El presidente de Ecuador, Rafael Correa, se encamina sin sobresaltos a su segunda reelección, que le permitiría extender su Gobierno socialista a 10 años de la mano de una alta popularidad ganada en base a millonarios programas de asistencia social.

Según los sondeos, el economista de 49 años acumula el 60 por ciento de la intención de voto en el país y cuadruplica a su perseguidor inmediato. Con esos números, Correa ganaría el domingo en primera vuelta.

Su agrupación política también ganaría en la Asamblea Nacional, aunque en este capítulo las encuestas no reflejan unánimemente si logrará obtener la mayoría absoluta que ha perdido en los últimos años.

Sus políticas han sido cuestionadas por quienes sostienen que extremó el control del Estado sobre los sectores estratégicos, en detrimento de la inversión, y por haberse enemistado con los mercados de deuda al declarar un incumplimiento a poco de comenzar su primer Gobierno.

Ex profesor universitario, Correa se ha enfocado sus programas para reducir la pobreza y a atender a sectores de la población largamente olvidados. Con un discurso plagado de rechazos al pasado reciente, un capítulo muy sensible para los ecuatorianos, víctimas de recurrentes crisis económicas e institucionales, ha ofrecido mantener en un nuevo mandato los beneficios que regó sobre las zonas periféricas y rurales.

DEBIL OPOSICION* Para sus detractores, ha acumulado demasiado poder, influido sobre otros poderes del Estado, como el judicial y ha tenido la suerte de que sus gestiones fueran acompañadas por altos precios del crudo, la primera fuente de ingresos del país.

Sus choques con la prensa le valieron acusaciones de atentar contra la libertad de expresión. Pero lejos de amedrentarse, Correa hizo millonarias demandas contra periódicos críticos, a los que luego perdonó.

Ninguno de esos cuestionamientos logró erosionar el inédito apoyo popular que tiene, aunque probablemente deberá agudizar su ingenio en un eventual nuevo periodo de cuatro años para conseguir los recursos frescos que necesita para cumplir con las promesas que han encumbrado su popularidad.

La fragmentada oposición no ha logrado calar en la población con un discurso que tilda al Gobierno de radial y autoritario.

El ex banquero Guillermo Lasso, principal figura opositora, impulsa gran parte de ese rechazo a Correa que se concentra en la clase media de las grandes ciudades, aunque los sondeos apenas le dan entre un 9 y un 15 por ciento de intención del voto.