ROSA GARIBALDI Historiadora

El republicano Abraham Lincoln dejó huella en la historia del Perú y fue determinante para restaurar las relaciones diplomáticas entre nuestro país y los Estados Unidos. Estas se habían roto en 1860, a fines del gobierno de su antecesor el demócrata James Buchanan, cuando el presidente Ramón Castilla se negó a compensar económicamente a los dueños de las naves guaneras Lizzie Thompson y Georgiana, como demandaba el país del norte.

Lincoln dio también un giro radical a la postura estadounidense frente al Perú y el resto de naciones hispanoamericanas a las que la anterior administración había prestado escasa, o casi nula, atención.

AMÉRICA LIBERADA Lincoln sabía que para consolidar la Unión necesitaba reforzar los lazos con América Latina. Esta parte del mundo debía comprender que su causa –la causa del Norte– le era beneficiosa, y no así la de la Confederación de los estados sureños rebeldes. A estos últimos Gran Bretaña había dado ya status de beligerantes, lo que suponía un primer paso para su independencia. Resultaba imprescindible que el resto de América no los reconociera. Napoleón III tenía, además, la firme intención de concretar un sólido imperio francés en México, proyecto que sería favorecido si los confederados rebeldes de los estados sureños derrocaban a la Unión.

El flanco más débil de la política exterior estadounidense era Latinoamérica y Lincoln necesitaba convencer a estas naciones olvidadas de que su bienestar estaba ligado a la causa defendida por la Unión. Así destacó a ministros a esta parte del mundo, con la misión de divulgar que una eventual victoria de la Confederación del Sur significaba la intervención –en la América independizada– de la propia Confederación y de las potencias europeas. Fue ese poderoso argumento y no la abolición de la esclavitud ni la defensa de las instituciones democráticas lo que convenció a nuestro país. El peligro que representaba Europa era real: Francia había invadido México y España reconquistado Santo Domingo. Lincoln supo ganarse la confianza de la América independizada.

RENOVADA AMISTAD Fue gracias a Lincoln, también, que se restablecieron las relaciones entre el Perú y Estados Unidos, rotas a raíz del episodio de las naves Lizzie Thompson y Georgiana. Ambas embarcaciones fueron capturadas y embargadas por el Perú cuando cargaban guano en las islas de Chincha, con una licencia otorgada por los rebeldes al mando de Manuel Ignacio Vivanco, que dominaban parte del sur del país. La administración anterior a la de Lincoln demandaba que el Perú resarciera económicamente a los dueños de esas naves.

El 4 de marzo de 1861, don Ramón Castilla nombró a Federico Barreda agente confidencial para negociar un arreglo satisfactorio a la demanda estadounidense y reanudar relaciones diplomáticas. Cuando Barreda se presentó ante el secretario de Estado William Henry Seward, expuso un argumento irrefutable: si el gobierno de la Unión desconocía derechos a los estados rebeldes del Sur, debía aceptar la idéntica posición del Gobierno del Perú frente a los insurgentes de Vivanco. La coherente exposición volvió las aguas a su caudal y Estados Unidos nombró a Christopher Robinson como ministro en el Perú, reanudándose las relaciones entre nuestros países. Tres meses después, Castilla nombró a Barreda ministro residente en Washington y, el 3 de marzo de 1862, presentó sus credenciales ante el mismísimo Abraham Lincoln. Las gestiones de Barreda y la buena voluntad de la administración Lincoln llevaron a que el 20 de diciembre de 1862 el gobierno de la Unión sometiese el reclamo de las naves confiscadas al arbitraje del rey de los belgas, Leopoldo I. Este concluyó con resultados favorables para el Perú, y el gobierno de Lincoln retiró el reclamo.

HUMANISTA El 1 de enero de 1863, Lincoln presidía la recepción de Año Nuevo en la Casa Blanca. Al final de la tarde, se retiró a su despacho y firmó la Proclamación de la Emancipación. Esta implicó una doble emancipación: para los esclavos negros y para el propio Lincoln, pues garantizaba la abolición de la esclavitud si el gobierno de la Unión salía victorioso de la guerra civil con la Confederación de estados sureños rebeldes; y, al mismo tiempo, le permitía abandonar su anterior posición sobre el método para abolir la esclavitud. Lincoln, recordemos, había ganado la presidencia de 1860 con una plataforma electoral que lo comprometió a mantener la esclavitud en territorios aún no convertidos en estados, pero durante los primeros dos años de la guerra civil –a pesar de insistir en que el objetivo del conflicto era la preservación de la Unión– se dedicó a estructurar un plan para terminar con la esclavitud.

PASO A PASO Para erradicar la esclavitud, los gobiernos estatales emprenderían la emancipación con financiamiento del gobierno central. Sería un proceso gradual en que los dueños de los esclavos recibirían una compensación monetaria y se alentaría a los esclavizados a emigrar a otros países. Pronto Lincoln descubrió que los dueños de esclavos se negaban a ceder su “propiedad humana”. En el verano de 1862, una serie de eventos lo impulsaron a cambiar de ruta. El sello distintivo de su grandeza radica en la solidez de sus principios, la apertura de mente y capacidad para rectificarse. Ese verano se decidió por la emancipación inmediata y la propuso a su gabinete el 22 de julio. El secretario de Estado, William Seward, ducho en política interna, lo convenció de esperar una victoria militar para evitar que pareciera un acto desesperado.

LA VISIÓN Tras la victoria de la Unión en Antietam (setiembre, 1862), Lincoln le advirtió a la Confederación del Sur que, si no se rendía hasta el 1 de enero, declararía la libertad de los esclavizados. Ese primer día de 1863, expidió la Proclamación de la Emancipación, liberando a la mayoría de ellos y garantizó el fin de la esclavitud si el gobierno de la Unión ganaba la guerra. La proclamación marcó una transformación en la naturaleza de la guerra civil: la eliminación de la esclavitud se convirtió en el objetivo oficial. Preocupado por que la Proclamación de la Emancipación fuera vista como una medida temporal, Lincoln luchó para convertirla en medida legal permanente. Logró su objetivo el 8 de abril de 1864, cuando el Senado aprobó la XIII Enmienda a la Constitución, aboliendo la esclavitud en todo el territorio de los Estados Unidos. La Cámara de Representantes la aprobó el 31 de enero de 1865. Con el asesinato de Lincoln, el 14 abril de 1865, a manos de un fanático confederado, murió su visión de una nación reunificada. Lincoln tenía la esperanza de que la unidad de la Unión y de los gobiernos federados rebeldes se restaurara en base a la reconciliación y sin rencores.