Cristian Benavente ingresó en el complemento del amistoso entre Perú e Islandia. (Foto: AP)
Pedro Ortiz Bisso

Antes de las Eliminatorias de 1986, Pocho Rospigliosi inició una campaña para que Moisés Barack convoque a Jaime Drago. El ‘Diablo’ tenía marca y fútbol, era el mejor jugador de la ‘U’ y uno de sus goleadores. Pero el pedido se estrellaba con una razón poderosa: ¿a quién debía sacar ‘Moché’ para incluirlo? Porque una es justamente eso: un grupo selecto y, por lógica, tiene un número acotado de integrantes. Y la volante de la Blanquirroja la integraban Cueto, Velásquez, Uribe, Malásquez, Reyna, además de tener a Javier Chirinos en estado de gracia. ¿Quién se animaba a sacar a alguno de estos monstruos?

Nada ha hecho mella al idilio que sostiene la afición con , iniciado en el 2011 cuando se incorporó a la Sub 17. La historia del chiquillo de origen peruano que la rompía en la filial del Real Madrid, maravillaba a Zidane o que alguna vez entrenó con ‘CR7’ encandiló desde un inicio. Su convocatoria a la selección mayor, tras su gran actuación en la Sub 20 de Ahmed, fue una transición natural.

Pero el ‘Chaval’, digámoslo con todas las letras, nunca jugó un partido superlativo con la selección mayor. Pese a ello, el hincha –y un sector del periodismo– siempre lo trató con benevolencia. El problema nunca fue que tuviera una mala actuación o que no rindiera según lo esperado, como ocurre con cualquier jugador del mundo. Las explicaciones eran que “jugó pocos minutos” o lo hizo “en una posición que no conoce”. La última de ellas sostiene que es víctima de una oscura trama pergeñada por sus compañeros, que por misteriosas razones se niegan a darle la pelota.

El martes, mientras se jugaba el partido ante Islandia, Ruidíaz era otro de los ninguneados por esta poderosa argolla. Bastó que anotara el segundo de la noche para que las redes sociales, desde donde defendían esta teoría, volvieran al silencio.

Desde 1941, Perú no llevaba 12 partidos sin perder. Volverá a un campeonato mundial después de 36 años, con una selección a la que hace apenas un año todos desahuciábamos. Acaba de vencer a dos equipos clasificados al Mundial, uno de ellos con jugadores como Modric o Rakitic, cuyas fichas valen más que nuestro campeonato local entero. Y ha mostrado una mejora notable en su juego, así como un aplomo que hace mucho no veíamos.

¿Por qué, entonces, buscar los tres pies al gato cuando debiéramos estar felices? ¿Por qué no podemos, simplemente, disfrutar este momento y alegrarnos de que después de décadas nuestro fútbol sea motivo de orgullo?

Queridos ‘Benalovers’, si Gareca decide no llevar al ‘Chaval’, sus razones tendrá. La lista parece completa y los lugares que podría cubrir (como suplente de Carrillo o Cueva) ya estarían cubiertos. Los técnicos necesitan a jugadores que respondan a su idea de juego, no a ránkings de popularidad.

La selección necesita de la crítica para crecer. Pero estas teorías conspiratorias lo único que consiguen es enrarecer el ambiente y perjudicar al propio Benavente, construyendo una imagen que no corresponde a la realidad.

Ricardo Gareca ha hecho demasiadas cosas para que confiemos en su buen juicio, pero a muchos no termina por conformarlos. Pareciera que, luego de tantos años de fracasos, estuvieran a la espera de que alguien los pellizque y los despierte de este hermoso sueño. Quizás, solo en ese momento, serían realmente felices.

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