"El día después de mañana". (Foto: AFP)
"El día después de mañana". (Foto: AFP)
Ricardo Montoya

Que quede claro de una vez, y que conste en actas. Toda esta experiencia mundialista que está adquiriendo la es una ganancia inmensa. Sería injusto supeditar el concepto y el sentir popular de los peruanos acerca del elenco bicolor a los resultados que se obtengan en Rusia. Hacerlo supondría una supina ingratitud. No se puede convertir una cantante cualquiera en soprano si antes ella no ha aprendido a tararear, siquiera, una canción.

Perú asiste al Mundial a seguir creciendo. No pretende ganarlo. Si en el camino se alinean los resultados y avanzamos más allá de lo esperado en la antesala, podremos robustecer nuestros sueños. Pero, de momento, intentemos beber este primer sorbo de la Copa del Mundo como un cuento de hadas en medio de la propia vida. Es decir, con el embeleso de la ilusión, pero con la conciencia de que el encanto puede terminarse a la medianoche. Y si es así, y tenemos que regresar a casa tras la primera fase, igualmente deberemos ofrecer nuestras rendidas gracias.

Es inevitable que la evocación nos dispare un suspiro de nostalgia, pero debemos recordar que las dos últimas experiencias mundialistas de la Blanquirroja terminaron con goleadas humillantes.

El equipo peruano que presenta Gareca no es el de Marcos Calderón, ni el de Tim. Es menos talentoso que aquellos planteles, pero esgrime el culto al grupo como herramienta de triunfo. Este equipo es un conjunto con sinergia y, ya sabemos, que unidos sus actores se multiplican. De todas formas, no perdamos de vista que hace solo un año estábamos prácticamente fuera de la fiesta y que las expectativas actuales deben vincularse con lo que somos y hemos demostrado hasta ahora.

Esto recién empieza y exige una dosis extra de paciencia. El proceso en sí debiera apuntar a mejorar la competitividad de nuestra selección y, simultáneamente, a reestructurar todo el fútbol peruano; especialmente nuestro caótico campeonato interno.

Dinamarca es una selección poderosa que, a priori, presenta una fuerza equivalente a la nuestra. Nada nos hace pensar que será un partido sencillo. Por esta razón, es aconsejable que nosotros, los hinchas y los periodistas, disfrutemos del partido conscientes de la complejidad de la prueba. Es necesario que Perú salga al campo y haga lo suyo: que sea ordenado, competitivo y solidario. Si además gana, mucho mejor. Pero si no lo hace, valoremos en su justa medida todo el trabajo que nos trajo hasta aquí. No exijamos a nuestro equipo hazañas de ciencia ficción. No seamos generales después de la batalla y cuestionemos las decisiones de Gareca con el marcador puesto. Valoremos, por último, este presente para no estar, el día después de mañana, cuando esta generación de muchachos que dirige Gareca ya se haya despedido, añorándolos como hijos pródigos.

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