Cuando se trata de elegir un destino para enviar a los niños de campamento de verano, probablemente Corea del Norte no figure al tope de la lista de opciones. Sin embargo, desde hace décadas el Campamento Internacional de Niños Songdowon es para muchos un modelo en su género cuando se trata de mantener a los pequeños entretenidos, con sus piscinas, toboganes y lagos para practicar remo.

Cuando se inauguró en 1960, el centro recreativo fue un destino de intercambios culturales, muy comunes por entonces entre los países comunistas. Instalado en el extremo norte del territorio norcoreano, frente a la playa y entre pinares, el campamento se convirtió en un punto de encuentro para jóvenes ciudadanos de naciones amigas.

Valentina Boltacheva fue uno de ellos: nacida en el extremo oriental de Rusia, cerca de Vladivostok, visitó Songdowon cuando tenía 14 años. Se lo ganó en un concurso organizado por el gobierno local para empleados de la fábrica de aviones donde trabajaba su madre: el premio era un cupón para visitar la colonia de vacaciones norcoreana.

EN GRUPO Valentina respondió preguntas sobre la historia de los aviones producidos localmente y sobre la geografía de Corea del Norte, que había investigado en la biblioteca del barrio. Cuando la declararon ganadora, se convirtió en uno de los 30 niños elegidos ese año para ir a Songdowon.

Fue su primer viaje al extranjero. A mí me pareció un país hospitalario. Nos recibieron muy bien, nunca nos faltó entretenimiento y siempre nos trataron correctamente. La gente en general es muy amable, dice la joven, que ahora tiene 19 años, en diálogo con la BBC.

Con sus edificios blancos de hormigón y sus toboganes de agua de colores, el campamento está abierto durante el verano para niños norcoreanos que han logrado resultados sobresalientes en la escuela. También recibe a niños extranjeros durante dos o tres semanas en julio, que comparten con los locales un repertorio de ejercicios matinales, acampada y visitas a parques de atracciones cercanos. Pero los visitantes están obligados, además, a participar en una representación cultural, un número musical o una pieza de teatro: Valentina eligió una danza folclórica rusa.

Con un grupo de niñas, tuvo una actuación prolija, todas coordinadas y con vestidos a juego, sobre un austero escenario. Anticuada e inocente a la vez, una representación que parecía de otra era.

PEQUEÑOS PIONEROS Muchos de los niños del Campamento Songdowon que conoció Valentina eran miembros de los Cuerpos de Pequeños Pioneros, una organización política para norcoreanos menores de 15 años.

En todos los rincones había retratos de los líderes del país y la política estaba siempre presente en las actividades, recuerda la joven. En todas las habitaciones del hotel del campamento había una foto de Kim Il-sung del país y líder durante 48 años) o (su hijo y sucesor) Kim Jong-il, dice Boltacheva.

Según destacó, la gente era muy patriótica, lo que le resultó bastante inusual. Casi todos los días veíamos gente en los cementerios y monumentos públicos, que iba a dejar flores o cantar canciones patrióticas, agregó.

Había también muchísima comida. Algunos platos típicos, como cebollas hervidas y repollo y arroz, pero también huevos fritos, jamón, helados y tortas de queso para el postre.

CAMPAMENTO EN CRISIS Locales y extranjeros se alojaban en sectores separados. Pero Valentina asegura que nunca se sintió extraña y pudo hacer dos amigos norcoreanos, que hablaban inglés y algo de ruso.

Querían que los llamáramos Tom y Jerry, así que realmente no sé cuáles eran sus nombres verdaderos. Pasamos un buen rato, anduvimos en bote, hablamos de cosas como la familia, los deportes, la cultura. También sobre cómo es la educación en los distintos países, relató la joven rusa.

Pero eso fue hace cinco años. Ahora Songdowon está en crisis: lucha para completar las vacantes cada verano. Matthew Reichel, cofundador del Programa de Intercambio Pyongyang –una organización canadiense sin fines de lucro que busca fomentar las relaciones culturales con Corea del Norte- explica que no es casual: los administradores de la colonia, a muchos de los cuales conoce en persona, tienen la difícil misión de convencer a los niños extranjeros, y a sus familias, de los beneficios de veranear en un país poco accesible para el turismo y marcado por el secretismo.

El campamento debe ser internacional, es parte del espíritu con el que fue creado. Sería un fracaso si no atrae a niños del extranjero, indicó Reichel. Así, el alicaído Songdowon ofrece programas de becas y aranceles reducidos para convencer a jóvenes de Mongolia, Rusia, Vietnam o incluso de países lejanos como Tanzania. Pero no es sencillo. Cada año es más difícil salir y vender el proyecto, señaló el representante del Programa de Intercambio Pyongyang.

MAYORÍA CHINA El problema es que la mayoría de los niños veraneantes viene de China, dice Reichel. Y aunque el campamento es relativamente barato –unos US$300 por dos semanas de estadía-, Corea del Norte ha dejado de ser un destino buscado por muchos turistas chinos. Los chinos se están volviendo más selectivos a la hora de elegir sus destinos de vacaciones. Están interesados en Europa, Canadá, Estados Unidos. Y Corea del Sur también está organizando estos campamentos infantiles, con lo que cada vez hay más competencia, detalló el ejecutivo.

Es un desafío que aparentemente ha atraído la atención de las autoridades norcoreanas. El líder supremo Kim Jong-un tiene planes de transformar el puerto industrial de Wonsan, cerca de Songdowon, en una zona turística de lujo, según informó el diario surcoreano The JoongAnd Daily, para aprovechar una geografía privilegiada de playas de arena junto a montañas bellas.

Será un proceso largo y arduo, porque los paisajes de belleza natural no interesan en principio a los pocos turistas occidentales que visitan Corea del Norte: muchos hacen el viaje para descubrir más del sistema político del país. Para Valentina, Corea del Norte ni siquiera figura en su lista de destinos posibles para sus vacaciones. Sueño con visitar países europeos, confiesa la joven.