Júbilo y emoción en la audiencia general y en la última gran liturgia oficiada por el papa saliente Benedicto XVI con motivo del Miércoles de Ceniza, en sus primeras apariciones públicas tras el anuncio de su renuncia el lunes y en las que no pudo ocultar los signos de fatiga y cansancio.

La explosión de alegría no se hizo esperar: despacio y con cuidado avanzaba Benedicto XVI a su asiento en la sala de audiencias vaticana al tiempo que extendía los brazos para saludar a los miles de fieles congregados, cuando se oyeron los primeros gritos: Viva il papa! (¡Viva el papa!).

Los fieles gritaban, ondeando banderas, aplaudiendo y esperaban con tensión las primeras palabra públicas del líder de la Iglesia católica tras el anuncio inesperado que conmocionó al mundo. Benedicto parecía liberado, pero no pudo ocultar su cansancio al inicio de sus dos grandes apariciones en un solo día.

Muchos asistentes se emocionaron y mostraron su agradecimiento al pontífice con aplausos, músicas o simplemente, a gritos. Y el papa les devolvió las gracias con palabras que parecían salir del corazón.

En estos días difíciles para mí, he percibido casi físicamente la fuerza de la oración, que me da el amor de la Iglesia y de vuestra oración. Sigan rezando por mí, por la Iglesia y por el futuro Papa ¡El Señor nos guiará!, dijo ante los ojos de numerosos cardenales y obispos congregados.

Y su discurso reflejaba la carga que el poder significaba para Joseph Ratzinger, de 85 años, pero también el anuncio de su renuncia a finales de mes. Primero habló con voz fuerte y firme, pero en el transcurso de la audiencia general, de más de una hora, en la que se dirigió a los fieles en diversos idiomas, se le escuchaba cada vez más bajo. Además tuvo que empezar de nuevo algunas frases y en algunos momentos incluso era difícil entender sus palabras.

GESTOS DE EMOCIÓN Emocionado se mostró el pontífice cuando un coro escolar italiano cantó en su idioma materno, el alemán, las canciones «Großer Gott, wir loben Dich» (Gran dios, te alabamos) y «Lobe den Herren» (Alabado sea el Señor).

También la banda de música del municipio alemán de Ruderatshofen, de Allgäu, en el sur de Alemania, acudió a la audiencia. En el viaje a Roma conocimos la noticia de la renuncia y creíamos que se trataba de una broma de lunes de carnaval, cuenta el alcalde Johann Stich, que considera la decisión valiente. Puedo entenderlo y lo considero apropiado.

Parece frágil, creo que su decisión es la correcta, afirma también una peregrina procedente de Deggendorf, en Baja Baviera. Sin embargo, le da pena que renuncie el papa alemán.

HOMILÍA DE CENIZA Pocas horas después le siguió la segunda gran aparición del día del pontífice: con la liturgia del Miércoles de Ceniza ofició su última gran ceremonia en la Basílica de San Pedro. El interés era tal que la celebración tuvo que trasladarse allí, cuando originalmente estaba previsto realizarla en la basílica de Santa Sabina, en el monte Aventino.

Miles de personas habían acudido horas antes al lugar para asegurarse un lugar. Decenas de equipos de televisión y cientos de periodistas siguieron también la liturgia, en una basílica llena a rebosar en la que mucha gente tuvo que quedarse de pie.

Los asistentes se mostraban emocionados, pero también reconocían el cansancio visible en el pontífice. Un evento fantástico, pero se nota que es un hombre mayor, comentaba el italiano Ignazio Fortelli, que llegó de Módena para presenciar la ceremonia.

Poco antes de su comienzo, un silencio tenso había imperado en la basílica. Para no dañar sus rodillas, Benedicto fue trasladado al altar con la pedana mobile y de la misma manera abandonó después la basílica acompañado de un larguísimo aplauso de los peregrinos. El papa saliente sonreía y hacía guiños a los fieles, algunos de los cuales no podían evitar las lágrimas.