En Estados Unidos hay más de 90.000 personas en lista de espera para recibir un riñón. Sin embargo, la Dra. Aleksandra Gmurczyk ayudó a eliminar a dos personas de la lista donando su propio riñón a Ginger, una completa desconocida para la médica, e iniciando una donación de riñón emparejado con otra persona. Su singular historia se hizo viral en las redes sociales.
La donación renal pareada o combinada se produce cuando una persona está dispuesta a donar un riñón a alguien que lo necesita pero él mismo no es compatible, por lo que se intercambia el receptor con otro donante.
En este caso, el riñón de Gmurczyk fue donado en febrero a Ginger, que tenía unos riñones “difíciles de compatibilizar”. Gary, el marido de Ginger, no era compatible con su mujer. Así que donó su riñón a un paciente de Northwestern Medicine. Ginger y Gary pidieron que no se divulgara su apellido.
Donante y receptora
“Me alegro mucho de conocerte”, dijo Gmurczyk, nefróloga y profesora asociada de Northwestern Medicine, cuando conoció a Ginger en una conferencia de prensa. “Me alegro mucho de que te hayan dado mi riñón, y puedo decir que vas a cuidarlo muy bien”, añadió.
“No quería donar específicamente a una persona”, dijo Gmurczyk a CNN, y añadió que con el intercambio renal emparejado sentía que tenía la oportunidad de ayudar a más personas.
No es la primera vez que ocurre
No es la primera vez que un médico dona un riñón a un paciente. El Dr. Aji Djamali, jefe del Departamento de Medicina del Centro Médico de Maine, donó su riñón a un paciente el año pasado.
Pero el objetivo de Gmurczyk era donar para ayudar a educar a las personas, que donar órganos puede salvar vida de gente que no necesariamente conozcas.
A menudo atiende a pacientes con insuficiencia renal, lo que hace que sus riñones sean incapaces de filtrar los residuos y toxinas del torrente sanguíneo. Muchos se someten a diálisis, un tratamiento agotador en sesiones de cuatro horas tres veces por semana que ayuda a eliminar los residuos.
“Es como un trabajo a tiempo parcial”, afirma Gmurczyk. “Es estresante y triste, los pacientes se sienten aislados y solos. Muchos trabajan, pero otros tantos no pueden”. Antes del trasplante, Ginger estaba haciendo un tratamiento de diálisis.
“Ayer hace dos años que empecé la diálisis”, dijo Ginger. “Una o dos semanas antes de recibir el trasplante... empecé a empeorar”.
A la espera de donación
Pese a la larga lista de personas que esperan una donación, algunos de sus pacientes siguen recelosos de someterse a un trasplante por cuestiones como la desconfianza en el sistema sanitario o los requisitos para la donación.
Hace nueve años, Gmurczyk empezó a pensar en cómo podía hacer cambiar de opinión a esas personas. Decidió donar uno de sus riñones para aumentar la confianza en el procedimiento y animar a otros a donar.
“La razón por la que quise donar es que... puedo acudir a ellos y decirles: ‘He donado mi riñón, y creo que las personas que reciben un trasplante de riñón viven más tiempo y más sanas, y tanto creo en esto que he donado’“, explica.
Tras ser emparejada con Ginger en Virginia, el proceso de donación de Gmurczyk transcurrió de forma normal, con pruebas de la función renal y exámenes abdominales para encontrar el riñón más pequeño, que es el que finalmente se dona.
Después de la operación y de pasar la noche en el hospital, una amiga vino a ayudarla a volver a casa, pero Gmurczyk se sentía lo bastante bien como para caminar.
“Pude cuidar de mi perro al día siguiente. Lo hacía todo por mí misma”, dijo. Se tomó dos semanas de licencia y no tuvo problemas para volver.
Su decisión de donar ya ha valido la pena, según afirma. Uno de sus pacientes, quien se mostraba escéptico ante la idea de recibir un trasplante de riñón, se animó a iniciar el proceso de evaluación.
Gary también conoció a quien recibió su riñón, Arturo “Art” Reyes, el cual se mostró especialmente emocionado. “Creía que ya no había esperanza”, dijo. “Realmente no hay palabras para decir gracias, me has devuelto la vida”.