El presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, recorren una exhibición de equipo militar. (Mikhail METZEL / SPUTNIK / AFP).
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, recorren una exhibición de equipo militar. (Mikhail METZEL / SPUTNIK / AFP).
Farid Kahhat

De la respuesta a la pregunta del título dependerá en buena medida el desenlace de la crisis actual en torno a . La perspectiva pesimista alude a los dichos del propio Vladimir como prueba de que desea colocar bajo control de seguridad ruso a las antiguas repúblicas soviéticas, en particular a Bielorrusia y Ucrania.

De un lado, Putin ha declarado en forma pública y reiterada que considera la disolución de la Unión Soviética una tragedia. De otro, el Kremlin hizo público en julio del 2021 un artículo de su autoría que revela desde el título su posición personal en la materia: “Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos”. El artículo (en el que menciona, por ejemplo, que la actual Ucrania habría sido conocida alguna vez como “Malorossia” o “pequeña Rusia”) concluye diciendo: “Estoy seguro que la verdadera soberanía de Ucrania solo es posible en asociación con ”.

Quienes respaldan la perspectiva pesimista sostienen que Putin nunca aceptará una Ucrania independiente, incluso si recibiera garantías de que esta jamás será parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Una perspectiva menos pesimista no negaría los ominosos dichos de Putin, pero alegaría que su conducta sugiere que es consciente de que la independencia de Ucrania es un hecho consumado. Por ejemplo, Ucrania es independiente desde 1991 y Rusia anexó Crimea y organizó una insurgencia en el Donbás (al este de Ucrania) recién en el 2014. La pregunta sería qué pasó en los años que median entre esos hitos para explicar el cambio en la conducta de Rusia. Ocurrieron hechos que van desde la Declaración de la OTAN que, en el 2008, “da la bienvenida a las aspiraciones euroatlánticas de Ucrania y Georgia” (es decir, a sus aspiraciones de integrar la OTAN), hasta la revocatoria en el 2014 (tras meses de discusión) de la neutralidad ucraniana, pasando por el derrocamiento ese mismo año del presidente ucraniano Víctor Yanukóvich, tras su decisión de no suscribir un acuerdo de asociación con la Unión Europea.

Una mujer está entre los escombros de una guardería en el asentamiento de Stanytsia Luhanska, en el este de Ucrania. Los combates en las regiones separatistas prorrusas se han reactivado ante el temor de una invasión militar rusa.  (Photo by Aris Messinis / AFP)
Una mujer está entre los escombros de una guardería en el asentamiento de Stanytsia Luhanska, en el este de Ucrania. Los combates en las regiones separatistas prorrusas se han reactivado ante el temor de una invasión militar rusa. (Photo by Aris Messinis / AFP)
/ ARIS MESSINIS

Es decir, las acciones de Rusia coinciden en el tiempo no con la independencia de Ucrania, sino con la posibilidad de que Ucrania se convierta en parte de la OTAN. Desde esta perspectiva, la preocupación fundamental que motiva las acciones de Rusia es la posibilidad de que un país que durante siglos fue gobernado desde Moscú y a través del cual Rusia fue invadida en múltiples ocasiones (la última de ellas durante la Segunda Guerra Mundial) se integre a una alianza militar a la que considera hostil.

El Gobierno Estadounidense alega que cada país debería ser libre de decidir a qué alianza militar desea pertenecer. A lo cual cabría replicar dos cosas. En primer lugar, el artículo 10 del Tratado del Atlántico Norte (que da origen a la OTAN) establece que “las partes pueden, por acuerdo unánime, invitar a ingresar a cualquier Estado europeo (…)”. Es decir, los Estados no ingresan a la OTAN porque lo solicitan, sino solo por invitación unánime de sus miembros. En segundo lugar, cuando la Unión Soviética emplazó misiles nucleares en Cuba, ¿Estados Unidos lo consideró una decisión soberana del gobierno internacionalmente reconocido de ese país? No, lo consideró una amenaza de seguridad frente a la cual estableció un bloqueo naval de la isla, colocando al mundo lo más cerca que jamás estuvo de una guerra nuclear.

A diferencia de los acuerdos de integración económica, que pretenden beneficiar a sus miembros sin afectar a terceros, las alianzas militares siempre se construyen para afrontar lo que se considera una amenaza de seguridad compartida. Y basta con leer los documentos de seguridad nacional de EE.UU. o algunas declaraciones de la OTAN para saber que, desde su perspectiva, Rusia representa la principal amenaza de seguridad que afrontan en Europa.

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