse la vida con trabajos que nadie quiere hacer”.

“Alguien les dice que si no limpian, ¿quién lo va a hacer? Como (los trabajadores) son analfabetos piensan que es correcto, así que también hay un componente de autojustificación”, asegura Wilson.

Ranjeet sueña con abrir una pequeña tienda en su barrio, pero teme que el estigma de “intocables” que acompaña a su comunidad haga que nadie quiera comprar sus productos.

“No hay ningún otro trabajo para mí, soy un Valkimi (una de las clases sociales más bajas). ¿Qué puedo hacer? Tengo que mantener a mis hijos”, lamenta el joven, que gana entre 300 y 400 rupias (entre 4 y 6 dólares) por cada fosa séptica que limpia.

Para un trabajo tan mal pagado, limpiar letrinas conlleva una larga lista de riesgos, según el informe de la OMS: desde el riesgo de intoxicación por inhalación de monóxido de carbono hasta asma, gastroenteritis, cólera, fiebre tifoidea, hepatitis, polio, pasando por el riesgo de infección asociado con cortes y heridas.

Con esta lista de riesgos, las muertes asociadas con el trabajo son frecuentes.

Manju, de 44 años, perdió a su marido, Harkesh Jalsingh, hace once años cuando éste limpiaba una letrina.

Según la autopsia, a la que Efe tuvo acceso, la muerte se debió “a la inhalación de gases tóxicos”.

Manju debería recibir una compensación del Gobierno de 100.000 rupias (unos 1.250 euros), pero no ha sido capaz de probar que su marido falleció mientras limpiaba una fosa séptica.

“Voy de una oficina a otra, donde me preguntan cómo murió mi marido. Todo el mundo sabe que cayó en una fosa séptica y murió, no entiendo lo que quieren”, dice.

Según datos de la gubernamental Comisión Nacional de Safai Karamcharis (NCSK, en inglés), que vela por el bienestar de los trabajadores de este sector, 814 personas han muerto entre 1993 y julio de 2019 mientras limpiaban fosas sépticas.

Sin embargo, la asociación de Wilson eleva las cifras hasta las 1.760 muertes en los últimos 25 años.

UN TRABAJO DESEMPEÑADO TAMBIÉN POR MUJERES

El trabajo no se circunscribe solo a los hombres, mujeres de las comunidades más bajas en el escalafón de la sociedad también trabajan limpiando fosas sépticas y letrinas a mano en áreas domésticas y en escuelas.

Comparado con la limpieza de baños de estaciones de tren, desagües y alcantarillas, el trabajo reservado a las mujeres es ligeramente menos exigente desde un punto de vista físico pero la falta de equipamiento y los riesgos para la salud son similares.

Meenu, que ronda la treintena y reside en la zona antigua de Delhi, soñaba con unirse a las fuerzas armadas indias cuando era pequeña.

Sin embargo, explica a Efe, tras ser obligada a contraer matrimonio con solo 16 años no le quedó otra opción que unirse a su marido para ganar el pan limpiando baños y cargando excrementos sobre su cabeza.

“El primer día que trabajé estaba lloviendo, los desagües estaban llenos con agua de lluvia y residuos, así que no pude verlo. Me resbalé y caí, y todos los excrementos que había limpiado desde la mañana me cayeron sobre la cabeza”, recuerda.

Desde aquel día han pasado unos diez años y Meenu sigue trabajando como limpiadora manual en 35 casas cercanas al barrio chabolista donde vive.

“La primera pregunta que me hacen cuando busco un trabajo es a qué casta pertenezco. Cuando escuchan valkimi, inmediatamente me dan los trabajos de limpiar letrinas”, lamenta.

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