Óscar Vidarte Analista Internacional

Luego de una campaña cargada de insultos e incidentes violentos, además de pobre en propuestas (Nicolás Maduro hilando fino para no desmerecer lo hecho o deshecho por Hugo Chávez, y Henrique Capriles mostrando, en algunos casos, la misma retórica populista que el candidato oficialista), el resultado favorece al presidente encargado.

Los pocos días de campaña y lo injusta e inequitativa que ha sido la contienda electoral permiten confirmar que, a pesar de la derrota, Capriles sigue siendo el principal candidato de la oposición de la última década. La marea de votos obtenidos cuestiona a todos aquellos que pensaban que este proceso iba a significar la muerte política del gobernador de Miranda.

Ciertamente, la victoria de Maduro es posible en virtud de políticas clientelistas, el uso de los recursos del Estado, el control de los medios de comunicación y la cooptación de las instituciones públicas (¿o alguien todavía cree en la independencia del Consejo Nacional Electoral?). Todo ello también fue aprovechado en su momento por Hugo Chávez. Sin embargo, no cabe duda de que Chávez tenía además un vínculo con la población (eso que llaman empatía) que a su sucesor le hace falta. De ahí la importancia de la utilización excesiva de la imagen del ex presidente recientemente fallecido.

La victoria de Maduro también se ha logrado gracias al mantenimiento de la alianza oficialista del poder, la misma que tiene en los militares, partidos políticos de izquierda, organizaciones sociales y Cuba a sus principales componentes. Luego de la muerte del líder, la lucha por el poder entre el ex militar Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, y el ex sindicalista Nicolás Maduro pudo evitarse.

No obstante, el camino de cara al futuro se presenta bastante complejo. No parece claro que el modelo chavista, paternalista al máximo y dependiente del petróleo, pueda mantenerse en el tiempo y menos solucionar los grandes problemas que vive el país caribeño (inseguridad, problemas energéticos, desabastecimiento, etcétera.). Por el contrario, los efectos negativos ya se sienten y tenderían a agravarse.

Nicolás Maduro tendrá que tomar medidas drásticas (las dos últimas devaluaciones de la moneda parecen ser expresión de esto), las cuales deberían causar estragos en la alianza oficialista. En un país altamente polarizado, con una sociedad civil y popular bastante organizada y ya sin el recuerdo del comandante ausente, el ganador de estas elecciones tendrá graves problemas de gobernabilidad en esta nueva etapa pos-Chávez.