DANIEL MEZA @daniel_mz Redacción online

Edward Snowden tiene 29 años. Trabajó en la CIA como asistente técnico. Hace algunos días, sus revelaciones –divulgadas por “The Guardian” y “The Washington Post” – mostraban cómo el gobierno estadounidense registra y clasifica llamadas de miles de ciudadanos desde abril y peor aún, fuerza a la empresa Verizon (de telefonía) a que esta le envíe durante meses y a diario la información de llamadas nacionales e internacionales a través de sus líneas. En el país que enarbola como sus principales pilares la libertad de pensamiento, su presidente Obama, al estilo de un Bush que prometió no imitar, es un continuador de las denigrantes escuchas telefónicas sin orden judicial.

Las revelaciones de Snowden (quien descubrió su identidad ayer) ocurren a pocos días del inicio del juicio a Bradley Manning, un analista joven de inteligencia de la US Army. A sus 22 años, Manning decidió filtrar a Wikileaks cientos de documentos y un sangriento video que muestra de modo contundente los crímenes de lesa humanidad cometidos por Washington en las guerras de Afganistán e Iraq. Estos dos jóvenes han hecho evidente en actos concretos lo que pocos se atreven a criticar. A continuación, tres aspectos de la política norteamericana que hoy entran en cuestionamiento luego de las revelaciones de ambos.

EL IRRESPETO A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Empecemos por Manning. Aunque el informante de WikiLeaks aceptó haber filtrado documentos confidenciales para mostrar “la sed de sangre” de los militares estadounidenses en Iraq y Afganistán –lo que lo llevaría a unos 20 años de prisión– se le acusa también de ayudar al enemigo y violar la Ley de Espionaje, lo que lo encerraría de por vida. No obstante, con este proceso, las autoridades del gobierno de Obama dejan de lado que Manning más bien dijo que quiso plantear un debate respecto a los crímenes de guerra.

Para Marjorie Cohn, catedrática de leyes de la Thomas Jefferson School of Law y presidenta del Gremio Nacional de Abogados (National Lawyers Guild), “Manning cumplió con su obligación legal de reportar crímenes de guerra”. En los Asuntos Diarios del Ejército de los Estados Unidos (US Army Subject Schedule No. 27-1) se habla –explica Cohn– de “la obligación de informar acerca de todas las violaciones a la ley de la guerra”.

En una audiencia, Manning contó que se presentó ante sus superiores y pidió que se investigue el video “Asesinatos colaterales” (o Collateral Murders) y estos se negaron. Finalmente, recurrió a WikiLeaks para divulgarlo, entre otros detalles alusivos al mismo problema. Este es su peor pecado, por el que puede pasar el resto de su vida tras las rejas.

El caso de Snowden sirve para percatarse del doble discurso de la política estadounidense: cuando las constituciones de todos los países que se dicen democráticos exigen el respeto a la privacidad de las personas (EE.UU. firmó la Convención Americana de Derechos Humanos, Artículo 11), el gobierno se permite mantener un programa de vigilancia y espionaje a millones de ciudadanos, según ellos solo a no estadounidenses.

Una orden judicial obtenida por “The Guardian” muestra cómo la agencia del gobierno estadounidense compromete a Verizon a enviarle durante tres meses y a diario la información de todas las llamadas nacionales e internacionales realizadas a través de sus líneas. Ahora no sabemos qué procesos o persecuciones le esperarán a Snowden por revelar con lujo de detalles estas prácticas. Él lo sospecha.

Es decir, no se pueden revelar crímenes de guerra cometidos por la armada estadounidense, pero sí se puede controlar y monitorear las conversaciones privadas de los ciudadanos. Pese a que la orden no afecta al contenido de las llamadas ni los datos personales, sí incluye el número de origen y de destino de las llamadas o la duración de la conversación, lo que permitirían identificar fácilmente a los clientes de la compañía afectados. Estados Unidos, a través de su director nacional de inteligencia, James Clapper, ha querido poner paños fríos alegando que su “vigilancia” de información de Internet solo es a “extranjeros” y no a nacionales.

