Farid Kahhat

En una intervención ante dirigentes del Parlamento ruso el pasado julio, sostuvo que la guerra en “es el comienzo de la transición desde el egocentrismo liberal-globalista americano hacia un verdadero mundo multipolar”. En nuestro siguiente artículo hablaremos de su crítica al liberalismo; aquí nos concentraremos en lo que implicaría un orden multipolar.

La idea de un orden multipolar pone el énfasis en la distribución de poder (sobre todo militar), entre los principales estados que conforman el sistema político internacional. Lo cual parece ignorar que, en el mundo contemporáneo, actores no estatales (como Al Qaeda o Dáesh en materia de seguridad, o empresas transnacionales que tienen ventas anuales superiores al PBI de la mayoría de estados en el mundo), tienen una creciente influencia política.

A su vez, el poderío de los estados no es unívoco: Japón, por ejemplo, tiene la tercera economía más grande del mundo, lo cual le concede algún poderío en negociaciones económicas internacionales. Pero carece de las armas nucleares que le permitirían tener poder de disuasión frente a China. Corea del Norte, por el contrario, tiene una economía minúscula y cerrada al mundo, por lo que no ejerce ningún poderío en negociaciones económicas internacionales. Pero sí posee armas nucleares y misiles balísticos intercontinentales, razón por la cual, pese a que su arsenal militar no resiste comparación con el de Estados Unidos, ejerce poder de disuasión sobre ese país.

Kim Jong-un se mostró saludando a soldados norcoreanos junto a su esposa Ri Sol-ju. (Foto: EFE/EPA/KCNA)
Kim Jong-un se mostró saludando a soldados norcoreanos junto a su esposa Ri Sol-ju. (Foto: EFE/EPA/KCNA)

Pero, además, definir el orden internacional únicamente con base en la distribución de poder entre los principales estados del sistema internacional (unipolar, bipolar o multipolar), ignora una palabra clave: ‘orden’. Por ejemplo, podría decirse que, por su nivel de gasto en defensa, la sofisticación de su tecnológica militar, la experiencia en combate de sus tropas y su despliegue de fuerzas a escala internacional, ningún país fue jamás tan poderoso militarmente como Estados Unidos. Y, sin embargo, ese país no fue capaz de crear un orden político estable con un régimen aliado en un país sumamente pobre y sin mayor poderío bélico convencional, como Afganistán. Aunque tampoco pudo lograr ese objetivo en Afganistán, con menor poderío militar relativo el Imperio Británico llegó a gobernar una cuarta parte de la superficie terrestre del planeta. Las potencias de hoy no parecen ser capaces de construir un orden estable en sus respectivas esferas de influencia, no hablemos ya del sistema internacional en su conjunto. Un orden equivalente, por ejemplo, al creado en la posguerra, basado en instituciones internacionales de carácter económico (como las de Bretton Woods) y político (como la ONU).

No discutiremos aquí qué tan justo o equitativo fue ese orden particular, pero parece probable que la gran mayoría de estados preferiría un orden estable y previsible, basado en reglas negociadas por ellos, a uno en el cual las principales potencias usaran discrecionalmente su poderío militar para prevalecer en conflictos de interés. En otras palabras, probablemente preferirían el orden de la posguerra al orden multipolar que prevaleció hasta la Segunda Guerra Mundial. Es decir, un orden basado casi exclusivamente en la distribución del poderío militar entre los Estados, durante el cual, por ejemplo, la mayoría de la población mundial vivía bajo dominio colonial, o bajo el imperio de la fuerza como medio para resolver conflictos comerciales (como las guerras del opio contra China) o conflictos financieros (como el bloqueo por potencias europeas de puertos venezolanos entre 1902 y 1903, para forzar al Gobierno de ese país a pagar su deuda externa). Además, solo durante la primera mitad del siglo XX, bajo un orden multipolar, tuvimos dos guerras mundiales, la Gran Depresión, y revoluciones fascistas y comunistas en Europa.

En realidad, la alternativa más deseable, antes que la mera multipolaridad, sería el multilateralismo. Y este supone que el derecho y las instituciones internacionales restrinjan en alguna proporción, por pequeña que sea, la conducta discrecional de los Estados.

Farid Kahhat es analista internacional

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