Una noche de setiembre, al cerrar su puesto en una feria de paja toquilla, Iris Chero tomó un taxi y su smartphone se le cayó del bolsillo. Cuando reemplazó el equipo, supo que un empresario la había estado llamando para coordinar un envío a Estados Unidos. Felizmente, volvió a contactarlo para cerrar ese negocio y luego otros con Francia, Brasil y Canadá. El celular fue clave para comenzar a exportar.

Cuando Iris creó la asociación Ñari Walac, en el 2001, apenas vendía sombreros en Catacaos, Piura, y a bajo precio. Hasta que se conectó a internet y compró celulares para que las socias se mantengan comunicadas y actualizadas en diseño. Ahora, las 120 artesanas de paja toquilla que integran Ñari Walac arman venden también floreros, carteras y monederos, como los que Iris ha traído a Lima. “También hacemos ganchitos”, explica, y va mostrando los que se ha puesto, hasta que se acuerda de su celular. “No sé dónde estará”, señala.

El smartphone de Iris usa las mismas aplicaciones que los demás: Facebook, Skype y WhatsApp, pero para algo más que la vida social. “Mis clientes me preguntan por WhatsApp qué productos tengo y les envío fotos, más rápido que por e-mail. Así hablo con ellos”. Pero ahora solo habla con periodistas porque acaba de ganar S/.30.000, no en un negocio, sino en un premio. Quedó en el primer puesto de la categoría Desarrollo Productivo y de todo el concurso Conectarse, de Telefónica, que reconoce el uso de tecnologías de la comunicación en negocios rurales.

En la premiación, Iris quiso seguir negociando: “Me gustaría firmar un convenio con Telefónica para dar celulares a las artesanas que viven más lejos”.

Luego de la ceremonia, encontró su smartphone al fondo de un bolso y marcó un número: “Hola papá, dígale a mi mamá que gané”. Fue una sorpresa, pero Iris hubiera preferido saberlo antes de viajar a Lima a recibir su premio. “Habría traído más sombreros”, dice.