Farid Kahhat

En mi artículo anterior decía que una mayoría de los gobiernos dirigidos por mujeres habían tenido un buen desempeño ante la pandemia de . Decía también que ello podía deberse a que la mayoría de esos gobiernos compartía además otras características que, como un alto nivel de ingresos, un buen sistema de salud pública y un régimen democrático, ayudarían a explicar ese desempeño.

Pero añadí que otros gobiernos que compartían esas características habían tenido un desempeño deficiente. Decía por último que, según las investigaciones que revisé, dos rasgos del liderazgo femenino podrían contribuir a explicar el buen desempeño de los gobiernos dirigidos por mujeres al enfrentar la pandemia: las mujeres son más proclives a trabajar en equipo y menos proclives a asumir grandes riesgos. Quedó pendiente discutir ese último punto.

Existen diversos intentos por explicar la menor proclividad de las mujeres a asumir grandes riesgos. Uno de esos intentos explica esa menor proclividad como el producto de una herencia evolutiva. Esta derivaría del hecho de que, en la gran mayoría de sociedades a través de la historia de nuestra especie, las mujeres han ejercido la labor de crianza de los hijos. Pero sabemos que, cuando menos, parte de la proclividad humana frente al riesgo se explica por nuestra socialización.

Sabemos, por ejemplo, que las mujeres que estudian en colegios mixtos son menos proclives a tomar riesgos que aquellas que son alumnas de colegios en los que solo estudian mujeres. Sabemos, además, que tanto hombres como mujeres son menos proclives a tomar riesgos después de experimentar grandes conmociones sociales (como las que padecemos hoy, es decir, una pandemia y una recesión profunda).

La aversión al riesgo no es necesariamente mejor, pero sí lo sería cuando hay que enfrentar grandes riesgos con información escasa o ambigua. Tras la Gran Recesión internacional del 2007 al 2009, por ejemplo, un artículo de Toddi Gutner en el Wall Street Journal mencionaba estudios según los cuales los bancos que contaban con una mayor proporción de mujeres en puestos directivos habían sufrido en menor proporción los estragos de esa crisis. Ese habría sido el caso porque las mujeres en puestos directivos fueron, en general, menos proclives a adoptar decisiones que expusieran al banco a un elevado nivel de riesgo.

La primera ministra de Noruega, Erna Solberg, la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, la primera ministra de Islandia, Katrin Jakobsdottir, y la canciller alemana, Angela Merkel, son algunas de las líderes más reconocidas de la actualidad. (Foto: Halldor Kolbeins / AFP)
La primera ministra de Noruega, Erna Solberg, la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, la primera ministra de Islandia, Katrin Jakobsdottir, y la canciller alemana, Angela Merkel, son algunas de las líderes más reconocidas de la actualidad. (Foto: Halldor Kolbeins / AFP)

Otros estudios (como uno de Jay Newton Small en el 2016), sostenían que las mujeres que ocupaban puestos directivos en otros ámbitos de decisión (como el político o el regulatorio), también fueron menos proclives a tomar el tipo de riesgos que contribuyeron a producir la Gran Recesión.

La misma lógica aplicaría para el caso de la pandemia del Covid-19. A diferencia del cambio climático, frente al cual existe un consenso virtualmente unánime en la comunidad científica, la pandemia en curso tiene solo meses de existencia y, por ello, no hay suficientes estudios como para tener información abundante y concluyente al momento de tomar decisiones: si alguna circunstancia amerita una actitud prudencial frente al riesgo es precisamente esa.

En términos prácticos, una actitud prudencial frente al riesgo haría a una gobernante menos proclive a elegir una estrategia que, como la de mitigación que adoptó inicialmente el gobierno de Boris Johnson, podía producir un número de muertes sustancialmente mayor que las que produciría la principal estrategia alternativa (es decir, la de supresión).

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¿Qué es el coronavirus?

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), los coronavirus son una amplia familia de virus que pueden causar diferentes afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV).

El coronavirus descubierto recientemente causa la enfermedad infecciosa por coronavirus COVID-19. Ambos fueron detectados luego del brote que se dio en Wuhan (China) en diciembre de 2019.

El cansancio, la fiebre y la tos seca son los síntomas más comunes de la COVID-19; sin embargo, algunos pacientes pueden presentar congestión nasal, dolores, rinorrea, dolor de garganta o diarrea.

Aunque la mayoría de los pacientes (alrededor del 80%) se recupera de la enfermedad sin necesidad de realizar ningún tratamiento especial, alrededor de una de cada seis personas que contraen la COVID-19 desarrolla una afección grave y presenta dificultad para respirar.

Para protegerse y evitar la propagación de la enfermedad, la OMS recomienda lavarse las manos con agua y jabón o utilizando un desinfectante a base de alcohol que mata los virus que pueden haber en las manos. Además, se debe mantener una distancia mínima de un metro frente a cualquier persona que estornude o tose, pues si se está demasiado cerca, se puede respirar las gotículas que albergan el virus de la COVID-19.

¿Cuánto tiempo sobrevive el coronavirus en una superficie?

Aún no se sabe con exactitud cuánto tiempo sobrevive este nuevo virus en una superficie, pero parece comportarse como otros coronavirus.

Estudios indican que pueden subsistir desde unas pocas horas hasta varios días. El tiempo puede variar en función de las condiciones (tipo de superficie, la temperatura o la humedad del ambiente).

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