Para ser un martes cualquiera de marzo, a las 8:10 de la noche, las calles del este de Caracas, donde se encuentran los municipios capitalinos que pertenecen al estado Miranda y que gobierna la oposición, estaban vacías.
Antes, cerca de las 5:30 de la tarde, cuando en esta zona empezó a correr la noticia de que Hugo Chávez había muerto, reinó el caos.
En las primeras dos horas posteriores al anuncio, hubo algunas celebraciones: cornetas de automóviles, fuegos artificiales, gritos, o los himnos de la campaña presidencial que resultó en la relección de Chávez a un cuarto mandato consecutivo que no llegó a jurar. Pero las muestras de júbilo más expresivas fueron virtuales, ocurrieron en redes sociales como Facebook y Twitter.
Yo no vi a nadie llorando ni celebrando. La gente estaba asustada y andaba como huyendo, dijo Teresa González, 30 años, relacionista pública de una empresa trasnacional, mientras intentaba volver a su casa.
El tránsito colapsó. Había muchas caras largas, todas tratando de volver pronto a sus hogares y de comprar algo de alimento y combustible a última hora. En urbanizaciones también del este, como La Boyera y El Hatillo, hubo reportes vía Twitter de largas filas en las gasolineras.
BASTIÓN OPOSITOR En el municipio Chacao, enclave opositor por tradición, los comercios cerraron antes de la hora regular, por temor a un disturbio público y otras razones.
Respeten. Yo soy de oposición, pero jamás celebraría algo así. Que nadie venga con chistes o cierro el kiosco ya, gritó una vendedora de periódicos en la urbanización Parque Humboldt, municipio Baruta, en el estado de Miranda.
Al final del día el respeto pudo más.
A las 11:15 de la noche, la autopista del Este estaba desierta. La misma que en momentos de tensión política durante la última década ha sido escenario de protestas o manifestaciones de fuerza de la oposición.
A esa hora, incluso las areperas de Las Mercedes, que suelen permanecer abiertas las 24 horas y que están ubicadas en un área de restaurantes y centros comerciales que suele frecuentar la clase media de la ciudad, tenían cerradas sus puertas.
También lucía desolada la Plaza Altamira, centro de las manifestaciones de la oposición en los años que siguieron al golpe de Estado de 2002. La gente volvió a sus casas y permaneció allí, en silencio.
Y entrada la madrugada continuó el silencio.