Renzo Gómez Vega

El Messi actual y el Messi de antes fueron uno solo hoy. El Messi de mirada perdida, sin tatuajes ni barba, ese que apilaba rivales a la velocidad del trueno, con una insolencia cándida regresó del pasado para poner a Argentina entre los ochos mejores del mundo. Atravesó el portal del tiempo a los 64′, cuando arrancó desde la mitad de la cancha y burló a todos los australianos que se le pusieron enfrente hasta llegar al área y allí sí, sin piernas, volver a ser el Messi de ahora, el de 35 años, el padre de familia, el que arenga en el vestuario, al que no le pesa la cinta, pero sí le pesan los años.

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