Nancy Russell era una mujer de 90 años de edad que vivía en un centro de cuidados para ancianos en Toronto, Canadá, y según contaron sus familiares, era alguien sociable y activa; sin embargo, durante el periodo que duró el confinamiento obligatorio impuesto por la pandemia, su salud mental se vio afectada drásticamente. Por ello, tomó la decisión de morir de forma asistida el pasado 20 de octubre al no soportar las restricciones.
HAZ CLIC: Las noticias más insólitas de la actualidad
MIRA: El antes y después de una enfermera que muestra el deterioro físico del personal médico que lucha contra el COVID-19
“Ser capaz de moverse lo era todo para mi madre”, dijo su hija Tory a CTV News. “Era extremadamente curiosa y estaba muy interesada en cada persona que conocía y en cada idea que se le ocurría, así que estaba leyendo constantemente, yendo a diferentes programas y charlas”.
Ella contó que cuando la cuarentena inició, su madre pudo comunicarse con su familia por teléfono; sin embargo, “se sentía extremadamente restringida”. Si bien la mujer entendía que las personas de su edad eran los más afectados por el coronavirus, sufrió una fuerte caída emocional tras ser obligada a permanecer en su habitación.
Tory aseguró que su madre ya había expresado sus deseos de morir de forma asistida, incluso mucho antes del inicio de la pandemia, pero el confinamiento “aceleró su solicitud”.
Su petición fue rechazada por un primer médico que le dijo que tenía “demasiado para vivir”. En su segundo intento, y tras desarrollar “problemas de salud más concretos”, según explicó su hija, le aprobaron la solicitud.
Días previos a su muerte, Nancy Russell dejó su habitación en el centro de cuidados y se mudó con uno de sus hijos. Durante ocho días, fue visitada por familiares y amigos, pudiendo pasar juntos una última semana.
“Su instalación estaba totalmente cerrada en ese momento”, dijo Tory. “No hubiéramos podido visitarla. Ella tuvo que irse. Y durante una semana, con todas las precauciones adecuadas, la visitamos”.
Ella asegura que lo ocurrido fue algo que “mezcla muchas emociones” debido a que perdieron a alguien que aman, pero fue así como lo decidió su madre. “Ella pudo tener una muerte tranquila y sin dolor y evadió un gran temor, que era soportar el invierno y los encierros”, dijo.
“Cuando retienes a alguien en soledad y lo privas de las cosas habituales que le dan alegría, eso puede ser una experiencia increíblemente solitaria y deprimente”, dijo el Dr. Samir Sinha, especialista en geriatría del Hospital Mount Sinha.
En el caso de personas mayores, privarlas de cosas simples como salir de su habitación o hacer actividades con alguien más “puede tener consecuencias psicológicas significativas, que realmente pueden quitarles las ganas de vivir”, agregó Sinha.