Pedro Ortiz Bisso

El apodo más temido en el fútbol es ser llamado pecho frío. Aún en la derrota se puede exudar heroísmo o generar admiración. El pecho frío, en cambio, es la indiferencia en pantalones cortos, la inmunidad a la devoción del hincha, el electrocardiograma plano de un zombi que sale a la cancha sin interés por la gloria, concentrado el mero trámite de ganarse el jornal.

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Alguna vez Varsky dijo que ciertos jugadores tenían un congelador en pecho. No se refería a su falta de sangre para enfrentar un compromiso, sino a su capacidad para dormir el balón y decidir sin apuro en el instante previo a marcar un gol. Como Perico amortiguando la pelota en el 69 frente a los argentinos. O Grondona adormeciéndola con el empeine en un clásico antes de vencer a Marco Flores. Ser pecho frío es otra cosa. Es mirar a un costado cuando la sangre se calienta, los ojos se encienden, la garganta enrojece. Es tener hielo bombeando el corazón.

Pecho frío le dijeron a Lionel Messi. Así lo llamaron en su tierra, cuando cada vez que llegaba de Barcelona a enfundarse la celeste y blanca, lo acusaban de sonambulismo. El escritor Hernan Casciari en un conmovedor relato que arrancó lágrimas de Antonella Roccuzzo, recopiló algunos de esos agravios: “Pecho frío. Solamente te importa la plata. Quedate allá. No sentís la camiseta. Sos gallego, no argentino. Si alguna vez renunciaste, pensalo otra vez. Mercenario”.

En la absurda carrera por comparar a Lío con Maradona la injusticia aflora en cada centímetro. Fuera de lo deportivo, al Diego se le disculpan todas sus tropelías, sus insultos, hasta sus presuntos delitos. En muchos casos se los disfraza bajo el ropaje de su presunta rebeldía. Al rosarino se lo critica por callado, por argollero, rumiar su descontento y tomar decisiones con la mirada. Martino y Sampaoli conocen hasta dónde llega su poder. Simón Kuper en “La complejidad del Barza” explica con exceso lo fundamental que fue en el despegue y el hundimiento del club azulgrana. Hasta se lo critica por haber sido campeón a los 35 años, cuando Maradona lo fue meses antes de llegar a los 26.

Messi ha cometido y cometerá errores. Es un ser humano por si alguien lo ha olvidado.

Como periodista me resulta ridículo el listado de exigencias que solemos hacer a chicos que no llegan a los 18 años y pasan de mal comer a ganar 5 mil dólares mensuales. O a gente que tiene todo como el rosarino y le exigimos cualidades de santo ¿Cuántos reaccionaríamos con esa presunta madurez si la vida nos cambiara abruptamente?

A Messi, decía la semana pasada, hay que disfrutarlo. También agradecerle. En la historia del fútbol, estos últimos 20 años han sido maravillosos. Y él, aunque a muchos aún les pese, ha sido protagonista.

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