No existían sospechas para suponer que la debacle germana llegaría en Rusia 2018. (Foto: AFP)
No existían sospechas para suponer que la debacle germana llegaría en Rusia 2018. (Foto: AFP)
Ricardo Montoya

“En el fútbol, y especialmente en los mundiales, todos tenemos derecho a soñar, pero la realidad es ”, escribió hace un tiempo Juan Villoro, modernizando la máxima que en 1990, luego de caer ante los germanos en semifinales, había acuñado el goleador inglés Gary Lineker. Lo curioso es que, desde la en Italia hasta nuestros tiempos, las cosas no variaron mucho. La hegemonía germana se ha impuesto como un manto de poder sobre las demás naciones cada vez que se ha disputado un torneo de la FIFA.

Desde entonces, y hasta antes de Rusia 2018, ‘Die Mannschaft’(El Equipo) estuvo siempre entre los ocho mejores, con dos consagraciones, un subcampeonato y dos terceros puestos. Para acrecentar su favoritismo de cara a este Mundial, hace solo un año, con un plantel renovado, conquistó en forma invicta la Copa Confederaciones. Si esta joven escuadra alterna ganaba sin sobresaltos un torneo de tal magnitud, ¿qué se podría esperar del plantel cuando incluyera a la mayoría de los jugadores que dieron la vuelta en Brasil 2014? La mixtura de juventud y experiencia hacía presuponer que los germanos eran los candidatos naturales a levantar la copa en Rusia. A Hummels, Müller, Kroos, Khedira, Neuer y Özil, por citar solo algunos, se les sumarían ahora Timo Werner (Balón de Oro en la Confederaciones), Rüdiger, Goretzka, Draxler. Todos ellos savia joven y talentosa de una escuela que ahora prefiere construir paredes antes que tirar centros. Con un plantel así de rico, y con el mismo técnico de siempre, nada hacía presagiar la hecatombe de sus derrotas. Entonces, ¿qué salió mal en este Hindenburg alemán?

El fútbol es, por fortuna, una ciencia impredecible. No siempre un grupo de grandes jugadores conforma un elenco ganador. A veces es necesario tener buenos futbolistas en posiciones claves. A esta Alemania le sobran volantes de calidad, pero no tiene un ‘9’ superlativo. Ni Werner, todavía en estado de evolución; ni Müller, una caricatura de lo que fue hace cuatro años; ni mucho menos Gómez, obsoleto en sus atributos futbolísticos, llegaron al Mundial en su mejor condición. En el centro del ataque Alemania siempre tuvo abundancia, desde Rahn hasta Klose pasando por Uwe Seeler, Gerd Müller, Rummenigge, Klinsmann, etc. Tampoco, curiosamente, le ayudó a Löw tener tantas alternativas para diferentes puestos. El técnico no tuvo claro si apostar por los jóvenes o jugársela por la base del equipo que salió campeón en el 2014.

Ya en los amistosos previos al Mundial había sido discreto lo que presentaron los germanos: perdieron con Brasil y Austria y superaron, sufridamente, a los saudíes. De todas formas, se presumía que, a la hora de la verdad, por el peso de la camiseta, la experiencia y la calidad del plantel teutón, Alemania sería la potencia que siempre ha sido.

Nada de eso. Lo de los germanos fue pálido por donde se lo mire. Poca eficacia para convertir todo lo que generó, actitud inexplicablemente mansa para asumir el desenlace y pavorosa anemia defensiva. En siete partidos en Brasil 2014 recibieron 4 goles, en Rusia en tres juegos la misma cantidad. Sin solidez atrás empiezan a arder los dirigibles.

De todas formas, este desastre futbolístico del Hindenburg alemán no llega a opacar el proceso de trabajo que les ha permitido en los últimos 15 años estar en el más alto nivel. Se han despedido temprano esta vez y han hecho mea culpa. No lo dude, van a volver con fuerza.

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