“Como si fuera el primer Mundial”, por Jerónimo Pimentel. (Foto: AFP)
“Como si fuera el primer Mundial”, por Jerónimo Pimentel. (Foto: AFP)
Jerónimo Pimentel

¿Cómo se aprende a disfrutar el fútbol?

Este es el nuevo reto de los peruanos. Casi cuatro décadas de amargura han creado un aprendizaje de la tristeza, una normalización de la angustia, que afecta la manera en la que encaramos el proceso de Gareca. Los amistosos son prueba de ello. Quienes superan los 40 estaban subsumidos en divagaciones agónicas: “Prefiero que la racha termine ahora que en el Mundial”, “Cada nuevo partido invicto eleva la posibilidad de derrota en el siguiente”, “Es un amistoso contra Suecia, pero tengo miedo”.

Este aficionado tiene las reacciones psicológicas de un veterano de guerra que nunca superó el estrés postraumático. Sospecha, con el solo argumento de su pasado, que este año y medio de invencibilidad es frágil, un sueño que en cualquier momento termina. Sus reservas emocionales son débiles y ve en el empate de visita ante una selección europea de primer nivel, un logro que en cualquier otro momento hubiera sido celebrado con escándalo, la señal de una derrota. La victoria lo llena de dudas y por ello se entrega en YouTube a la peruanísima labor de husmear la prensa extranjera para constatar que su entusiasmo es real y está legitimado por la autoridad vecina. Vamos al Mundial, pero necesitamos que nos los recuerden Vignolo y Liberman. Salimos a celebrar, pero en el fuero interno algunos fantasmas celebran un aquelarre: Camino, Popovic y Burga bailan alrededor de una calculadora malograda que marca 36.

Otro de los méritos de Gareca es haber conjurado este lastre y haberlo descargado de los hombros de la selección. También haberle enseñado a una nueva generación, aquellos menores de 20, que ganar es una costumbre; clasificar, una obligación; y mantener la valla invicta, una consecuencia natural del juego.

A días del debut mundialista, el ‘Tigre’ solo debe ocuparse de la mentalidad. Aunque la prensa deportiva especule sobre cómo organizará a los cuatro de arriba, él ya tiene el 11 definido y previstos los escenarios de cambio. El grupo ha demostrado ser competitivo y compacto. No es que cada partido jueguen mejor, sino que en cada encuentro la amalgama se hace más sólida. No es un equipo perfecto, preciosista ni avasallador, pero es práctico, vertical en la contra y paciente –quizás demasiado– en la posesión. La selección ha aprendido a desplegarse y contraerse, y nunca en los partidos últimos se ha sentido menos que su rival, tenga los pergaminos que tenga y se juegue en el estadio en el que se juegue. Es verdad que les cuesta asumir el protagonismo ante equipos de menor jerarquía, pero también es cierto que a los de mayor raigambre les cuesta vencernos. En el fútbol no es necesario nada más, pues con la tarea hecha basta plantarse con ánimo, espíritu y fe. Todo lo que venga en adelante es premio.

Que tengan todos un lindo Mundial.

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