Pekerman y Colombia. (Foto: AFP)
Pekerman y Colombia. (Foto: AFP)
Ricardo Montoya

La historia se repite. Hace ya cuatro años que José Pekerman reveló un espíritu extremadamente cauteloso al modificar su propuesta para enfrentar al Scratch en Brasil 2014. Hasta ese entonces, Colombia era la sensación del torneo desplegando, con James como eje cerebral, un fútbol ofensivo, vistoso y goleador. Sin embargo, en los cuartos de final varió el sistema y pasó a jugar con un solo hombre en punta, cuando durante toda la competencia había utilizado, con eficacia, dos delanteros.

Después, esa propuesta medrosa se reflejó en el campo. Un seleccionado brasileño, limitado y sin variantes, aprovechó el planteamiento conservador de su rival para ponerse en ventaja desde temprano y cuando, por fin, el entrenador argentino, en tardía reacción, apostó por lo de siempre, ya no había caso. Colombia quedó al margen, desembarcado del Mundial 2014 por una de las selecciones ‘verdeamarelas’ más inexpresivas de la historia. A ese anfitrión había que atacarlo y no respetarlo en exceso. Pekerman exageró los recaudos defensivos. Ergo: se equivocó.

De todas formas, aquella vez el pueblo cafetero tomó las calles de Bogotá para agradecer los progresos de su representativo nacional. Nunca antes su seleccionado había estado entre los ocho mejores del mundo. Todos, en Colombia, estaban satisfechos con la campaña. Fuera de ella, el criterio de los entendidos era unánime: ese equipo, que encandilaba en cada partido, estaba para cosas más grandes. Es cuestión de perspectivas. Un país tan rico en materia prima futbolística no tendría que limitar sus aspiraciones. Con ese plantel y ese esquema se podía pelear arriba. Pekerman no corrió los riesgos que se necesitaban. Lo que ha ocurrido en Rusia es más de lo mismo. Cuando se creía que ya había encontrado el equipo frente a Polonia, apuesta después por ‘La Roca’ Sánchez para enfrentar a Senegal.

¿Cómo es posible que un elenco con tanta riqueza individual solo haya sido capaz de apelar a la fantasía contra los polacos? Sacando ese juego, fue un elenco que antepuso siempre el anular al contrario por encima de la elaboración propia. Cuatro de los seis goles que convirtió en la Copa fueron de pelota parada.

Como corolario de una serie de miedos encapsulados, Pekerman dispuso ante Inglaterra una zona medular con tres volantes de contención y con escasa libertad para sumarse al ataque. Ya en desventaja en el marcador, decidió ir por el partido y alinear dos delanteros. Le faltó tiempo para coronar la hazaña como en el 2014. Para que llueva café en el campo Colombia necesita futbolistas emocionalmente sólidos. Necesita, además, un técnico que se la juegue de vez en cuando y no uno que, teniendo a Messi en el banco, haga entrar a Julio Cruz.

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