EL CUESTIONABLE TRATO DE LA VIDA HUMANA “Hay una larga y muy instructiva historia que muestra la disposición de los Estados autoritarios para arriesgar el destino de su población, a veces muy profundamente, en aras de los objetivos de su política y ese es el caso del estado más poderoso del mundo”, afirma, el principal crítico de Estados Unidos y analista político Noam Chomsky. Más grave aún que la libertad de expresión es el irrespeto por la vida humana, y esto es lo que preocupa –con razón- a Chomsky, y más aun a Manning y Snowden.

En primer lugar, llama la atención la poca importancia que se le dio al debate sobre los crímenes de guerra que planteó Manning. Si sus filtraciones representaban alguna amenaza, no necesariamente eran a la seguridad de Estados Unidos, si no a la continuación de los abusos criminales e inhumanos cometidos por algunos soldados de la superpotencia en Iraq y Afganistán. Todos estos crímenes de guerra se encuentran consignados en los Convenios de Ginebra (al que se suscribió también EE.UU.).

El video “Collateral Murders” mostraba cómo desde una nave soldados estadounidenses disparaban contra un grupo de iraquíes aparentemente armados en el que también habían dos periodistas de Reuters. Tras aniquilarlos, llega una camioneta con hombres y niños que intenta rescatar a un sobreviviente y también les disparan. Mueren el rescatista, el que iba a ser rescatado y los niños quedan gravemente heridos. Por revelar este tipo de acciones, Manning fue casi torturado y estuvo preso en Kuwait y Quantico.

Ahora es Edward Snowden quien teme por su vida y por la de su familia. Está convencido de que Washington lo demonizará y sabe que a partir de sus revelaciones “no le pasará nada bueno”. ¿Le esperará el mismo futuro que a Bradley Manning?

¿IMPUNIDAD DE LOS VERDADEROS CULPABLES? Mientras que el joven Manning, con menos de 20 años, ha sufrido reclusiones equiparables a la tortura antes incluso de ser juzgado (encerrado en una celda de dos metros por tres , privado de contacto con el exterior, sin dejarlo dormir, vigilado, sin sus lentes, prohibido de leer o escribir), nadie pregunta por los verdaderos responsables de crímenes de guerra.

Las guerras de Afganistán e Iraq, en suma, han producido cientos de miles de muertes entre estadounidenses, nacionales de otras potencias invasoras e iraquíes y afganos. La primera, hecha para “garantizar la seguridad de los estadounidenses” de fundamentalistas islámicos tras los atentados del 11-S y la segunda por la presunta posesión de armas de destrucción masiva (afirmación que se comprobó falsa).

“Bush es mucho más merecedor de la acusación de poner en riesgo vidas de estadounidenses de lo que podría serlo Bradley Manning, quien no organizó guerra alguna y quien hasta donde se sabe no disparó un solo tiro durante su estadía en Iraq”, sostiene Pedro Miguel, periodista del diario mexicano “La Jornada”.

Si las reglas democráticas que Estados Unidos reclama siempre fueran vigentes, “hace rato Bush, y sus colaboradores Donald Rumsfeld, Dick Cheney y Condoleezza Rice habrían tenido que comparecer ante una corte por mentir a la sociedad, destruir dos países y llevar a una muerte sin sentido a jóvenes estadounidenses”, agrega. Mientras Manning comparece ante la justicia en Fort Meade, Bush hace noticia en ocasiones paseando en bicicleta en su rancho de Texas.

Tampoco se conocen nombres de los soldados que cometieron los crímenes de guerra denunciados. Mientras tanto, no se sabe si serán procesados los implicados en el (ilegal) espionaje de la Agencia Nacional de Inteligencia que involucra también a las grandes empresas tecnológicas..