“Hace seis meses, mi hábito de minuto a minuto era alcanzar un teléfono móvil que vibraba. Correos electrónicos nocturnos, mensajes de WhatsApp de clientes, las noticias, una notificación de Twitter, FitBit... no importara lo que fuera”, comienza su relato Lauren Dudley, una joven de Brixton, Inglaterra, que en una columna publicada en el diario británico Mirror asegura que su vida es mucho mejor desde que “renunció” a su celular. Ella no se había dado cuenta hasta ese momento que era una adicta a las redes.
“Lo que importaba es que estaba disponible de inmediato o si me perdía de algo importante, estaba al tanto de ello. Me sentaba a cenar, bromeando sobre la desastrosa cita de un amigo, pasando por alto las partes para reírme porque estaba demasiado ocupada concentrándome en no mirar la pantalla iluminada de mi celular. Me sentaba en mi escritorio, incapaz de enfocarme, viendo cómo mi concentración era interrumpida por el incesante brillo”, continúa Dudley.
Era tan elevado el nivel de contacto con el mundo exterior que había alcanzado que “ni ella misma siquiera se dio cuenta” de lo mucho que necesitaba desconectarse hasta que un día, después de pensar mucho sobre este mal hábito, hizo algo que nunca pensó que realmente se atrevería: desactivar todas las notificaciones. “Cualquiera pensaría que yo sería la última persona en la Tierra en lograr esto, o ciertamente que acabaría haciéndolo de todos modos”, indicó.
Llegó a afectar su profesional (y personal)
Es en esta parte de su testimonio de vida que Lauren revela que apenas un año antes había fundado Auxo, su agencia de marketing. “Tenía clientes, un pequeño equipo, manejaba incontables cuentas en redes sociales, contactaba periodistas, buscaba potenciales oportunidades de negocio y realmente creía que todo esto me exigía permanecer conectada todo el tiempo, algo que para mí era no negociable”, precisó sobre lo que estaba por hacer en beneficio de su persona.
Seis meses después de tomar aquella decisión, Lauren Dudley ahora halla “increíblemente raro” imaginarse que su teléfono “tenía tanto poder” sobre ella. “Apagué todas las notificaciones, no abro la aplicación de correo electrónico fuera del horario de trabajo, y también he desactivado la barra y alertas de la mayoría de mis aplicaciones. Nada, excepto las llamadas telefónicas urgentes, han encendido mi celular durante más de medio año”, comenta la ahora exnomofóbica.
Así fue su proceso de “desintoxicación”
En su columna, Dudley recuerda que las primeras dos semanas fueron “incómodamente difíciles” ya que, al recibir una notificación, se desencadenaba en ella un subidón de dopamina del que su propio cerebro ya era adicto y ansiaba esta “recompensa” obtenida a través de su comportamiento basado en el hábito. “Me sentí ansiosa por un tiempo, casi desesperada en contarle a todos al respecto, asegurándome de que supieran llamar si (¡cuándo!) me necesitaran”, dijo.
Sin embargo, después de eso, lo único que sintió fue paz recalcando que hubieron “un millón de formas” en que esto la ha beneficiado en todos los aspectos de su vida, pero quizás lo más importante para ella es que ahora “puede estar presente, sin importar dónde esté”. “Ya sea para planificar una estrategia de lanzamiento de marca o en la mesa de la cena discutiendo planes de viaje futuros. De cualquier manera, finalmente estoy viviendo el momento”, aseguró.
Interrumpir cuando solo sea realmente urgente
Otra cosa que le sorprende desde que superó su adicción al teléfono celular es que la gente rara vez llama. “Tanto mis colegas como yo nos hemos dado cuenta de que creemos que todo es urgente, hasta que nos vemos obligados a decidir si vale la pena interrumpir a alguien ... y a menudo resulta que no lo es”, comenta Lauren, señalando que sus clientes siguen esta misma lógica de la que se considera una “gran fanática”.
“No se me viene a la mente ningún solo momento u oportunidad que me haya perdido por esto. Todos, tanto en el ámbito profesional como personal, tiene tiene mejores límites conmigo ahora. Nuestros clientes rara vez usan WhatsApp, pero si lo hacen, no respondo fuera del horario laboral, a menos que sea una emergencia, que casi nunca es”, revela, al tiempo que dice que sus amigos saben que ella les responderá cuando pueda (y lo desee).
Pero lo más importante es que ahora estará tanto mental como físicamente para ellos. “Como sociedad, tenemos una relación dolorosa y dañina con la tecnología, y una noción cada vez mayor de que con toda esta maravillosa tecnología, deberíamos estar mucho más conectados que nunca. Es innegable que seamos privilegiados en tener este acceso. Pero al mismo tiempo, estar instantáneamente disponible para todos y cualquier cosa simplemente no es saludable”, acotó.
Una reflexión y un desafío a los ‘adictos al celular’
Lauren Dudley sabe que la mejor forma de enseñanza es predicar con el ejemplo y por eso se animó a compartir su historia para que otras personas que padecen de la misma adicción que tuvo sepan que es posible superarla. “Mi bienestar actual es testimonio de ello. Solía sentirme ansiosa y abrumada, y aunque este podría no ser el único cambio que hice para disminuir aquella sensación, sin duda es uno de los más grandes. Es liberador”, manifestó.
“He aprendido que no es necesario que te disculpes por no estar disponible. No es necesario que le des a nadie ese acceso instantáneo a tu persona. No es necesario que estés activamente ocupado para no responder; tiene derecho a no estar activamente ocupado y aun así no estar disponible. Esos límites son saludables y deberían convertirse en la norma de la sociedad”, reflexionó, al mismo tiempo que desafió a la gente a seguir este método por tres semanas y comprobar los resultados.