Todos hemos experimentado esa sensación de hambre persistente que parece nunca desaparecer, incluso después de haber comido. Lo llamas hambre, pero en realidad, podría ser otra cosa. Aprender a diferenciar entre el hambre real y otros impulsos es clave para mejorar nuestra relación con la comida, evitar atracones y comenzar a comer de manera más saludable. Según Max Nieuwdorp, internista, endocrinólogo, investigador y profesor de la Universidad de Ámsterdam, la sensación de hambre constante que muchos experimentamos tiene un razón. Te aseguro que es muy interesante, así como otros artículo que ya te he compartido como: la forma correcta en que debes comer las semillas de papaya o la semilla rica en antioxidantes que reduce el riesgo de enfermedades.
Aunque sientas que tu cuerpo te pide comida a todas horas, es poco probable que esta sensación se deba a una verdadera necesidad de nutrientes. Más bien, se relaciona con los efectos que ciertos alimentos tienen en tu cerebro y en cómo estos productos alteran tus sensaciones y emociones. Nieuwdorp lo explica en su libro El poder desconocido de las hormonas. Según Nieuwdorp, “si sufrimos una carencia de nutrientes, cada una de nuestras células pasa hambre. Esta hambre no es lo mismo que el apetito: es un deseo primario de comida, un verdadero impulso que se siente en cada célula y puede hacer enloquecer a una persona”.
Las hormonas: el verdadero culpable de tu hambre constante
La hormona grelina juega un papel fundamental en el proceso del hambre. Esta hormona le indica al cerebro que el estómago está vacío y que es momento de comer. Los niveles de grelina aumentan entre las comidas y disminuyen después de comer, lo que regula el ciclo de alimentación. Sin embargo, no es la única hormona involucrada.
El péptido YY (PYY) es una proteína producida en el intestino que se libera después de ingerir alimentos. Su función principal es reducir el apetito interactuando con receptores en el cerebro. También participan en este proceso la insulina y la leptina, hormonas que juegan un papel crucial en la sensación de saciedad.
Sin embargo, los cambios en nuestro estilo de vida moderno —como el sedentarismo y la ingesta de alimentos ultraprocesados— han alterado la función y los niveles de estas hormonas, generando una constante sensación de hambre que muchas personas experimentan a diario.
El cerebro, el motor oculto detrás de tus impulsos alimentarios
Además del metabolismo y las hormonas digestivas, hay otro factor clave que influye en la regulación del hambre y el peso: nuestro cerebro. “Los humanos percibimos los alimentos calóricos como ‘ricos’; tanto si el sabor es dulce como salado, nuestro cerebro nos recompensa por haber elegido correctamente con una sensación agradable”, comenta Nieuwdorp.
Aquí es donde entra en juego la serotonina, una sustancia que no solo influye en nuestro estado de ánimo, sino que también tiene un efecto indirecto en nuestro peso. “Lo sabemos porque muchos antidepresivos que actúan sobre la serotonina tienen el efecto secundario de estimular el apetito”, indica el experto.
Otra hormona involucrada es la dopamina, responsable de proporcionar una intensa sensación de placer como parte del sistema de recompensa del cerebro. Su liberación puede ser provocada por muchas causas, desde comer alimentos ricos en azúcar, hasta disfrutar de una copa de vino, un maratón de series o una tarde de compras.
Periodista. Estudió Comunicación en la Universidad de Lima. Diez años de experiencia en medios digitales. Actualmente se desempeña como redactor del Núcleo de Audiencias de El Comercio.