El 4 de julio, el cielo se iluminó con fuegos artificiales, pero para una perrita aterrorizada por los estruendos, esa noche se convirtió en una pesadilla. Leilani, una goldendoodle de 8 meses, se hallaba en el puerto de Redwood City, en la bahía de San Francisco, California, Estados Unidos, con sus dueños, Kevin y Elizabeth Dalonzo, cuando el ensordecedor espectáculo pirotécnico la espantó. Presa del pánico, huyó hacia el mar y nadó hasta la desierta Isla Bair, donde quedó varada y completamente sola dos noches. Esta es la conmovedora historia de supervivencia, heroísmo y amor por las mascotas.
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“En cuanto sonó el primer cohete, salió disparada”, dijo Kevin Dalonzo a USA Today desde su casa en Silicon Valley. “Empecé a correr tras ella. Estaba desorientada, con la cabeza gacha y tan asustada que seguía corriendo lo más rápido que podía, sin saber a dónde iba”.
A pesar de perseguirla y llamarla a gritos, Dalonzo no pudo alcanzarla y finalmente la perdió de vista en la zona industrial del puerto. Siguió buscando a Leilani hasta las 2 de la mañana, pero no encontró ningún rastro de ella.
Un golpe de suerte en medio de la angustia
Pero el destino tenía otros planes para Leilani. Dos días después de su escape, Roger Dunn, un experimentado palista, se encontraba en su canoa polinesia pasando por la Isla Bair cuando escuchó un aullido. Al principio, pensó que podría ser un coyote.
“Luego miré hacia el otro lado del canal, a través del fango, hacia la tierra, y vi a un perro corriendo”, dijo Dunn, de 75 años, a USA Today. “Pensé: ‘Bueno, eso es extraño’”.
Fue entonces cuando Dunn vio el collar de Leilani y la correa colgando a su lado. La perrita lo miraba y ladraba.
Sabiendo que la Isla Bair está desierta y no tiene comida, agua ni refugio para un perro, Dunn supo que tenía que ayudar. Remó hacia la orilla fangosa y llamó a Leilani. Ella corrió hacia Dunn a pesar del espeso barro.
“Probablemente una de las cosas más increíbles de toda esta experiencia es que venía hacia mí”, dijo Dunn. “Se podía ver que le costaba mucho. Si tú y yo camináramos por este barro, nos llegaría hasta las rodillas”.
Un héroe acuático y un reencuentro emotivo
El siguiente obstáculo de Dunn era llevar a Leilani a un lugar seguro. Su embarcación, según él, era “muy inestable”, y temía que volcara. Sin embargo, Dunn logró subirla al bote y sentarla en su regazo. Aunque estaba cubierta de barro y suciedad por sus aventuras en la isla, Dunn pudo distinguir el número de teléfono en su placa de identificación y lo llamó. Dejó un mensaje y comenzó a dirigirse lentamente hacia la seguridad, sosteniendo a Leilani en una mano y remando con la otra.
El viaje de 2 millas, que normalmente le tomaría a Dunn 20 minutos, se convirtió en una travesía de más de una hora. Cuando llegaron a una rampa para botes, otros palistas lo ayudaron a llevar a Leilani a tierra firme.
Un kayakista también tomó fotos de Leilani y Dunn, que este último envió a su esposa para que pudiera comenzar a comunicarse con varias organizaciones de animales en el área con la esperanza de encontrar a los dueños de Leilani.
Dunn llevó a Leilani a un hospital veterinario local para ver si necesitaba atención médica. Dunn dijo que la perrita estaba exhausta para cuando la subió a su camioneta.
Fue en el Hospital Veterinario Adobe de Los Altos donde Dunn se encontró con Denise O’Brien de Silicon Valley Watch Dogs, una iniciativa comunitaria para ayudar a los dueños de mascotas en Silicon Valley.
“Hoy fui testigo de un milagro”, escribió O’Brien en una publicación de Facebook sobre el rescate de Leilani. “Conocí a un ÁNGEL en la sala de espera. En realidad, me di cuenta de que era un HÉROE y un BUEN SAMARITANO que rescató a un perro perdido”.
O’Brien continuó escribiendo sobre los peligros que enfrentaba Leilani en la isla, diciendo que “posiblemente habría muerto si Roger no hubiera pasado en su bote amarillo hoy”.
“Nadie vive en la isla, no hay refugio y nuestras temperaturas batieron récords y superaron los 100° en gran parte del Área de la Bahía”, escribió.
El hospital veterinario le dio a Leilani agua y bocadillos, que devoró de inmediato, y le brindó primeros auxilios. Justo cuando estaban a punto de notificar a la compañía de microchips del paradero de Leilani, Dalonzo devolvió la llamada de Dunn.
Lágrimas de alegría y un reencuentro emotivo
Dos horas más tarde, Dalonzo se reunió con Leilani entre lágrimas de alegría. Dijo que se sintió abrumado por la emoción al saber que la habían encontrado, y agregó que no había podido dormir en los días que había estado desaparecida. Dalonzo expresó su sorpresa al escuchar que Leilani había nadado a través del canal hasta la Isla Bair, ya que siempre había pensado que su perrita tenía miedo del agua.
Explicó que él y su esposa habían adoptado a Leilani de una agencia de adopción local hace unos 5 meses y no se habían dado cuenta de que le aterrorizaban los fuegos artificiales.
Leilani, un nombre hawaiano que significa “flores celestiales” o “hija real”, fue nombrada en honor a un restaurante en Hawái donde Dalonzo le dijo por primera vez a su esposa que la amaba, lo que la convierte en una mascota aún más especial.
La pareja tiene otra mascota, un perro llamado Coconut. O’Brien, por su parte, instó a los dueños de mascotas a ser “extremadamente cuidadosos” durante el Cuatro de Julio y otros eventos con fuegos artificiales.
“Lo que comenzó como una pesadilla desastrosa para la familia de Leilani esa noche, y una búsqueda de dos días por su perro perdido, condujo a un rescate hermoso y sucio”, dijo O’Brien en su publicación. “Gracias, Roger, por hacer una buena acción”.
Periodista. Estudió Comunicación en la Universidad de Lima. Diez años de experiencia en medios digitales. Actualmente se desempeña como redactor del Núcleo de Audiencias de El Comercio.