Al igual que asearse durante el día, cepillarse los dientes también es una parte muy importante en la higiene bucal. Debe realizarse después de cada comida para eliminar las bacterias y de paso lucir una sonrisa brillante; sin embargo, muchas personas no le toman la importancia que se amerita y luego hay consecuencias cuando no se cambia a tiempo.
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No hay que esperar que se desgaste todos los filamentos del cepillo ni tampoco verlo en un estado deteriorado, sino en un punto medio y no forzarlo más de su tiempo de vida, aunque esto no es tomado mucho en cuenta por algunas personas.
En ese sentido, para conseguir una correcta higiene bucal es recomendable renovar el cepillo a fin de evitar la deformación del instrumento, así como también la contaminación bacteriana. Esto ha sido comprobado por expertos en la materia.
“Un cepillo de dientes en buen estado nos ayuda a prevenir caries, a remineralizar caries incipientes, a prevenir problemas de encías…”, dicen las doctoras Debora y Beatriz R. Vilaboa, de la Clínica Vilaboa, según un artículo publicado por El País.
¿Con qué frecuencia se debe cambiar el cepillo de dientes?
Según Marta Córdoba del Pozo, licenciada en Odontología y Máster en Ortodoncia, en diálogo con El País, sugiere que lo ideal es renovar el cepillo de dientes cada 3 meses. Los filamentos gastados no tendrán la misma efectividad para eliminar el biofilm bucal.
“De media, se deben cambiar los cepillos de dientes cada 3 meses. No obstante, hay personas que tienden a cepillarse con fuerza dañando más el cepillo, por lo que deberían cambiarlo antes”, puntualizó.
Asimismo, el instrumento en mal estado puede dañar las encías e incrementar la contaminación bacteriana. Según el portal Vitis, los cepillos contaminados pueden ser una fuente de reinfección de la boca e incluso puede llegar a afectar la salud general, causando infección y problemas cardiovasculares, respiratorios y renales.
¿Que provocan las bacterias en los dientes?
Las bacterias se introducen entre la encía y el diente, lo que puede llevar a la pérdida de este si no se trata a tiempo. Las bacterias transforman los azúcares y almidones de los alimentos que consumimos en ácidos que disuelven el esmalte dental y crean orificios que pueden llegar hasta la pulpa dental. Mal aliento, detalla Ahoa.es.
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